Ayer fui a la oficina de Hacienda de rigor para rectificar y confirmar un error en el borrador que me han mandado este año, de la misma índole que ocurriera el año pasado.
Ir a Hacienda a primera hora de la mañana, aún con cita previa como era mi caso, es como ir al circo: gente en colas interminables, todos ellos cabreados, funcionarios bordes y déspotas, que atienden a clientes que pueden abarcar todos los géneros, edades y nivel de cultura (y educación). La mezcla es explosiva, pero casi nunca para bien: caos, gritos, malas palabras y poco respeto.
Yo, por suerte, iba bien preparado y no esperé ni hice esperar demasiado. Pero ocurrió un suceso de lo más desagradable, a lo que me callé pero para mis adentros pensé que era una auténtica vergüenza.
Detrás mía había un Señor mayor, pero no demasiado (le echo unos 50) y su hija, una jovencita de muy malas pulgas que no paraba de quejarse de todo, de la cola que había, de su pierna y de que su padre hubiera olvidado nosequé papeles del banco. Tuve la mala suerte de que delante mía apareció un matrimonio bastante pesado que no se aclaraba con nada de lo que hacían con la administración, es decir, de esos que se tiran 2 horas delante tuya simplemente por tener el cerebro de un cacahuete. Pero bueno, tuve paciencia, algo que no ocurrió con papi y su hija, que preguntaron en ese momento a un buen señor que allí trabajaba que si no había otras colas o personas que pudieran atender.
El funcionario, Argentino (el acento delata), le indicó con toda la amabilidad del mundo (además que sí, que realmente el hombre fue un auténtico primor) que lo lamentaba mucho, pero que no tenían más puestos disponibles, y prosiguió su camino. Entonces, al poquito de alejarse el argentino de él, pero no demasiado, el Señor mayor soltó en voz alta Joder, que vergüenza. Un puto Argentino trabajando en Hacienda. ¡Dónde vamos a parar!.
Me giré y no pude evitar mirar a este Señor con una cara mezcla de asco y estupefacción bastante elocuente. La hija le dijo ¡Cállate, joder! pero la reacción general fue simplemente como si no hubieran oído nada. Pero estoy seguro de que el Argentino lo hizo también.
Dios, ¿pero es que este mundo sigue tan lleno de gente prejuiciosa o xenófoba?. ¿Qué le había hecho el pobre argentino aparte de tratarle educadamente?.
Ciertas cosas nunca las podré llegar a entender, en serio...
Un abrazo.
1 comentario:
Releyendo esta entrada, he recordado una vez que fui a correos y estaba siendo atendida una chica de origen asiático que no dominaba casi nada de castellano. Quería mandar un paquete y no estaba muy bien envuelto... Pues al operario de turno no se le ocurrió otra cosa que empezar a reirse y a decirle EN VOZ ALTA: "Pero, ¿¿cómo vas a mandar esto así??". Acto seguido alzó el paquete de la chica, cual trofeo, y se lo mostró a sus compañeros: "¿¿Habeis visto lo que quiere mandar ÉSTA??... Jajaja". La chica sonreía no muy consciente de la situación y los presentes alucinábamos en blanco y negro.
Realmente dantesco.
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