14 de febrero de 2005

Las bofetadas son necesarias

Es curioso cómo a veces nos vemos obligados a dar bofetadas (figuradamente, se entiende) a aquellos que queremos para que, al menos, intentemos hacerles reaccionar ante algo que indudablemente están haciendo mal y les está haciendo sufrir. Y por consecuencia lógica, a ti también, aunque sea de un modo distinto.

Voy a ser sincero: odio ser violento. Y cuando tengo que serlo, bien por obligación o bien por necesidad, no lo hago con gusto. Pero es necesario hacerlo en muchas ocasiones.

Supongo que todo el mundo se identifica con la situación en la que estás viendo a una persona que, a priori, es querida (o incluso muy querida) para ti y ves cómo se está hundiendo en un mar de mierda por pura estupidez. Entonces parece que, aunque le des tu brazo para agarrarla, el empeño de esta persona por meterse en ese mar es tan fuerte que bien te hundes con ella o bien la dejas marchar. Esa segunda opción es la que siempre debemos escoger, por nuestro bien.

Ya me ha pasado en más de una ocasión y con más de una persona en concreto, y cada vez he aprendido más lidiar con este tipo de situaciones. Lo cual no significa que en cada ocasión en que tengo que ser rígido, no sienta una especie de puñal atravesando mi corazón.

Supongo que cada persona tiene una personalidad que la identifica como la una o la otra en este tipo de situaciones. Yo tengo la suerte o la desgracia de pertenecer a ambos bandos, y por eso quizá puedo hablar con más conocimiento de causa. Porque alguien que nunca se ha visto en el lugar de otra persona, por mucho que lo quiera, no puede entenderla. Y es una cosa terrible el sentir esa desagradable sensación de morbosa alegría al dar lástima. Y lo peor de todo es que te avergüenzas de darla, y no eres capaz de admitir que lo haces conscientemente. Es una contradicción en toda regla.

Ya hace mucho que no me veo en esa situación y, honestamente, no creo que vuelva a darse por mi parte. Han pasado ya demasiadas cosas que me impedirán estar en ese lado, entre ellas el haber aprendido a quererme por cómo soy (ahora, de hecho, me cuesta pensar que no siempre ha sido así), y a encarar los problemas y buscar una solución en vez de lamentarme por ellos (arrastrando a los que quiero en el camino), aunque la entereza me llegue a duras penas.

Y en conclusión, aunque pueda sonar egoísta, el único favor que se puede hacer a un amigo en una situación así es... abrirle los ojos, aunque sea a bofetadas. Y desvincularse emocionalmente. Sólo así, a la larga, si ese amigo tiene la capacidad de comprensión suficiente, entenderá tu actitud. Y aunque no lo entienda, sabrás de todas maneras que ese es el mayor favor que puedes hacerle: apoyar y escuchar (y hacerlo de verdad), pero no alimentar su desdicha.

Antes de cerrar este post de hoy, me gustaría recalcar que hoy es el día de los enamorados. Pese a que, como la mayoría de las celebraciones hoy en día, se han visto completamente frivolizadas por la sociedad en que vivimos y, en cierto modo, ya no tiene valor real... en fin, me gustaría declarar que estoy profunda y emocionadamente enamorado. Y ya que sé que leerás esto, quiero que sepas una vez más lo importante que eres para mi. Porque solo a tu lado me siento pleno. Porque no puedo creer aún lo que has conseguido en mis sentimientos. Porque eres principio y fin. Porque lo que hay entre nosotros es puro, sincero y sin condiciones.
Y en definitiva, y aunque ya lo sepas... porque te quiero.

Un abrazo