22 de junio de 2005

Un refugio contra el cinismo

Ayer me levanté tranquilamente a las 9:30 de la mañana, pues ¡oh maravilla! no tenía que trabajar gracias a uno de esos días de convenio colectivo entre trabajadores. Con mucho sudor y con algo de falta de respiración, sin duda motivado por la ola de calor que recorre estos días la península, me fui directo a la ducha, de donde salí con una nueva forma de entender el día. Era una buena hora, estaba recién duchado y me sentía muy fresco, alegre, dicharachero. Hice la cama, me acicalé un poco y me dispuse a tomarme un buen café con leche y una tostada. ¡Un panorama inmejorable!. Me esperaba un día de gestiones sin prisas (cosa muy extraña, en verdad) y una estupenda perspectiva de ir al cine por la tarde con mi chico.

Pero cuando me dio por poner la televisión y comencé a escuchar, un día más, las noticias de nuestra sociedad, mi ánimo volvió a decaer. No por una sola causa ni dos ni tres: eran prácticamente todas las cosas que veía las que provocaban en mi un sentimiento de rabia, impotencia, desespero, estupefacción.

Honestamente, no hay día que no sienta que este mundo se mueve por demasiados intereses que se podrían considerar inhumanos, partidistas, egoístas. Y lo peor de todo es que en términos generales la población no hace sino demostrar una gran ignorancia en muchos casos, y pasivismo y conformismo en otros.

No hablo ya de términos políticos, ni de los innumerables ataques que últimamente recibe de forma descabellada e injusta el colectivo homosexual, o que un dinosaurio vuelva a ganar las elecciones gallegas, ni los asuntos de presupuestos europeos... no son más que minucias. Lo que me carcome es, en su síntesis más básica, ese CINISMO que hay en cada uno de los ámbitos de esta sociedad.

Supongo que quizá últimamente mis blogs son algo monotemáticos. Cada día es lo mismo y cada día, a su vez, es distinto el sentimiento que albergo acerca de todos estos menesteres. Es por eso que, quizá, a veces no soy capaz de discernir, distinguir o recalcar las diferencias entre los comentarios que escribo de tanto en tanto.

Pero para que este blog no se convierta en el mismo de la semana pasada, añadiré un matiz: una conclusión a tanto desatino. Me gusta MI mundo, no el mundo que me rodea.
Esta mañana me he levantado bastante mal. Anoche me acosté con muy mal cuerpo y he dormido en medio de delirios, sudor y mucho, mucho calor. Y al llegar al trabajo, sorprendentemente, me he encontrado de manera muy diferente.

No sé qué me ha impulsado a ello, pero de repente mis sentidos han pasado a un estado distinto al que la percepción habitual de las cosas están habituados, y cuando he dado los buenos días a las chicas en la cafetería, un calor ha invadido mi cuerpo. Cuando la gente ha empezado a pedirme informes, también. Ha sido como si, de repente, en cada bocanada de aire que daba, en cada palabra que intercambiaba con la gente, en la forma en que podía expresarme o en la que se expresaban hacia mi, hubiera algo más que lo aparente.

¿Qué era eso que percibía?. La familiaridad. El contacto. La confianza. No en todos ni de la misma forma, pero ahí estaba. Y empecé entonces a pensar en Sergio y la agradable tarde de sábado que pasamos con su hermana y el novio de esta, paseando por Nuevos Ministerios en el carnaval de Carlinhos Brown, en la comida que tuvimos con mi madre el domingo, en la tarde de charla con María y Jose, en la sincera amistad que mantengo con Jose y que se manifiesta en cada una de las palabras que intercambiamos, en la alegría de poder compartir una tarde de compras y cine con Javi... y por encima de todas estas cosas está el poder sentarme en el sofá de la casa de mi niño, y tomarle la mano mientras hablamos de miles de cosas, vemos la tele, o nos miramos a los ojos...

Pero me temo que estoy volviendo a divagar en mis pensamientos. No es por ahí donde deseo que todas estas líneas acaben dirigiéndose.

Lo que quiero decir es que el mundo puede ser un auténtico desastre en su base social y en su visión más aparente, pero mi mundo, aquel con el que despierto y aquel con el que me voy a la cama, es mucho más bonito de lo que a veces quiero creer que es, o simplemente soy capaz de ver. Y ese, ese pensamiento, que está presente en mi mente menos de lo que quisiera, es el que quiero expresar. Lo hermoso de saber que en medio de un océano enorme, la pequeña burbuja en la que se desarrolla mi existencia es mía, sólo mía, y es un oasis en medio del desierto, un cálido refugio en medio de la nieve, un consuelo para el espíritu atormentado.

Me gusta mi vida. Y por ende, todos los que están en ella.