5 de julio de 2005

Las paredes se derrumban

Supongo que todos tenemos en mente lo que consideramos un ideal de vida plena, completa y satisfecha. Este proyecto de forma de vivir que raramente conseguimos completamente es algo que está asentado en nuestras mentes de una forma más o menos concisa, siempre y cuando nosotros tengamos presente quienes somos y lo que queremos. Algo que, por desgracia, no es fácil de conseguir.

Ayer, acontecimientos personales me hicieron pensar y reflexionar bastante en ello. ¿Es mi vida plena?. ¿Tengo todo aquello que considero que me completa a todos los niveles?. La respuesta, como casi todo en esta vida, es ambigua.

Una vez, hace algunos años, un buen amigo mío me transmitió un consejo personal, de esos que de forma inexplicable se quedan grabados en tu cabeza y acaban haciéndose parte de tu propio vocabulario. Este consejo era el siguiente: Si por las mañanas cuando te despiertas, sientes que las paredes se te echan encima, es que tienes que cambiar algo en tu vida. Así de simple. Y efectivamente, ahora veo que tenía razón.

En su momento, este consejo llegó a mi cuando mi trabajo se me hacía insoportable, un suplicio que cada día me costaba más y más superar. Ahora que todo eso quedó atrás veo que mi amigo estaba en lo cierto. Y este consejo lo he aplicado en todos los demás ámbitos de mi vida, al margen del profesional.

El típico modo de operación de las personas es aguantar. Las situaciones nunca son estables, sino que se mueven como una cuerda en un trapecio y esta puede mantenerse más o menos tensa según pasa el tiempo. A veces se puede hacer realmente difícil caminar sobre dicho trapecio. Yo lo tengo claro: no pienso andar en la cuerda floja. Nunca más, mientras tenga la capacidad de evitarlo. Siempre hay un camino por el que seguir hacia delante, mejor o peor, pero existe.

Pero me temo que, una vez más, estoy comenzando a divagar y desviándome del tema. ¿Qué define una vida plena, decía?. Creo que, en primer lugar, la vida es plena cuando tú lo eres. Es decir, que todo lo que necesitas para estar pleno es ser consciente de tu propio yo. De aquello que eres, que fuiste y quieres llegar a ser. Ese paso es el más complejo y está tan lleno de matices que es indudable que a veces, y muy a menudo de hecho, te asaltan las dudas. Pero el corazón no miente sobre eso. Yo puedo decir, con mucho orgullo, que he superado ese paso.

El resto de las cosas que comprenden un día a día en una vida son los elementos que, podríamos llamarlo así, son volátiles. Gente, trabajo, ubicación... ninguna de esas cosas suele ser, en general, algo que comienza y acaba con uno mismo. Aparecen y permanecen, aparecen y se esfuman... estuvieron ahí siempre, y de repente se van... no se puede basar la plenitud en nada de esto, aunque es innegable que en el transcurso de una vida siempre se tendrá claro cuándo se tuvo más y cuándo se tuvo menos.

En este momento de mi vida, pese a que siempre hay peros, creo que mi vida es realmente plena. Tengo un trabajo que muchísimas veces me asfixia pero me gusta. Tengo un pleno conocimiento de lo que soy y lo que quiero. Y también tengo un compañero al que quiero con locura y me corresponde de igual modo, con el que quiero pasar todo lo que me queda de vida.

No sé qué me espera a la vuelta de la esquina en ningún sentido, pero sí tengo claro que el día a día ni los problemas que conllevan van a conseguir que se desenfoque mi forma de ver cómo es el esquema de mi vida en su sintaxis más básica.