2 de marzo de 2011

Los Angeles día 2: The Oscar goes to... Bigbro & Lilbro!


Hoy hace aproximadamente un año que Bigbro y yo fuimos a Los Angeles. Precisamente, una de las razones más interesantes de nuestra estancia allí (tras el glorioso Hawai) fue el poder vivir los Oscars en primera línea, uno de los grandes sueños de mi vida. Tras una preciosa mañana en lo que más me gustó de la ciudad con mucha diferencia, Santa Monica, conseguimos vivir la magia de Hollywood.



Ya recuperados del agotador viaje que tuvimos plenamente de noche desde Honolulu a L.A. y pasar un primer día “de paseo” por lo que vimos más a mano (incluyendo de hecho el Kodak Theater, tal y como os conté en este otro post), amanecimos con ganas de visitar Santa Monica, que nos pillaba bastante bien a mano desde el hotel y porque siempre había oído maravillas de ella. Y no se equivocaban: de mi impresión general de que Los Angeles es una ciudad espantosa por lo segregada y fría que es (aunque no me cabe duda que las Neighborhoods son una maravilla), y en base al tiempo y cosas que pude ver, Santa Monica es simplemente fabulosa.


Aparcamos el coche cerca de un típico Pier con atracciones y puestos de comida, entre ellos el famoso Bubba Gump, y ¿podéis creer que no entendí la coña de la película Forrest Gump hasta que descubrí allí que Bubba Gump es un exitosísimo negocio americano basado en las gambas?. ¡Manda narices!. El caso es que, desde el Pier, dimos un paseo por el descomunal paseo marítimo que tenía vistas a la aún más descomunal playa que se abría ante nuestros ojos.


No terminaba la cosa ahí: metiéndonos un poco más por las calles interiores, descubrimos todo un mundo de tiendas, librerías, bares y restaurantes. Además, la enorme amplitud de toda la zona es extremadamente propicia para la gente que desea correr y hacer deporte, algo que vimos con mucha frecuencia.


No obstante, la mañana se pasó muy deprisa, y tocaba volver a Hollywood para intentar acercarnos a los Oscars. Está claro que si queríamos ver a las estrellas, debíamos habernos quedado allí la noche anterior (y aún con esas, quizá no hubiera bastado), cosa que no estábamos dispuestos a hacer, especialmente tras estar prácticamente derrotados del viaje del día anterior. Nos conformamos con aparcar el coche a una distancia prudente de Hollywood Boulevard y, de camino a este, descubrimos un encantador restaurante con una enorme pantalla que ofrecía una “Cena de Oscar” mientras se veía la ceremonia. Nos lo apuntamos, por descontado, y de hecho volvimos posteriormente.


En Hollywood Boulevard, rodeados de una enorme multitud, no pudimos avanzar hasta unos 300 metros de la entrada del Kodak Theater. Las medidas de seguridad eran BRUTALES, incluso para los que asistían a la ceremonia. Todos y cada uno de los vehículos que iban hacia el aparcamiento del teatro (el mismo en el que aparcamos nosotros el día anterior, y que durante el día de los Oscars estaba totalmente reservado) debían detenerse ante una barrera policial (incluso la calle estaba cortada por bloques de cemento) que cacheaban el vehículo y sus maleteros. Durante la hora y media que estuvimos viendo pasar coches y limusinas no vimos a ningún famoso: de hecho, las limusinas siempre estaban tintadas por la parte de atrás, así que lo mismo tenía a un dos metros de distancia mía a Meryl Streep (posiblemente así fuera) y no lo sabía.

Cuando el tiempo comenzó a apremiar, y con mucha lástima por no poder haber visto a ninguna celebrity (y pensar que TODAS estaban a menos de 1 km. de distancia de mí, lo cual me excitaba enormemente), volvimos al restaurante que habíamos visto previamente.


Oh Señor, qué pedazo de experiencia fue aquella. El restaurante quedó a rebosar (menos mal que fuimos con tiempo) y conforme se hizo de noche y fuimos viendo la ceremonia, estar rodeado de cinéfilos viendo la ceremonia en ese pedazo de pantalla, en ese precioso lugar con una comida riquísima, es algo por lo que pagaría el poder hacer cada año si me fuera posible.


Esa fue la noche de la (para mí) aburridísima En tierra hostil en detrimento de Avatar, pero al menos pude llevarme muchas alegrías como el reconocimiento a esa maravilla que es Up! o el que El secreto de sus ojos se llevara muy merecidamente el Oscar a la mejor película extranjera.

Así terminó la noche: aunque luego volvimos al Kodak Theater, la calle seguía cortada y, todo hay que decirlo, Hollywood Boulevard cambia mucho (a peor) de noche, porque una vez te alejas un poco de allí, puede resultar hasta peligroso. Regresamos al hotel para ver un poco las noticias y los programas de allí comentando la jugada, y nos fuimos a dormir con la sensación de haber vivido un día mágico. Sin duda, el Oscar fue para Bigbro y Lilbro.

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