27 de marzo de 2009

Unplugged

Desde hace aproximadamente un mes llevo dándole vueltas de manera bastante machacona a mi presencia virtual en la red, incubando lo que sin duda ahora me lleva a escribir estas líneas.

Hace ya un par de meses que vivo con mi Sera, y quizá haya sido ese el momento en que esta sensación de desencuentro parcial con la red ha empezado a hacerse patente. Porque, claro está, cuando se está en compañía ya no se utiliza tanto Internet. Eso es así, es una realidad certera. En caso de no tener la posibilidad de una compañía de carne y hueso (o no desearla), Internet es el mejor amigo para no estar solo.

Pero últimamente mi presencia virtual estaba llegando al límite, en el sentido de que estaba presente en casi todos los medios de estas redes sociales (este mismo blog, Facebook, Flickr, Youtube, los correos electrónicos de toda la vida), y un largo etcétera. Y la verdad, llega un momento en que resulta muy cansado.

Cansado porque incluso las redes virtuales exigen un cierto compromiso no siempre fácil de cumplir: tener el blog al día, escribir en los comentarios que dejan sobre ti o en los que tú dejas para seguir el hilo de varias conversaciones paralelas en Facebook, comentar fotos de tus contactos en Flickr… es imposible compaginar esto con el trabajo, el estudiar, el disfrutar de tu vida en pareja y de tus aficiones, al menos completamente. Simplemente no hay ni tiempo ni ganas de cumplir con todo. Algo debe resentirse; y yo lo tengo claro, ahora mismo lo que es susceptible de abandono en mi vida es Internet.

Veréis, lo cierto es que tras mi viaje a Japón (del cual, evidentemente, hablaré extensamente en los próximos meses, con calma) con mi querido Bigbro Guido, he estado reflexionando mucho acerca de cómo es mi vida actualmente en mi ciudad, mi rutina, mis amigos y la cotidianidad del día a día. Y llego a la conclusión de que soy plenamente consciente de estar viviendo uno de los momentos más dulces y maravillosos de lo que llevo en este mundo, porque se unen muchísimos factores que así lo hacen posible.

Me hago cargo, y tengo plena conciencia de que la felicidad no es una meta a la que se llega, sino que es un estado pasajero del que no tenemos todo el control que desearíamos, aunque siempre podemos hacer algo para potenciarlo y, lo que es más importante, aprender a estabilizarlo (esto lo he dicho varias veces en este blog, perdonad mi pedancia). Ahora soy plenamente feliz. Plenamente. Y consciente de ello. Y necesito disfrutarlo, porque me hace sentir bien, vivo, enamorado de todo lo que me rodea y mejor persona de cara a mí mismo y a los demás.

¿A qué me refiero con toda esta parafernalia?. Simplemente, que voy a desenchufarme parcialmente de Internet. Me explico: se acabaron los post diarios, al menos de momento, y mi (a mi gusto) ultrafrenética actividad en la red. El cuerpo me lo pide así, es lo que necesito. Mi vida requiere que me centre ahora en otras cosas. Esto implica que escribiré post espontáneamente, cuando me lo pida el cuerpo, pero con menos frecuencia.

Hace poco, estuve leyendo un interesante artículo sobre todo esto que definía la actividad social en Internet como Extimidad frente a la Intimidad de toda la vida. Y es cierto, aunque yo tengo mis propias creencias al respecto. Personalmente, y siempre desde mi prisma, la gente le da demasiada importancia a la intimidad. Está clarísimo que hay que respetar los límites personales que cada uno define para sí mismo, pero también debe hacerse a la inversa: si yo decido que mi vida (o parte de ella) sea de dominio público, no debería recibir críticas. Pero las recibo, sean verbales o no. Y, por ende, voy a seguir exponiendo mi extimidad según lo considere necesario, a mi nivel de entendimiento. Considero que mi extimidad es una parte importante de mi vida y soy feliz con ella: me trae muchos más beneficios de los que la gente cree, tanto de puertas para adentro como de puertas para afuera.

Pero ahora, mi intimidad pide permiso a mi extimidad para vivir. Y debo dejarle paso porque es lo correcto. Mi corazón me pide ahora más paseos, más lectura, más películas, más mirar a los ojos a mi amado novio, más veladas de conversación sobre la rutina, más evolución laboral. Y tener Internet reducido parcialmente respecto a ahora, no porque reniegue de ello sino porque es lo sacrificable ahora mismo. Nada más.

En fin, solo vengo a decir que aunque el tono del post suena a despedida, no es así; sigo presente, pero quizá me leáis un poquitín menos. Toda esta parrafada para algo tan sencillo... no tengo remedio, ¿eh?.

Un abrazo.