23 de enero de 2006

Aún no

Emocionado y francamente conmovido me encuentro cada día que pasa por las más que numerosas muestras de afecto que recibo directa e indirectamente hacia mi, sea a través de los comentarios de este blog o bien de forma externa. Ya son varias las personas que me han pedido que retome la escritura de este Blog, y yo me pregunto: ¿Por qué?. ¿Qué tiene de especial este blog?. Para mi es una válvula de escape, un método personal y único de expresión, algo que sinceramente me hace falta. Pero no pasa de ahí. Es verdad que, con más o menos acierto, es una forma de hacer partícipes a conocidos y extraños de lo que acontece por mi mente, y no encuentro mejor cumplido que la buena acogida de estos comentarios. Sin embargo, aunque hoy y ahora estoy escribiendo, lo hago simplemente para decir que aún no puedo hacerlo asiduamente. No puedo, no tengo más razón que eso.

Han pasado apenas 3 semanas desde lo que ahora considero un punto y aparte en mi vida, algo que me ha cambiado profundamente y que sé que a la larga me convertirá en una nueva persona, o al menos en lo referente a la forma de entender la afectividad. Ya no es necesario hablar con ambigüedades: ya no estoy emparejado. Eso se acabó. ¿Motivos, razones, etc...?. A nadie le incumbe, salvo a dos personas. Y ahí se queda todo. Y esa es la razón principal (que no la única) de mi más que complejo estado emocional.

Actualmente me siento una persona que pasa por el día a día completamente disperso, absolutamente perdido, profundamente extraviado. Lo que antes era un fuerte dolor interior y exterior ahora se ha transformado en una serena melancolía, un pesar que llevo por dentro y que si bien ya no me oprime hasta el extremo del sufrimiento, aún está ahí. He pensado muchos días en lo que me causa todo esto, en el porqué no dejo de correr y sin embargo no puedo avanzar. Estoy leyendo un libro ahora, que me han prestado, llamado La fuerza del optimismo, y hay una frase que me parece muy propicia: “La dicha o la desdicha no dependen tanto de los avatares de la vida como del significado que nosotros mismos les damos”.

Ahora mismo no me siento desdichado, aunque sí frágil. Me considero una persona bien amueblada e intelectualmente autosuficiente como para comprender los diversos puntos de vista de las cosas que suceden a mi alrededor, de asimilar esos avatares de la vida como algo que simplemente ocurre. ¿El mundo se ha detenido?. ¿No sigue saliendo el sol por las mañanas?. ¿No sigue la gente a mi alrededor viviendo igual que lo hizo ayer?. ¿Qué ha cambiado entonces?. Simplemente nada. No ha cambiado nada en absoluto. La vida continúa, y ahí debo seguir yo, dentro de la corriente que me lleva a cada momento a un lugar incierto.

Hay un rasgo físico en mi que es bastante curioso: el brillo de mis ojos. La intensidad del brillo de estos está directamente relacionado con mi estado de ánimo, como si este hiciera de ellos una hoguera más o menos avivada. Hace poco, más de una persona ya me ha comentado que ese brillo apenas es perceptible. Mis ojos se han apagado. He perdido la ilusión por muchísimas cosas. Y no solo eso: me han llegado a decir que han perdido buena parte de la inocencia inherente que poseían. ¿Y por qué no?. ¿No es sino la vida un cúmulo de emociones positivas y negativas que van alimentando nuestro espíritu, alma o como le queramos llamar, y que para bien o para mal van llenándonos de experiencias, de vivencias hermosas y trágicas, que si bien nos enriquecen enormemente también nos arrebatan poco a poco la inocencia?. Así es como yo me siento. Feliz por todo lo que he vivido hasta ahora, desdichado por el presente aciago que cubre mi día a día, ilusionado por la promesa del mañana. No voy de víctima. No soy una víctima. Tampoco pretendo dar lástima, pues es dar lo peor de sí mismo.

Antes de comentar directamente a las personas que de un modo u otro me han acompañado estos días, debo decir lo siguiente una vez más: aún NO puedo escribir en el blog de forma regular como hacía antes. No mientras cada vez que escucho a Amaral me ponga a llorar, no mientras pasee por Madrid y en cada esquina encuentre recuerdos, no mientras no encuentre mi lugar en el mundo aunque sepa dónde está ubicado, o mientras me ponga a llorar si alguien parece empezar a mostrar un mínimo interés en mi. Y sin embargo, estoy bien: comenzando desde cero. Comprendiendo a cada momento que cada instante es único e insustituible, que no hay nada más bonito que vivir, que compartir emociones, que amar cada partícula del aire que hay en el mundo. Y sobre todo, entendiendo despacio y con buen pie que los recuerdos no deben ser considerados una atadura o una cadena que te oprimen, sino algo maravilloso que nunca podrán arrebatarte y siempre serán parte de ti.

Ha habido momentos en que me he sentido como los protagonistas de esa maravillosa película, Olvídate de mi, en que hubiera deseado ser como Clementine y Joel, y borrar de mi mente muchas cosas. Pero entonces recuerdo esa escena en que están debajo de las sábanas y ella le cuenta cosas de su vida, y desnuda su alma ante él, y él la recibe afectuosamente... y entonces, cuando me acuerdo de eso y encuentro un paralelismo, me doy cuenta de que ese tipo de recuerdos no deseo apartarlos de mi.

Estoy frágil. No estoy bien. Pero lo estaré. ¡Lo sé!. Poco a poco volveré a ser el Dani que era, aunque el brillo de mis ojos y su inocencia ya no vuelvan a ser los mismos. Porque no lo serán. Y esto no lo considero algo negativo, sino la consecuencia lógica de la forma de hacer las cosas por mi parte y del movimiento de la marea en general.

Sin condiciones. Esas son las palabras mágicas y el pilar central de nuestras creencias en todo. Y lo mantengo, y siempre lo mantendré: al final, lo único que merece la pena en la vida es el afecto que permanece. Y así será. Y así querré que sea el resto de mis días. Y así será una vez más.

Dufraine, ya te contesté en el foro de MundoDVD, pero te lo vuelvo a decir: apenas nos conocemos, y apenas nos vimos en persona un día en la kedada de hace unos meses, pero te agradezco de todo corazón lo que has dicho.

Dolly, nena, nuestro fortuito encuentro por Maricalandia fue inesperado hasta extremos insospechados y divino de la muerte. No entro en detalles porque las divas debemos reservarnos nuestros cotilleos, y lamento sólo que no estuvieran contigo ni Gigi ni Furcia. Pero ya quedaremos para ir por el IKEA, descuida. Ojo: no olvido NI UNA SOLA de las palabras que intercambiamos. Gracias, nena. Un día de estos nos iremos al Priscilla para bailarnos un She works hard for the Money.

Manu, no creo que deba reiterarme más en lo que siempre te he dicho desde que te conozco. Tu presencia distante y no tan distante han sido cruciales para mi estos días. Nos quedan muchas cosas que vivir juntos, aunque sean poco a poco y en largos intervalos. Gracias por tu amistad, por ser como eres. Te quiero.

Isaac, ¿qué puedo decir?. Tuviste que “aguantarme” en una situación límite y lo hiciste con toda la diligencia posible. Eso es impagable. Gracias por mencionarme en tu blog en más de una ocasión, y hablar conmigo muchas veces por el MSN aparte de nuestro fugaz y único encuentro real. Se cumple lo que dice mi querido Tolkien: El invitado que no se espera es muchas veces la mejor compañía. Me quedo con eso. Que sean muchos más. Adelante, campeón. ¡Tienes que contarme qué tal ha este fin de semana, ya sabes!.

El resto de personas que mencionaría no escriben comentarios en el blog, por tanto permaneceré callado respecto a ellas, pero sin dejar de recordarles que si no fuera por ellas, no sé qué haría ahora mismo. Mil millones de gracias.

Por último pero no menos importante, debo contestar a mi amigo anónimo del último Post: aún no puedo. Aún no, al menos de forma asidua. Soy una fina copa de cristal que se puede romper y hacer añicos fácilmente en estos momentos. Me estoy endureciendo, estoy avanzando de forma espectacular e indudablemente no me siento ya la piltrafa que me sentía hace unos días. Soy nuevamente yo, pero extraviado. No sé quien soy realmente, pero estoy recuperando la memoria despacio. Y sí puedo decir una cosa: la CKT ya no existe. El recuerdo de eso será bonito con el tiempo, y me encantaría oírlo de nuevo de forma asidua (y espero que así sea), pero ahora eso ha muerto. La sola mención de algo tan simple se me hace doloroso ahora. Aún así, con todo, GRACIAS. Por seguir ahí, por respetar todas mis decisiones, y ante todo, por tu humildad. Nunca olvides las palabras de Atocha. NUNCA.

Hasta nuestro próximo encuentro. Me despido diciendo lo mismo que la última vez: volveré. Cuando Dani vuelva a encontrarse consigo mismo.

Un abrazo.