7 de noviembre de 2007

Censura e hipocresía

Qué ironía que mencionara solo hace unos días al gran Javier Pérez de Albéniz en su fantástico blog El Descodificador, que se publica dentro de la web de El Mundo como un estupendo referente en lo que se refiere a crítica televisiva... y en general. Porque al final ha pasado lo que tenía que pasar en esta hipócrita sociedad: le han largado. Y es que la repugnante mano de la censura no tiene límites. En su último post, lo deja muy claro, y voy a hacer unos cuantos recortes interesantes:

[...] los motivos que hay para odiar un blog. Por ejemplo el uso aleatorio de mayúsculas, el abuso de la publicidad, la falta de actualización o el escribir como si se estuviera enviando un SMS. Le falta al menos otro motivo importante: que lo que dice el blog sea verdad. Y que esa verdad no coincida con la verdad del medio en que está publicado. Un blog incómodo, para que ustedes me entiendan.

En los medios de comunicación actuales se valora sobremanera la libertad de expresión. Me refiero a hablar de la libertad de expresión, a llenarse la boca diciendo "libertad de expresión", a reclamar el respeto por
la "sagrada" libertad de expresión. Fíjense hasta que punto puede llegar la hipocresía que hemos llegado a oír esas tres palabras mágicas en boca de Esperanza Aguirre. ¿Estará desprestigiado el término "libertad de expresión"?.

[...] Actualmente, en un medio de comunicación donde su opinión no coincidiera con la opinión del blog jamás eliminarían el blog. O al menos no lo harían de golpe, castrándolo a la vieja usanza.
"¡Defendemos la libertad de expresión!", dirían muy ufanos.

Serían mucho más sutiles. Lo quitarían de los lugares más visibles, lo irían arrinconando, no actualizarían los comentarios, probarían suerte con otros blogs para sustituirle… Puede que incluso, en un alarde de "propaganda negra", lo utilizasen como muestra de la libertad que se respira en ese medio.

El escritor inglés Aldous Huxley escribe en 'Un mundo feliz': "el mayor de los triunfos de la propaganda se ha conseguido, no haciendo algo, sino absteniéndose de hacerlo". Es decir, ocultar en lugar de censurar. Confinar en lugar de mutilar. Menospreciar en lugar de silenciar.

Y es que seamos francos: esta sociedad quizá no esté dominada por la fuerza bruta (al menos tenemos esa suerte en España), pero sí por la de una esclavitud silenciosa en forma de censuras, sutilezas, formas de desencajar las realidades objetivas, de transformar una cosa en otra.

Javier hablaba de todo. No le temblaba la mano a la hora de criticar desde la prensa del corazón hasta a la iglesia, cualquier partido político o el mundo de la tauromaquia. Tampoco le temblaba a la hora de aplaudirles si se daba el caso, pero eso parecía no importarles. En más de una ocasión, Javier aludía a sus constantes críticos, casi todos gentuza de derechas (y con esto no digo que todos los derechistas sean gentuza) o fanáticos enfurecidos y ofendidos por sus ácidas y certeras palabras.

¿Quién habrá sido?. ¿La iglesia, Espe la amiga de los niños, el propio Pedro J. Ramirez?. A saber. Pero es una injusticia enorme. Desde aquí quiero solidarizarme con Javier, porque creo que él cumplía perfectamente aquello de la libertad periodística de una manera honorable y franca, concepto que hoy en día parece haberse olvidado por parte de muchos otros Y hablo en pasado cuando no debería, porque me consta que pronto volverá a las andadas en algún otro medio.

Estoy contigo, Javier.

Un abrazo.