11 de diciembre de 2008

Reflexionando sobre "Las horas"

Hace unos días estuve comentando con un amigo mío acerca del mensaje que transmite la novela y mejor película Las horas, que si bien nunca ha calado bien entre mis conocidos (demasiado trascendental para ellos, supongo), para mi es una obra culmen del cine reciente por muchísimas razones. Adoro esta película y desde que la vi por primera vez; su filosofía, desarrollo y moraleja sublimes son simplemente el trabajo de un auténtico artista, en este caso el director Stephen Daldry y unas actrices alucinantes entre las que destaca por encima de todas Julianne Moore, eje de toda la historia (Nicole Kidman fue sin embargo la que se llevó el oscar, no sin merecerlo afortunadamente: tanto ella como la Streep están increíbles también).

Pues bien, la película ofrece tantas interpretaciones trascendentales, llenas de melancolía y tristeza, que se presta a demasiadas sensaciones encontradas a la vez para la gente que sea capaz de entender y comprender tanta catarsis de sentimientos. La pregunta que se planteó fue: ¿Representa Las Horas el sentimiento de absoluta tristeza y la pérdida de toda ilusión?.

Discrepé: he visto la película como 10 veces y tras analizarla en mi pensamiento profundamente, creo que habla de pérdida, pero también de la esperanza. Partimos de una base: tres mujeres que viven en diferentes épocas y que aparentemente no tienen motivos para ser infelices. Las tres viven con unos compañeros de vida que las quieren con todo su corazón y que las intentan hacer lo más felices que pueden, incluso acometiendo sacrificios (el marido de Virginia Woolf es el mejor ejemplo). Entonces, ¿qué pasa con ellas?. ¿Qué es lo que falla?.

La verdadera magia de esta película es su deslumbrante capacidad de sacar a relucir sentimientos tan profundos y rebuscados, la muerte en vida, la angustia del alma, incluso siendo mujeres tan inteligentes y lúcidas, a través de imágenes, planos, miradas. Virginia Woolf es retratada como una mujer extraordinariamente sabia a la par que desequilibrada, pero hasta ahora la vida me ha enseñado que en personas como ella no se puede definir qué es la cordura y qué no. Ella misma dice que hasta los locos necesitan definir su humanidad. Su único delito era buscarse en su interior, tratar de alcanzar un imposible, incapaz de poder canalizar la fuerza de sus sentimientos a través de lo que le rodeaba. Lo mismo le pasa a Laura (Julianne Moore) y a Clarissa (Meryl Streep). Mencion aparte está la pieza clave de conexión, el increíble personaje de Ed Harris interpretando a Richard, un ser que pierde toda la esperanza sobre su vida, abandonándose a sí mismo y acabando en un desenlace realmente trágico. Como Virginia. Solo se mantienen con vida por las personas que les quieren, pero ni siquiera eso es suficiente llegado un punto. Viven de la nostalgia, de las ganas de vivir algo que no les pertenece ni puede volver a ocurrir.

Sin embargo, hay que pensar en lo que ocurre con las dos personas que son testigos de la vida de los personajes ya mencionados: Laura tuvo que tomar una decisión trascendental, y en palabras de ella misma Era la muerte, yo escogí la vida. Y es consciente plenamente de las decisiones tan espantosas, duras y moralmente reprobables que ha tenido que tomar para poder sobrevivir. En ese sentido: ¿es una valiente o una cobarde?. Es tan ambiguo que yo aún no puedo decidir cómo juzgarla. Pero en el fondo me decanto por lo que hizo: vivir una vida que no se desea es peor que estar muerto (muchas veces).

Y Clarissa, en el presente, de algún modo desencantada con su rutina, con una compañera a la que no sabe si ama o no, redescubre el color, el sabor y la magia de lo que le rodea. Ese epílogo, además de la carta de Virginia Woolf, el guión incluye una frase que adoro: la vida hay que mirarla a la cara, y quererla por lo que es. Viéndolo detenidamente: el marido de Virginia le pregunta por qué alguien tiene que morir, y esta le contesta que alguien tiene que morir para que los demás aprecien la vida, es lo que establece el contraste. Eso es lo que le ocurre a Clarissa. No estoy diciendo que nadie tenga que morir, pero si intentamos pasar esta "muerte" literal de la novela de Woolf al terreno de las emociones, estoy muy de acuerdo con la afirmación.

La película, por tanto, habla sobre VIVIR. Sobre escoger la vida sobre la muerte y darse cuenta de que en cada esquina de cada día de cada momento existe una posibilidad, un camino. Las horas es una película sobre la pérdida de todo lo bueno que tiene la vida si nos empeñamos en escoger ese camino. Es decir, que también habla de su reverso: la VIDA.

Si alguien ve la película nuevamente, le diría que mientras escucha la maravillosa partitura de Philip Glass que le da alma, piense en vivir. Sobre todas las cosas.

He utilizado un texto que ya había escrito en su momento, adaptado al blog. Pensé que muchas de esas reflexiones ya escritas merecía la pena plasmarlas aquí. Aunque no es la primera vez que hablo de esta película: en este otro post hace prácticamente tres años y medio ya hablé de esto mismo, posiblemente con las mismas palabras que utilizo aquí. Y es que el paso del tiempo no hace sino muchas veces agudizar la fuerza de las ideas y las creencias.

Si alguien aún no ha visto Las horas, que le de una oportunidad. Es una película densa, pero fascinante.

Un abrazo.