5 de octubre de 2009

Ventinueve


Vaya hombre… resulta que también cumplo años como todos los mortales, e incluso estoy a punto de entrar en la edad madura oficial, según todos los estándares que la sociedad actual me indica por todos sus frentes. Qué jodienda, ¿eh?. Pues no; ni mucho menos. Hoy cumplo 29 años en este planetita tan lleno de incoherencias, locuras, sinsentidos y locuras… y me siento tan pleno y lleno de vida que casi me parece un milagro.

Creo, si no me equivoco, que este post va a ir más o menos por los mismos derroteros que los de otros años, y lo cierto es que ni puede ni debe ni desea ser de otro modo. Veréis, es que yo jamás tuve quince años. Ni trece. Yo pasé de los 10 a los ventipico de golpe y porrazo y de un día para otro, con lo cual mientras mi cuerpecito se meneaba por ambientes que no le correspondían (y por favor, esto no tiene absolutamente nada que ver con la homosexualidad, lo dejo bien claro), estaba dentro de un via crucis que quería que terminara cuanto antes. Y terminó.Y no lo echo de menos. Nunca me gustaron los términos medios: o adulto o niño, pero nunca adolescente. No me pegaba, nunca me gustó.

Ahora, con esta edad recién cumplida, me miro a mí mismo, intento observarme en mi interior, y encuentro una mezcla realmente sorprendente: la de un niño inocente, caprichoso y (muchas veces, no todas por suerte) bastante ignorante mezclada con la esencia del adulto más maduro que intenta con todas sus fuerzas analizar, comprender y mejorar su forma de ser. Hay quien por ello me tacha de freak, otro de tarado, otros que me miran con extrañeza, y afortunadamente en su mayoría me ven simplemente como Dani.

Y es que, como ya he recalcado muchas veces, me gusta ser la persona que soy, y cumplir los años año por año asumiendo la inevitabilidad del paso del tiempo con cierto sosiego, respeto y afecto por todo lo que he vivido en el pasado y lo que estoy viviendo ahora mismo, sin dejar de ilusionarme con todo lo que (espero) tengo por delante. Me gusta decir que todos cumplimos años al mismo tiempo, y recalcarlo: quien es mayor que yo puede ponerme la etiqueta de jovencito, al igual que mis primos pequeños pueden llamarme viejo, pero lo que es una verdad inamovible es que los años los cumplimos a la vez. El que es mayor que yo también ha vivido más y sabe más de las cosas que yo, aunque no siempre eso es garantía de nada.

Y yo ahora soy el Dani de su barrio natal, el Dani chiquillo del cole, el nieto, el hijo, el primo hermano, el Dani de su familia en definitiva… el Dani del instituto, el Dani de comercial en su primer trabajo profesional, el informático, el amigo inseparable, el conocido, el amante, el ex–amante, el entregado cinéfilo, el madrileño, el que ama a Tolkien, el Manga, el impresionismo, viajar por exóticos lugares solo con su mochila, el que llora a mansalva por tonterías, el caprichoso, obsesionado y visceral, el afectivo, apasionado y a veces obsceno, el ignorante y el versado según de qué le hables…

Soy simplemente yo con 365 días más de vivencias, experiencias y, quiero creer, sabiduría. A día de hoy, insisto, miro atrás y me gusta ver todo lo que he vivido y especialmente con quién lo he hecho. Y, a día de hoy, con muchos proyectos en marcha, un nuevo hogar que se antoja ya muy cercano junto a la persona que amo, y especialmente por mis amigos, mis hobbies, y todo aquello que adoro y aprecio de este mundo tan loco y a veces enfermo.

Soy… Dani, pero con 29 años. Y nunca, nunca jamás creí que a esta edad tendría todo lo que tengo ni que habría hecho tantas cosas. ¿Es posible plantearse, dentro de los problemas cotidianos del día a día, el cómo es posible ser tan feliz, estar por encima de tantas cosas que tanto parecen preocupar a los demás y a mí me parecen insustanciales?

Cuanta tontería suelto, ¿verdad?. Es difícil agitar algo que se describe, simplemente, como felicidad serena. El asentamiento de todo lo que tienes dentro de ti, como unas delicadas aguas serenas que apenas se mueven. Así es como me siento ahora, a día de hoy. Y me encanta. Y me llena de mucha paz, sin alardes de ningún tipo.

Así que, a riesgo de parecer ególatra (la verdad es que me importa poco): Feliz cumpleaños, Dani. Aquí estaré el año que viene para escucharte (o hacerme escuchar, viva el egocentrismo).

Un abrazo fuerte.