20 de mayo de 2005

Mi amor imperecedero

Ayer fui al estreno del Episodio III de Star Wars. Y, una vez más volví a encontrarme con un sentimiento maravilloso, uno de esos sentimientos que te hacen sentir la fuerza de la vida aún con más intensidad. Ese nerviosismo previo, ese estallido de adrenalina cuando comenzó la película, mi cara de éxtasis al ver las primeras escenas, como si no pudiera creérmelo... y al final, la sensación de haber vivido durante algo más de dos horas en un universo paralelo, y con la certeza de que has vivido algo grande.

No es por el hecho de ser la película que es o lo que significa para mi (que, efectivamente, es importante para mi), sino porque, más que nada, descubrí que estoy enamorado. Enamorado de ese tipo de sensaciones. La magia del cine, la magia y el tremendo poder de lo audiovisual elevado a su máxima exposición. Ayer me preguntaron al salir del cine y yo lo definí como un "orgasmo audiovisual". Así fue, ni más ni menos.

Toda mi vida he estado enamorado del cine. No solo del cine espectáculo, que no deja de ser el género que más se disfruta con los sentidos, sino también del que despierta hermosas emociones en mi corazón.

Recuerdo escenas en mi vida que nunca podré olvidar: miles, sin duda (la secuencia inicial de "El rey león", el "Come what may" de "Moulin Rouge", el ataque a la estrella de la muerte en "Star Wars", la llegada a Minas Tirith en "El Señor de los anillos", el viaje de Atreyu en "La historia interminable", el duelo de Willow con Bavmorda, el despertar de Neo al mundo real en "Matrix", la canción de Selma diciendo que puede ver todo pese a estar quedándose ciega en "Bailar en la oscuridad"...

He citado solo algunos de esos miles de momentos que se han quedado en mi retina, en mi mente, en mi imaginación, por siempre. Y, ¿no son por tanto parte de mis experiencias, de mi crecer y andar por el mundo, aunque sean ficción?. Sí, yo lo veo así. Saber que existe el cine, saber que puedo seguir yendo cuando quiera a ver películas a una gran sala con mis palomitas y mi coca-cola, para seguir viviendo más maravillosos momentos, es algo que me llena de alegría y vida.

Como un niño que vive el más profundo de sus sueños, como el amante que es correspondido tiernamente por aquel o aquella al que ama, como aquel que escucha la más hermosa de las melodías, hilando las notas musicales como si fueran cuerdas conectadas directamente con su corazón: así me siento yo con el cine. Es mi amor imperecedero. El amor que, pase lo que pase, me acompañará siempre. Los recuerdos que he compartido con él, que comparto, y que sin duda seguiré compartiendo. En momentos como los que viví ayer es cuando realmente renuevo mis votos de amor con el cine, cuando más consciente soy de cuanta "pasión" siento por él.

Gracias por existir. Gracias por hacer mi vida más hermosa.