22 de septiembre de 2005

Destino + Imposición

En el día de hoy pienso mucho en dos cosas que han marcado mi actividad cerebral en las últimas horas. Aparentemente muy diferentes entre sí, pero ya se sabe que mi mente es capaz de encontrar conexión en ellas de las formas más extravagantes, extrañas, inútiles o incluso macabras.

La primera de las cosas que acuden a mi mente tiene que ver con lo ocurrido al ciclista que ha aparecido carbonizado en Madrid. Como todo parece apuntar, le atropellaron y quisieron borrar sus huellas quemándolo y dejarlo por ahí. No se descarta tampoco que haya sufrido tortura, lo cual ya cambia muchas cosas, pero... si nos basamos en lo primero, en que fue quemado para ocultar pruebas, yo me pregunto: ¿Dónde está la decencia humana?. Hay que ser ruin, miserable, peor que una bestia salvaje para hacer lo que esas “personas” han hecho. Ayer me plantearon no una, sino dos personas, la posibilidad de que esas personas sufrieran el resto de sus días un enorme cargo de conciencia. A ambos les contesté lo mismo: depende.

Quiero decir que, por desgracia, todos hemos conocido casos de gente a la que, honestamente, no le vemos la conciencia por ningún lado. No la tienen, no existe. Y entonces, ¿dónde comienza la humanidad de una persona así?. Sin duda, hay muchísima gente que podría tacharse de inhumana en términos muy literales.

Pero lo que me atormenta es la idea de que eso nos pueda pasar a cualquiera en cualquier momento y cualquier circunstancia. Es ese azar, ese caos o libre albedrío que compone el día a día de nuestra existencia. El otro día vi un video en mi autopista en el cual se veía un accidente dentro de un túnel. El túnel estaba vacío, tenía 3 carriles, y alejados el uno del otro había un camión cisterna y un turismo. De repente, el camión cisterna perdió el control (parece ser que se durmió) y se estrelló contra una de las paredes del túnel, y el turismo que iba justo detrás no tuvo tiempo de hacer nada: se estrelló contra él y todo salió en llamas. El conductor del camión murió (lo sé fehacientemente), y el del turismo está muy grave. Y todo en 5 segundos (puedo ver esa grabación todas las veces que quiera y no me acostumbro).

La otra cosa en la que hoy he pensado mucho es en mi queridísima amiga Cristina, antigua compañera de trabajo en DMR. Ayer quedé con ella y otra amiga, Mónica, junto a mi chico en un bar de Getafe. Y la miré a los ojos y encontré algo extraño en ellos. No extraño: simplemente no eran sus ojos de siempre. Veía mucha tristeza, un mar de desilusión oculto en ellos, pero visible si los miras fijamente. Supongo que el trabajo y el estrés están haciendo mella en ella.

Desde que conozco a Cris siempre he sentido un desmesurado cariño hacia ella. Es una de esas criaturitas adorables que pululan por el mundo y lo llenan de alegría o, por lo pronto, me hacen recuperar la fé en él. Yo hace ya un tiempo que estoy fuera de su vida más cercana, y por ende no puedo hablar con ella todo lo que quisiera. Así son las cosas según el tiempo pasa y distancia, aunque se mantenga la esencia de nuestra amistad.

Me gustaría que personas como Cristina fueran felices: en verdad no se merecen otra cosa. Y en ese sentido lamento no poder hacer más, pues yo mismo a veces soy incapaz de encontrar mi propia felicidad.

Pero ahora vamos al nexo que pretendo establecer entre lo primero y lo segundo: ¿Qué tienen que ver la muerte de un transeúnte a manos de unos sinvergüenzas con lo bien o mal que pueda estar una amiga mía?.

El nexo es la imposición del destino, sin más. Este ha hecho que Cris tenga que pasar por una etapa laboralmente dura, y ha hecho que este hombre fuera directo hacia su fin de la forma más fortuita, casi irritantemente fortuita. ¡Qué fácil podría haberse evitado si se hubiera quedado en casa!.

El destino te impone muchas cosas: pero no sé si destino o imposición están ligados entre sí, de miles de formas diferentes. El destino nos impone lo bueno, lo malo de nuestra vida: desde lo más superficial a lo más relevante, pasando por el principio y el fin de todo lo que hacemos. Es una idea terrible, lo sé, pero creo fervientemente en ello.

Qué miedo da el destino a veces, ¿verdad?.

Un abrazo.

21 de septiembre de 2005

Limbo

En su definición académica, el Limbo es un lugar donde van las almas de las personas sin bautizar y que no han alcanzado el uso de la razón, o el sitio donde permanecen los espíritus de santos en espera de la redención de la humanidad. Esto es, por supuesto, basado en dogmas de la religión cristiana.

Pero yo no voy a utilizar esa definición, aunque sí voy a emplear su verdadero significado para establecer un paralelismo entre este y una situación personal, por enrevesado que pueda parecer.

Estoy en un Limbo. Peculiar, único, propio, pero ahí me encuentro. Me siento entre dos mundos y a veces creo que o bien no sé por cual decidirme, o por el contrario soy incapaz de entrar en ninguno de ellos por completo.

Hay muchas mañanas que me despierto, como me ha pasado en días previos, en que me viene la mente preguntarme quién soy. Y no encuentro la respuesta. ¿Dónde empiezo yo, dónde termina el resto?. Últimamente mi personalidad se ha visto bastante anulada por factores externos, en parte por imposición y en parte por sumisión (y esto último no deja de ser una elección personal, desde cierto punto de vista). Y eso me ha sumido en una pequeña crisis de identidad, seguido de una inevitable tristeza. Pero no hablo de los términos crisis o tristeza como algo extremo, sino como algo que me roza, que siento ligeramente. Algo que me hace preguntarme cosas, reflexionar, indagar en mi yo interior. Entrar dentro de uno mismo, e intentar comprender, es uno de los retos más importantes a los que nos vemos obligados en la vida. Y por lo menos tengo el gusto de decir que yo lo hago con mucha más serenidad de lo que pensé en un principio que sería capaz.

¿Quién no se ha sentido en un Limbo en más de una ocasión?. ¿Quién no ha dudado de sí alguna vez, de su esencia, de aquello que quiere, aquello que busca, que no puede encontrar?. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado qué es lo que queremos realmente?. ¿Cómo saber si nuestros sueños son verdaderos?. ¿Quién eres tú?.

Si tuviera que describirme a mi mismo, creo que utilizaría adjetivos tales como bienintencionado, honrado, honesto, sensible, receptivo, cariñoso... pero también impaciente, visceral, aniñado, pedante, obstinado, inseguro... y a veces me cuesta mucho reconciliar la primera parte con la segunda.

Hay gente que es capaz de vivir con sus dos yo de una manera más o menos homogénea que otros no podemos. Yo soy en la mayor parte del tiempo como el aceite y el vinagre sin remover en un vaso. Odio mi peor parte, la que no me gusta de mi, la que me hace mostrarme como un pelele.

Pero, ¿por qué ese extremismo?. ¿No debería ser más fácil el poder controlar las emociones, lo que nos rodea?. Hablo de las emociones positivas y las negativas por igual, por supuesto. El vivir las cosas con demasiado ímpetu puede llevarte al cielo o al infierno en tan solo un chasquido de dedos. En definitiva: ser pasional, en su definición más literal, puede ser terrible si no se está preparado para serlo.

Dentro del mar de emociones buenas y malas que nos inundan día a día, es bonito pensar que tenemos diferentes personas alrededor que nos equilibran como en una balanza. Así vivimos, y así nos desarrollamos, y así aprendemos. Aunque a veces tengamos la sensación de que nosotros mismos estamos desequilibrando esa balanza.

Supongo que con todo esto que acabo de escribir no pretendo sino reflejar que de un modo u otro, las personas tenemos, dentro de nuestra propia estabilidad como personas, un componente de inconstancia, de duda ante la existencia, de duda ante nosotros mismos. Un Limbo interior.

Pero eso no creo que sea malo: de hecho, a veces ayuda a que encontremos con más certeza nuestro propio sitio. Sólo hay que saber verlo.

Un abrazo.

14 de septiembre de 2005

El amor está en el aire

Qué difícil y qué complejo es el amor... y sin embargo, qué bonito es cuando llega y vez a una persona disfrutar de esa emoción única e irrepetible que es la llegada de un amor sincero.

Ya he hablado alguna vez por aquí de mi querida amiga Dora. Desde hace dos años que se marchó a su pueblo natal, Montilla (Córdoba) tras una larga estancia de estudios en Madrid, donde nos conocimos, ha dedicado su día a día a dar alguna clase eventual de música en una escuela de su pueblo y, sobre todo, hincar los codos para aprobar unas oposiciones. ¡Cuantas veces habré pensado en cuanto la admiro por la constancia, la dedicación y el aplomo que ha demostrado!.

No siempre ha sido fácil para ella: más de una vez hemos hablado y me ha confesado la tristeza que le supone entregarse a un sueño que implica una gran incertidumbre, a la falta de amor en su vida... y yo siempre le decía Mi niña, todo llegará...

Y llegó. Ayer, tras varios meses de lapsus, hablé con ella. Y me dijo que había aprobado las oposiciones. Y que llevaba unas semanas viviendo en Sevilla, donde le habían dado una plaza provisional, que se sentía feliz, que vivía sola en un barrio estupendo. Y además me dijo que estaba con un chico al que yo ya conocía: Rubén, de Madrid. Es decir, que su historia ya venía de varios años atrás sin materializarse del todo.

Pero yo no pude evitar emocionarme. Mi pequeña Dora, con tesón y fuerza, ha logrado materializar su largamente esperado sueño. En poco tiempo se ha materializado todo aquello que anhelaba: el trabajo que quería, la independencia, el amor. Ayer parecía feliz, en base a sus palabras. Y por ende, yo también.

Me gusta ver felices a aquellos que quiero. Su felicidad es como un reflejo dorado dentro de un espejo en el que he visto numerosas vivencias agridulces, de las cuales he sido testigo.

Alegría y amor, pérdida o dolor, los amigos estamos para ser testigos de todo eso.

Me alegro por ti, Dorita.

Un abrazo.

El dilema de no saber cocinar

Pues no... no sé cocinar. Ni planchar. Ni siquiera sé poner una lavadora. Patético, ¿verdad?. A mis casi 25 años no soy capaz de hacer lo que se supone es imprescindible para un adulto. Y sin embargo soy capaz de hacer otra serie de cosas aparentemente mucho más complejas. Me resulta ridículo y patético.

Esta mañana me he puesto bastante triste cuando he empezado a pensarlo... estábamos desayunando mis compañeras y yo y ha surgido el tema de la comida: qué bueno está un cocido, o una lasaña casera... entonces he empezado a pensar en toda la gente que me rodea que es realmente apañada... mi chico es un cocinero excelente y también en todos los quehaceres caseros... es un amito de su casa. Y no sólo él: casi toda la gente de mi edad también es capaz de desenvolverse con todas esas cosas. Pero yo no. No porque no me vea capaz, sino porque no tengo la experiencia que debiera tener.

Mi madre es la razón. Es demasiado celosa de lo suyo. Si alguna vez he intentado decirle déjame hacer esto o lo otro, ella acaba mandándome a paseo. Si saco más de una sartén en la cocina, no para de merodear cual moscón cojonero y molestando más que otra cosa. Si le pido que me deje usar la lavadora, me recuerda que no tengo ni idea de cómo debo separar las prendas o cómo usarla. Si le pido que me deje planchar, siempre me responde sí claro, para que te cargues todas las camisas. Pero, ¿no se supone que debo aprender aunque meta la pata?. ¿No es ese el concepto del aprendizaje?. ¿O es que ella tiene que sentirse útil en ese aspecto para suplir otras carencias que ella misma posee?.

Hace ya bastante tiempo que me he resignado a interpretar el rol de niño bien con ella respecto a todas estas cosas, para no tener que aguantar el suplicio de su falta de confianza en mis habilidades, y esperar pacientemente al cada vez más cercano día en que me independice. Sería absurdo, a estas alturas, que me diera miedo enfrentarme a una vida independiente y hacer todas estas cosas que hasta ahora no he tenido ocasión de hacer.

El único problema, lo único que me carcome, es que siento que me estoy quedando atrás. Hay muchas veces en que me siento fatal, por no decir horrible, cuando se me recuerda que yo no tengo que dedicar tiempo a las tareas domésticas. Es otra forma de decirme Niño mimado, deja a los adultos que hagamos las cosas de los adultos, con cierto desdén.

Creo que todo esto va más allá dentro de mis propias emociones: en el fondo, es como si estuviera corriendo, me encontrara con un vallado, y sintiera rabia ante no poder atravesarlo. Algo que viene muy de atrás. Y no pretendo librarme de mi propia responsabilidad: es muy fácil decir es que no me dejan, pero tampoco lo es el enfrentarse a una persona que no razona...

Si muchos supierais las ganas que tengo que atravesar esa valla...

Un abrazo.

13 de septiembre de 2005

¡Corre, corre, corre!

¡Dani, tienes que hacer en menos de dos días un programa que se conecte recursivamente con más de 50 ordenadores remotos, y que todos los días recupere los archivos de Log y se queden Zipeados en orden jerárquico en un servidor común para su posterior consulta!

¡Dani, ¿dónde están los informes estadísticos comparativos de este mes?!

¡Dani, tienes que acabar el manual de explotación de la autopista! ¿Que Quique aún no te ha dado los manuales que le tocaban terminar a él?. ¿Pero tú crees que eso me importa?.

¡ Dani, nos han llegado las ofertas de las empresas para la nueva autopista!. Son unas 10.000 páginas por concursante... necesito un comparativo detallado de todas ellas para el viernes. ¡Ah!. ¿Que dices que no tienes tiempo?. ¿Que tienes vida propia?. ¡Pero si tú y tu vida sois de mi propiedad!.

¡Dani, deja de perder el tiempo escribiendo en ese Blog que tienes!. No es productivo, no es productivo.

¡Corre, corre, corre!.

12 de septiembre de 2005

Una tarde de nubes y claros

El clima tiene muchos paralelismos con el estado anímico... siempre se asocia la lluvia y los días grises y oscuros con la tristeza, y los días soleados, dorados, claros, con la alegría y la felicidad.

Pues yo no estoy de acuerdo con eso: a mi me fascinan los días grises, medio lluviosos, de ventisca, siempre y cuando no superen cierta medida. Me transmite una sensación maravillosa, me hace sentirme más vivo, más lleno, más intenso. Y un día de calor puede llegar a resultar una auténtica tortura, y transmitir más una sensación de vacío, desazón y soledad más que otra cosa. Evidentemente, todo depende del contexto en el que nos movamos, tanto física como emocionalmente.

Ayer fue un día maravilloso: nubes y claros. El contraste perfecto. Y en cierto modo viví para mis adentros una sensación de reencuentro con todo aquello que soy y todo aquello que quiero. ¿No habéis sentido alguna vez como si despertarais de un largo sueño?. No diré que me ha pasado algo así, pues creo ser una persona de por sí bastante despierta aunque a veces desesperadamente pedante.

Ayer por la tarde me dirigí tras comer con mi chico al centro de Madrid, donde había quedado con ese pequeño gran hombre que es mi Manu, y allí también estaban la encantadora María (¡hasta cuando me dijo que me odiaba sentí ternura por ella!), y su amiga Carmen, a quien conocí ese mismo día y me cayó muy bien.

Hacía meses que no veía a Manu (desde la última quedada de MundoDVD), y era la primera vez que nos encontrábamos al margen de las quedadas. Es cuanto menos pintoresco pero no por ello menos bonito cuando pienso en el cariño que le he cogido a Manu desde que nos encontráramos por primera vez en noviembre del año pasado. Ha sido como encontrarme a una persona de esas que puedes considerar afines en muchos sentidos, alguien con quien siento que puedo hablar de cualquier cosa, un confidente. ¡Y en persona sólo me le he encontrado 4 veces!. ¿Es lógico pensar en amistad con una relación de estas características?. Qué curiosas somos las personas... podemos convivir con una persona durante muchos años y no tener la mínima sensación de afecto por ella, y sin embargo puedes encontrarte con un desconocido y llegar a tenérselo en un par de encuentros. Aunque supongo que en todo eso se basan las relaciones humanas.

¿Cuál es la conclusión, o a donde pretendo llegar con este comentario?. Pues que realmente creo en la química, en la afinidad, en que unas personas estamos más unidas a otras más allá de lo que parece lógico, una especie de hilo invisible que nos une. Me ha pasado contadas veces en la vida, pero las pocas veces que me ha pasado lo he tenido claro: si conozco a alguien que de un modo u otro me parece especial, no me cabe la menor duda.

Recuerdo a mi profesor, Angelote... recuerdo a Raquel, mi monitora juvenil... recuerdo a mi querido Sergio, a quien amo con todo mi ser... gente que siempre va a ser especial para mi. Toda mi vida.

Pero creo que me he embelesado demasiado en este pensamiento o reflexión, porque mi tarde de nubes y claros no terminó ahí. Tras pasar un par de horas charlando tranquilamente con Manu, María y Carmen, donde hablamos de todo tipo de cosas tomando un Café (o té) en una cafetería en la calle Toledo y lo pasamos realmente de fábula, me dirigí a la gran vía donde había quedado con mi no menos querido Jose. Estuvimos echando un vistazo por la FNAC de Callao y me compré un libro para comenzar mis estudios de PHP (y es que uno no puede dejar su vena programadora a un lado). Me agradó ver a Jose: está últimamente feliz y radiante, y eso me llena a mi de felicidad y orgullo.

Cuando nos despedimos, ya había quedado con mi chico guapo para pasear un rato por el Paseo del Prado, y así lo hicimos. Y cosas de la vida, mi pequeño se encontró con una amiga y su novio y acabamos dando un paseo juntos y tomando algo en una terraza en la calle Hortaleza. Y fue otro encuentro estupendo, pese a no conocer previamente a estas personas.

Finalmente, y ya siendo casi las 10 de la noche, Sergio y yo volvimos paseando por la gran vía, pasando por Cibeles y llegando a Neptuno, y le llevé a casa. Ese paseo fue muy bonito: una temperatura ideal, las luces de madrid iluminando nuestros pasos, sin gentíos: en verdad, no hay mayor regalo en este mundo que pasear por Madrid abrazado a mi chico.

La vida está llena de nubes y claros. Momentos mágicos, momentos simples llenos de encanto, momentos complejos llenos de desazón.... momentos, en definitiva, que componen una sinfonía agridulce que define nuestro día a día de miles de formas y matices distintos.

Mis nubes y claros me mostraron en el día de ayer que soy una persona afortunada y que estoy orgulloso de los que me rodean y, por qué no decirlo, de mí mismo.

Un abrazo.

8 de septiembre de 2005

Agujetas

Hoy he dormido de fábula... hacía muchos días que no dormía 8 horas y media de un tirón y plácidamente. Supongo que el hecho de que el calor haya descendido notablemente ha tenido algo que ver... de hecho, me he puesto pijama y me he tapado en la cama. ¡Ojo!. No un pijama de invierno, que si no podía achicharrarme.

Sin embargo, esta mañana me he levantado muy achacoso. Ayer regresé al gimnasio por primera vez en unos meses (entre mi accidente y las vacaciones de verano, lo había dejado bastante atrás), y me pegué una paliza a correr, hacer bici-remo y mi tanda correspondiente de abdominales. El resultado: unas agujetas bastante incómodas que por fortuna sé que se me pasaran según vaya retomando la costumbre de ir. Sorprendentemente, ayer hice más de lo que pensé que sería capaz: media hora de cinta a paso ligero y 10 minutos a Sprint que terminaron por darme flato (esa falta de costumbre, ay...).

Lo peor vino por la tarde-noche: también he retomado mi dieta y ayer comí una tortilla y dos tomates, junto con un yogur y el café de rigor de después de comer. Eso hizo que a las 8 y media de la tarde, hora en que llegué a mi casa, me subiera por las paredes del hambre que tenía. Y para más inri, mi madre parece empeñada en que justo cuando me pongo a dieta ella se pone a comprar lo que menos me conviene. Así pues me encontré nada más entrar en la cocina media barra de pan tierno de Baguette, un cazo de macarrones con chorizo, y al abrir el frigorífico lo veo lleno de embutidos varios, queso de tetilla, Mousses de Chocolate, Pizzas, Cocacola... en fin, que me dio un ataque de ansiedad psicológico y se me pasó por la mente el comerme todo aquello de golpe. Pero no lo hice. Esperé pacientemente hasta una hora prudente y comí 3 salchichas de pollo y una ensaladita. ¡Pero qué duro fue, madre mía!.

Esto me ha hecho pensar en lo terrible que es todo esto del sobrepeso, de ser esclavos de una dieta y de un gimnasio, y como todo unido es capaz de exprimir lo mejor y lo peor de nosotros como personas.

Me considero una persona poco agraciada físicamente, aunque tampoco un espanto, y tengo una tendencia peligrosa a ponerme como una vaca en cuanto me descontrolo, cosa que sucede más de lo que yo quisiera. Y hace un tiempo llegó un momento en que llegó a deprimirme muchísimo. Lo pasé realmente mal y lloraba mucho. Eso desembocó en una sensación de rabia y asco que canalicé en fuerza de voluntad. Y lo conseguí. Perdí mucho peso. Pero como todo en la vida, hasta este tipo de sensaciones acaban templándose y las perdí. Y engordé de nuevo con el paso del tiempo hasta que incluso llegué a pesar MÁS de lo que pesaba antes de comenzar la dieta. No tuve ya berrinche, pero volví a actuar. Y así hasta el día de hoy.

Creo que en esta ocasión estoy actuando más calmadamente: si engordo unos kilos no pienso agobiarme, pero tampoco voy a abandonarme hasta llegar a pesar una barbaridad. En todo caso, lo que más me duele es sentirme esclavo de mi cuerpo. Es, según el momento en que me pille anímicamente, un auténtico coñazo. Odio el culto al cuerpo; y más cuando yo nunca seré el prototipo de belleza que se nos vende en los medios audiovisuales.

En fin... creo que tendré que marcharme a hacer más abdominales.

Un abrazo

7 de septiembre de 2005

Agradecido

Hace un par de días tuve la suerte de ser uno de los ganadores de un concurso en una de mis webs favoritas, elfenomeno.com, del cual tenéis un enlace en este Blog desde siempre.

El concurso consistía en escribir en un relato de no más de 10 páginas, el cual debía tratar sobre la Tierra Media o el mundo de Arda de Tolkien, bien sobre personajes conocidos de esta mitología o bien inventados pero igualmente pertenecientes a ella. Tengo el orgullo de haber quedado en segunda posición.

Mi relato, titulado La sombra cae sobre Gondor, habla de una conversación de dos personajes muy importantes en la mitología de Tolkien pero que han tenido poco protagonismo directo: este es el caso de Elendil el alto, muy importante en El Señor de los anillos, y su hijo Anárion, de quien recibe el nombre su ciudad que posteriormente, en El Señor de los anillos, sería Minas Tirith. Siempre se ha hablado mucho más del hermano de Anárion, Isildur, por ser quien arrancó el anillo de la mano de Sauron. Entrando en detalles, el relato cuenta cómo Anárion descubre el regreso de Sauron de las fauces de la muerte y se revela nuevamente como amenaza a los hombres, tras la reciente fundación del reino de Gondor. Entonces, Anárion se comunica con su padre Elendil mediante las Palantiri o piedras videntes y mantienen una conversación acerca del sentido de la guerra, de la esperanza y la debilidad y mortalidad de los hombres. En verdad esta era mi intención: centrar el tema en el sentido de luchar, de vivir, de tener pie a la esperanza en lo visible y en lo invisible.

No sé si en verdad soy merecedor de haber ganado un concurso de estas características, y pese a no tratarse de un concurso importante objetivamente hablando, a mi me ha llenado el espíritu de alegría. En todo caso podéis leer el relato en esta dirección, y de paso os recomiendo que si os interesa el tema os leáis el resto de trabajos, sin duda superiores al mío en muchos aspectos, tanto gramaticales como históricos.

No puedo sino estar agradecido y feliz por haber quedado en segundo lugar: creí que no merecía demasiado por un escrito tan tosco. De hecho, he recibido ayuda en cuanto a algunos fallos de expresión de mi querido Sergio, algo que le agradezco profundamente. Gracias, mi vida.

Un abrazo muy fuerte.

5 de septiembre de 2005

Un hogar al que regresar

Qué curioso es esto de vivir, ¿verdad?. En la sociedad en la que nos movemos, parece que estamos destinados a seguir un orden muy concreto, casi como la de una planta de fabricación en masa. Tenemos un DNI, recibimos una formación hasta una edad más o menos adulta, se nos obliga a integrarnos en un sistema, y realizamos lo que se llama los deberes del ciudadano mientras, siempre en segundo plano, desarrollamos nuestras propias vidas, bajo la implacable tutela e imposición de este sistema.

A esto uno puede adaptarse o : y de lo contrario ya no eres parte de la sociedad. Triste pero así es. Y en verdad más o menos transigimos porque este sistema nos guarda también muchos privilegios y exquisiteces que en otras partes no se disfrutan. Pero como en todo, cada Yin tiene su Yan.

Tengo prácticamente 25 años y creo tener bien enfilado el asunto de mi independencia. O al menos eso creo... porque ayer estuve pensando mucho en ello a raíz de un acontecimiento fortuito mientras comía con mi madre.

El asunto es complicado y largo de contar, pero básicamente sería así: el año que viene, mi madre se marcha a vivir sola a una casa nueva y yo me quedaré como propietario de la que vivimos actualmente.

Ayer mi madre dejó caer que le daba pena irse, que le iba a costar mucho, y un largo etcétera de detalles. Y conociéndola como la conozco, esto es un síntoma de indecisión que en no muy largo plazo se convierte en un no me voy a ir. Y me sentí francamente mal. Ya no por el hecho de que sea una indecisa (siempre hay caminos por los que podré avanzar si finalmente cambia de idea), sino porque en ese momento tuve un atisbo de consciencia absoluta: dependo totalmente de alguien para que aquello que tengo planeado desde hace tiempo se cumpla o no. Y no me gusta esa sensación. Da la impresión de que no puedo llevar yo mismo del todo las riendas de lo que me atañe a mi y solamente a mi.

Cuando pienso en otras personas de mi entorno, como mi chico, que son completamente independientes, tengo una sensación de envidia, impotencia y resignación. Me gustaría muchas veces decirle a mi madre Me voy a buscar la vida yo solo. Gracias por todo. Y no lo hago porque aún tengo esperanza de que las cosas se enderecen solas.

Cuando a mi madre le den su casa, ¿qué será de mi?. ¿Decidirá mi madre venderla para quedarse en la casa actual y por tanto, todo siga igual? ¿O finalmente todo seguirá su curso y viviré solo cuando ella se marche?. ¿Querré yo vivir allí cuando eso ocurra?.

Sea como fuere, lo único que está claro es que yo soy el que está en ninguna parte, a la deriva. Siento que no tengo un hogar, ese lugar que identificamos como propio. Porque aquel que llamamos hogar no es el sitio donde residimos día a día, sino donde está nuestro corazón. Y, por mucho que duela admitirlo, mi corazón no reside actualmente en ningún lugar, excepto quizá el de mi chico, que aún así sigue sin ser mi hogar. Mi casa hace unos años que dejó de ser mi casa para convertirse en la casa de mi madre. ¿Me preguntáis qué ha cambiado?. Obviamente, creo que he sido yo. Necesito algo más que un hueco para dormir y para ver la tele y usar el ordenador. Tengo la necesidad de ir un paso más allá.

En este mismo instante siento que estoy atrapado entre dos paredes estrechas. No soy una persona parada o que se quede de brazos cruzados ante los acontecimientos que requieren de decisión, pero hay ciertas cosas que no son sencillas de sortear, y esta es una de ellas. Hay que tener paciencia ante las cosas que habrán de venir, pero yo no soy paciente y odio no serlo. Y por tanto tengo que morderme los dedos, y callarme, y aguantar.

El único pero es que cada vez me cuesta más pasar por la puerta de casa...

2 de septiembre de 2005

¿Hay alguien ahí?

Últimamente tengo la sensación de hablarle al vacío. De que todas las cosas que hago, digo o expreso surcan el aire hacia un destino desconocido, vagabundos errantes sin más tutela que la mía propia. ¿No ha sentido nadie nunca esa sensación?.

Soy Webmaster de mi amiga Belén Arjona, que acaba de sacar su segundo disco, y últimamente dedico bastante tiempo y pensamiento acerca de todo lo que hace: noticia por aquí, entrevista por allá, este comunicado, esa respuesta al fan que no se aclara…

Y sin embargo, cada vez que leo el Newsletter de fans, veo que la mayoría de mensajes son míos. Ni recibo respuestas en los foros donde publico las noticias. Nada. Cero. Es como si lanzara al aire la información y no supiera nada más: si llega o no llega, si cala o no cala, y lo más importante: si a alguien le importa que me moleste en hacer todas las cosas que hago. Ni siquiera creo que la propia Belén aprecie en absoluto que dedique mi tiempo en todos estos menesteres.

Por culpa de esto y por un sentimiento muy desagradable que ha ido creciendo conforme el paso de los días desde que volví de Nueva York respecto a mi familia, ayer me fui a la cama realmente triste. Y hoy no estoy precisamente animado. No puedo evitarlo: no es que vaya de persona deprimida, pero es innegable que mi estado anímico está a flor de piel.

En NY me molesté en comprar regalos para todo el mundo que uno se pueda imaginar: madre, tías, tíos, primos, novios-as de primos, abuela, amigos, compañeros del trabajo… y aparte del gasto económico, tuve que hacer verdaderos milagros para traer todas esas cosas en la maleta. ¡Menos mal que la llevé medio vacía!. Pero la sorpresa la tuve al llegar aquí: lo primero que mi madre me dijo al ver todo el tinglado fue ¿te has olvidado de traerle algo a la novia de tu primo Angel?. Primer puñetazo. Después le pedí a mi madre que entregara los regalos a mis tíos, tías, primos e incluso el nuevo disco de mi amiga Belén a mi primita Irene, pues ella los ve con mucha más frecuencia que yo. En el día de hoy no he recibido ni una sola llamada ni una sola señal de ellos. Segundo puñetazo. No veo que mi buena fe haya servido de nada en absoluto. Al principio me decía bueno, ya les conoces, pero mi pensamiento ha ido tornándose más oscuro respecto a esto, y enardecido, y ahora puedo decir abiertamente que siento rabia y despecho ante el más que evidente desprecio de aquellos que se supone que son mi familia. Es muy frustrante.

Más aún: pese a haber escrito hace ya bastante a unas ex-compañeras de trabajo para ver si nos veíamos de una vez, y a un viejo amigo que veo de vez en cuando para lo mismo, adivinad: se les ha tragado la tierra. Ni E-Mails ni SMS. No me responden.

Yo en verdad no espero ser el centro de atención ni estar siempre en el ojo del huracán, ni espero en absoluto recibir más atenciones que las puramente necesarias, las mínimas que corresponden a un nivel de educación. Si recibes un regalo, llama para agradecerlo. Si te escribo un mensaje, respóndeme al menos. ¿Es pedir demasiado?.

Si, como me ha pasado recientemente, se juntan tantos y tantos gestos de desprecio o indiferencia, creo que estoy en mi perfecto derecho de sentirme mal. ¿Alguna de estas personas me aprecia de veras?. ¿O simplemente les doy igual?.

No es dramatismo barato: tengo, afortunadamente, personas que están a mi lado si las necesito. Incluso existe el extraño y raro caso de personas que están conmigo sin tener que reclamarlas, lo cual ya no es tan común.

Cellophane, Mr. Cellophane should’ve been my name, Mr. Cellophane… ‘cause you can walk right by me, walk right through me, and never know I’m there…

Un abrazo.

1 de septiembre de 2005

¿Confianza, presunción o debilidad?

Siempre he comentado que soy una persona bastante insegura de mis propias posibilidades. Supongo que todos, en algún momento, nos hemos visto en la situación de luchar contra nuestro yo interior, intentando decirnos a nosotros mismos tú puedes, tú puedes. Como todo en esta vida, es cuestión de enfrentarse a los obstáculos que se nos presentan para perder el miedo a no saber sortearlos. Es más, cuanto más lo hacemos, más seguros nos volvemos.

Pero, ¿qué ocurre si esto lo aplicamos a las relaciones humanas?. ¿Conocéis la sensación de que una persona pueda anularte?. De una forma u otra, y basándose en el carácter individual de cada uno y su capacidad de reacción, lo cierto es que hay momentos en que no eres capaz de reaccionar cuando te enfrentas verbalmente a alguien.

A mi me pasa mucho: dependiendo del momento, mi verborrea puede ser de lo más acertada y efectiva como estéril e inútil. Tengo un primo que siempre ha conseguido ridiculizarme en público y jamás he tenido capacidad de contrarrestarle. Y me ha hecho sentir muy mal. Y también conozco gente con una enorme maestría en las palabras que utiliza y que transmite una enorme seguridad, lo cual a mi me intimida. Me intimida de tal modo que me quedo completamente en blanco. Y no es una sensación agradable. En el trabajo, por ejemplo, tengo un compañero así.

Sin embargo, después pienso que todo es una cuestión de actuación. En verdad existe gente muy segura, muy confiada de sí misma, casi que llega a ser a mi gusto presuntuosa, y ese es un valor que admiro muchísimo: la capacidad de imponerte a base de fuerza de carácter, de maestría, de sensatez y de seguridad. Son sin duda dotes de un líder nato. Y yo no es que me considere especialmente una persona carente de estas cualidades, pero tampoco puedo decir que tenga exceso de ellas. Pero como iba diciendo, al igual que existe gente de esta índole, también están aquellos que actúan, y pretenden ocultar sus complejos mediante una falsa seguridad. ¿Quién no conoce al típico jefe super-poderoso que hace las veces de tirano, y todo su entorno sabe (aunque se lo calla) que en realidad el un pobre desdichado?.

El punto al que quiero llegar con toda esta parrafada es una conclusión lógica: hay gente fuerte y gente debil, con millones de matices intermedios, como la gama de grises entre el blanco y el negro. Los primeros tienen unas virtudes y defectos, y lo mismo sucede en el lado opuesto. ¿Y qué es mejor?. No creo que haya una respuesta sencilla: los fuertes seguramente no quieran ver lo que hay por debajo de ellos, con lo cual quedan deshumanizados en parte, y los débiles siempre tendrán envidia en mayor o menor medida de los fuertes. Lo mejor es, como en todo, el punto intermedio. Es importante tener confianza en sí mismo, pero dejando una pequeña puerta abierta a nuestro lado más humano e inseguro. Eso es lo que nos define como personas sensibles.

Para mi eso no tiene precio y me hace sentir bien, aunque siempre tendré que enfrentarme a la sensación de que soy menos fuerte que otros.

Un abrazo.