13 de abril de 2007

De obligaciones y decepciones también vivimos

Tengo el blog muy abandonado últimamente, salvo para pequeños y modestos comentarios que hablan de banalidades mías del día a día o de cosas que me hacen gracia y me hacen reir. La verdad es que me siento muy extraño, muy disperso, necesito días que duren 12 horas más. Han venido los hombrecillos grises de Michael Ende y me han capturado y arrastrado vilmente hacia su mundo.

He pasado estas semanas por una fuerte dosis de estrés laboral, de hecho MUY fuerte, a lo que hay que sumar la descomunal y absurda tarea de destitución del administrador de mi nueva comunidad de vecinos, porque como ya dije en su momento, soy presidente de la comunidad. Terminar de trabajar a altas horas de la tarde para enfrascarme en una interminable reunión de gente a la que se le va el tono de voz con una facilidad pasmosa no es mi ideal de terminar el día, y menos cuando esa situación se repite constantemente y casi a diario. Estoy cansado, muy cansado. Y aún queda bastante que hacer, lo cual resulta aún más desesperante.

Me gustaría poder hablar un poco más tranquilamente acerca de cosas bonitas, que no son pocas, que recientemente me están sucediendo. Este verano, ya confirmado, me voy a Japón con mi primo hermano Rubén, en lo que es el viaje con el que siempre soñé. Este viaje viene propiciado, ante todo y sobre todo, por la memoria de mi abuela y mi padre, que desde alguna parte sé que me están observando y creo que no tengo mejor modo de honrarles que haciendo realidad las cosas con las que sé que seré más feliz. Desde niño siempre he soñado con pisar el país del sol naciente, un fuerte y enorme deseo prácticamente irrealizable por razones personales y económicas. Este año, una providencia inesperada me va a poder permitir hacerlo, y pese a mis reticencias iniciales (vista nublada, sería lo más adecuado), las alentadoras palabras de mi tío Antonio me hicieron despertar:

Si tienes un sueño y tienes plena conciencia de que puedes realizarlo, no lo pienses dos veces ni lo pospongas. Hazlo ahora, que mañana puede cambiar todo.

Maldita sea, qué gran verdad. Al día siguiente me puse manos a la obra y ya tengo información de sobra y el billete de avión comprado para finales de agosto. Y voy muy bien acompañado, de mi primo hermano (más hermano que primo) Rubén, con quien desde pequeño mantengo una relación increíble y cercana, con quien siempre he compartido ese gran sueño. Y nos vamos juntos. Estaremos más de dos semanas visitando Tokio y sus alrededores, y también Nagoya, y también Kioto, y también Hiroshima, y Nara, y el monte Fuji… y seguramente otras tantas cosas que ya iré relatando en su momento. Me siento tan profundamente feliz y alegre de poder realizar este ansiado sueño que casi no quepo en mí de gozo. Ya iré contando mis experiencias previas y posteriores que rodeen este gran momento de mi vida.

¡Ah!. Mi amigo Alex me está dando nociones de Japonés, y estoy aprendiendo para empezar a escribir en Hiragana. Uf, es como volver a aprender a leer, pero supongo que tengo que tener paciencia. Ya iré contando mis progresos.

Qué rara está siendo mi vida últimamente. Es como si las raciones de cal y arena se sucedieran de una manera estrepitosa. No consigo despertar del todo al bienestar absoluto, a tener una estabilidad que perdí hace ya tiempo y que a duras penas ya mantengo.

Recientemente he sufrido una decepción que me ha hecho pensar bastante en lo bueno que ha conllevado el tenerla, por ridículo que suene. Una decepción implica una ilusión previa, y eso es algo que considero sumamente positivo teniendo en cuenta que hasta entonces creía que nunca sería capaz de volver a sentir ese tipo de sensación. Pero la he tenido, eso es algo claro como el agua. Y por un breve y fugaz momento me sentí pleno nuevamente. No duró casi nada, porque a veces estas cosas suceden de este modo, y no negaré que algo de tristeza me ha acompañado en las últimas semanas. Pero… ¡vaya!, resulta que aún me late el corazón. ¿Quién sabe lo que me pasará mañana?.

Me ha impactado mucho lo que ha escrito mi blogocompañero Kozmicboy últimamente, concretamente en este enlace. Creo que no podría sentirme más identificado con estas palabras.

Los días que se avecinan tienen pinta de tener una dinámica similar: mucho trabajo y poco descanso en general. Y luego llega una de mis mayores alegrías: me voy a descansar a Galicia, a mi querido Sanxenxo, con mis tíos y primitos. ¡Tengo unas ganas locas!.

En fin, señores, un abrazo gigantesco para quien haya tenido la paciencia de leer las tonterías de este humilde bloguero.

Un abrazo.