6 de junio de 2007

Caminos de ida y vuelta

La batalla diaria del día a día de una persona obrera no es fácil. Siempre hay multitud, cientos de presiones que nos obligan a replantearnos nuestras prioridades: hipoteca, plazos, gastos imprevistos o impuestos… las personas que no pueden presumir de ganar un sueldo ingente al mes se tiene que conformar con las cosas pequeñas para poder vivir cómodamente en el día a día. Quizá una cena compartida con amigos una vez a la semana, quizás no… ir en transporte público a todas partes, recortar las vacaciones… y todas esas pequeñas cosas.

Conozco una persona que pese a que día a día me demuestra que esa vida no está hecha para él, hoy en concreto me ha hecho pensar mucho más de la cuenta. Para él, la vida obrera no le pega. Día a día me recuerda que la vida es una basura, que estamos mal pagados y que estamos esclavizados por las obligaciones. Y que, para más inri, las obligaciones van in crescendo. Cuando se tienen 20 años, la vida es una fiesta. Cuando se tienen 35, estás casado, hipotecado hasta las cejas, con un sueldo basura, trabajando de sol a sol y con al menos dos hijos que te roban el tiempo, la vida y el oxígeno que te restan. En definitiva, te has convertido en un esclavo del costumbrismo. La única salida es quejarse amargamente, llorar, pensar en tu vida pasada y en lo felíz que eras antes de que el peso de la vida cayera sobre ti. Estás estudiando en la UNED, pero no tienes tiempo de hacerlo. Es tu única escapada, estudiar algo que te permita trabajar por más dinero y por menos tiempo empleado en hacerlo.

Yo tengo otro punto de vista: la honestidad consigo mismo. Yo tengo la fe, la creencia de que, pese a que algo que es cierto e inevitable como que la corriente del río, de manera absoluta y total, te arrastra por su corriente… siempre se puede maniobrar, ir más despacio o incluso detenerse dependiendo del tramo. Yo no creo que la solución sea usar la frustración a modo de válvula de escape, aunque comprendo que sea la única que hay muchas veces.

Tampoco creo que el exceso de codicia o la envidia ayuden. Hay que sentarse y pensar qué funciona de tu vida y qué no, qué es lo que se desea de verdad e ir a por ello si se tiene voluntad para hacerlo. Pero esto último, qué se desea de verdad, es lo más difícil de obtener. Es una respuesta que prácticamente nunca llega y, en vez de a modo de mensaje con punto final, se trata de unos constantes puntos suspensivos.

Yo, con 26 años, no sé realmente a veces qué quiero o espero de la vida, ni en qué me he equivocado o no. Tengo una vaga idea, pero no es nada claro. No creo que tenga que preocuparme en exceso: simplemente hacer lo que el cuerpo me pida. Siempre se puede rectificar, retomar y escoger una nueva opción. El error, creo, consiste en dejarse llevar por una misma corriente porque sí en el caso de que se quiera tomar otra. No hay nada peor que la cobardía. Y esto, irónicamente, lo dice el más grande de los cobardes. Qué cosas.

Un abrazo.

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