17 de abril de 2007

平仮名 (o ひらがな)

Pues sí, ya me conozco más o menos bien el 平仮名, o escrito de la forma en la que sé hacerlo, ひらがな. ¡Vamos avanzando, Alex!.

La próxima semana, empiezo con el 片仮名. A ver qué tal.

Un abrazo.

El argentino de Hacienda

Ayer fui a la oficina de Hacienda de rigor para rectificar y confirmar un error en el borrador que me han mandado este año, de la misma índole que ocurriera el año pasado.
Ir a Hacienda a primera hora de la mañana, aún con cita previa como era mi caso, es como ir al circo: gente en colas interminables, todos ellos cabreados, funcionarios bordes y déspotas, que atienden a clientes que pueden abarcar todos los géneros, edades y nivel de cultura (y educación). La mezcla es explosiva, pero casi nunca para bien: caos, gritos, malas palabras y poco respeto.
Yo, por suerte, iba bien preparado y no esperé ni hice esperar demasiado. Pero ocurrió un suceso de lo más desagradable, a lo que me callé pero para mis adentros pensé que era una auténtica vergüenza.
Detrás mía había un Señor mayor, pero no demasiado (le echo unos 50) y su hija, una jovencita de muy malas pulgas que no paraba de quejarse de todo, de la cola que había, de su pierna y de que su padre hubiera olvidado nosequé papeles del banco. Tuve la mala suerte de que delante mía apareció un matrimonio bastante pesado que no se aclaraba con nada de lo que hacían con la administración, es decir, de esos que se tiran 2 horas delante tuya simplemente por tener el cerebro de un cacahuete. Pero bueno, tuve paciencia, algo que no ocurrió con papi y su hija, que preguntaron en ese momento a un buen señor que allí trabajaba que si no había otras colas o personas que pudieran atender.
El funcionario, Argentino (el acento delata), le indicó con toda la amabilidad del mundo (además que sí, que realmente el hombre fue un auténtico primor) que lo lamentaba mucho, pero que no tenían más puestos disponibles, y prosiguió su camino. Entonces, al poquito de alejarse el argentino de él, pero no demasiado, el Señor mayor soltó en voz alta Joder, que vergüenza. Un puto Argentino trabajando en Hacienda. ¡Dónde vamos a parar!.
Me giré y no pude evitar mirar a este Señor con una cara mezcla de asco y estupefacción bastante elocuente. La hija le dijo ¡Cállate, joder! pero la reacción general fue simplemente como si no hubieran oído nada. Pero estoy seguro de que el Argentino lo hizo también.
Dios, ¿pero es que este mundo sigue tan lleno de gente prejuiciosa o xenófoba?. ¿Qué le había hecho el pobre argentino aparte de tratarle educadamente?.
Ciertas cosas nunca las podré llegar a entender, en serio...
Un abrazo.

Los hijos de Húrin, por fín en mis manos

El pasado sábado me llevé una gigantesca sorpresa cuando pasaba por la FNAC de Callao: sin esperarlo (porque no he mirado nada al respecto últimamente, la verdad) me encontré de morros con la edición española de mi esperadísimo libro Los hijos de Húrin, en versión estándar de tapa dura y otra edición de lujo limitada (¡La mía es la 682!). Se me pusieron los ojos como los de la rana Gustavo y (lo juro) me temblaron las manos al cogerlo. Tenía tantas, pero TANTAS ganas de tenerlo, que casi me parecía irreal el tenerlo entre mis manos. Y eso que esta es la menor de las historias de El Silmarillion que quería leer de manera completa. ¿Qué me ocurrirá cuando se publiquen (si es que llega a suceder) las historias completas de Beren y Lúthien o La caída de Gondolin?. No quiero ni pensarlo.

Como ya he mencionado anteriormente, los hijos de Húrin son Túrin y Nienor respectivamente, y su historia se la conoce también como El relato de la Congoja, por el enorme sufrimiento que reside en él, y está contada en un solo capítulo de El Silmarillion titulado, a secas, Túrin Turambar (el Amo del Destino). Ubicada históricamente en los Días Antiguos de la Tierra Media, muy anteriores a los acontecimientos de El Señor de los Anillos (aunque en este hay alusiones a Túrin), cuenta la vida de los descendientes del gran Húrin Thalion, un gran Señor de los Hombres que luchaba contra Morgoth, el primer y verdadero Señor Oscuro, el cual capturó al propio Húrin tras una gran batalla y maldijo a él y a toda su prole. Y efectivamente, una maldición cayó sobre ellos.

Os recomiendo que leáis esta increíble historia aunque, por desgracia, es como otras obras de Tolkien: está ubicada en medio de un gigantesco trasfondo histórico que hace muy difícil comprender los diálogos o las motivaciones de los personajes, siempre haciendo alusiones a hechos y personajes que no aparecen en la historia. Aunque, por fortuna, el libro contiene un fabuloso prefacio que ayuda a comprender un poco más la historia previa, así como un diccionario de términos y personajes.

En lo referente a las ediciones publicadas, yo me he hecho con la edición chachi, porque es lo que creo que el libro se merece, y la verdad es que resulta francamente impresionante: funda entelada con los motivos del libro y el anagrama de Tolkien en relieve dorado, y dentro de esta funda, el libro en sí también entelado con una ilustración de Túrin llevando su famoso Yelmo-Dragón de Dor-Lómin. Todas las páginas son de papel fotográfico de grosor fino, de manera que no se distingue cuales son las páginas ilustradas. Porque sí, hay bastantes páginas ilustradas por el gran Alan Lee, ilustrador de toda la vida de la obra de Tolkien y también de las películas de Peter Jackson. Una ilustración en blanco y negro por capítulo, y unas diez a toda página y color, todas ellas absolutamente nuevas.

La edición normal también es de tapa dura, pero tiene un papel más normalillo y no tiene el entelado ni el marcapáginas, aunque sí tiene las ilustraciones.

Ya llevo 6 capítulos leídos y estoy pasándomelo pipa. Muchos pasajes están sacados de El Silmarillion literalmente (al fin y al cabo esta es la versión completa), pero eso no le quita mérito. La forma de escribir de Tolkien y las constantes referencias filosóficas de este son sublimes.

En fin, mejor acabo ya de escribir que resultaré cansino al final. Conclusión: conseguid esta maravilla cuanto antes si os gusta la buena literatura fantástica y una buena historia.

Un abrazo.