8 de mayo de 2008

Duelo

Llevo más o menos una semana ausente y no he podido o querido escribir nada. Llevo algún día intentando enfocar la forma de contar o decir qué ha pasado o cómo ha pasado. Y no se me ocurre nada. Quiero expresarme pero no encuentro el modo, la congoja se me agarra fuerte cuando intento pensar en ello.

¿Y ahora qué puedo contar, tío?. ¿Cómo puedo intentar explicar lo inexplicable?. ¿Cómo puedo transmitir con palabras el enorme mazazo que me ha dado tu dramática, inesperada e injusta despedida?. ¿Cómo explico el fuerte duelo que llevo por dentro?. ¿Qué puedo hacer?.

Intento racionalizarlo, de veras que lo intento, pero es imposible porque el corazón me duele mucho. Eras mi padrino, eras una persona modélica y admirable con un corazón tan grande que tenía aún tanto que hacer en la vida que solo al intentar pensarlo de nuevo se me inunda el alma de lágrimas. De las visibles, de las que salen de los ojos, de momento no me quedan. Las he gastado todas desde el sábado. Y ahora me toca vivirlo por dentro, títo.

Ya que no pude evitar que tuvieras ese desdichado, absurdo y ridículo accidente, tengo al menos el buen sabor de boca de que pude estar unos momentos a tu lado antes de que pasaras al otro lado y, aunque dormías, solté todo lo que tenía que soltar. Y aún así, no dejo de pensar constantemente en que querría haberte dicho más veces lo mucho que te quería.

Y ahora ya estás sobre tu madre y sobre mi padre, en el mismo sitio. Y vuelvo a racionarlizarlo y, aunque entiendo lo que ha pasado, y lo empiezo a aceptar diluyendo el dolor producido por muchas horas de hospital, médicos, tanatorio y cementerio, sigo sin entender por qué la vida ha sido tan injusta con alguien como tú. Un accidente así y la consecuencia que ha tenido parece una broma de mal gusto, pero lamentablemente eso hace la realidad infinitamente más dura.

Y ahora solo me queda recordarme a mí mismo que sigo vivo y que tengo muchas cosas que arreglar, que hacer y que vivir al lado de aquellos que me quieran de verdad. Y creeme, por tí como por los que ya no estáis a mi lado y a quienes quería que lo voy a hacer. Pienso vivir, ver, sentir, oler, transmitir y amar todo lo que pueda casi con desesperación enfermiza.

Y es lo mejor que puedo hacer. Volver a mi vida, a mis aparentes excentricidades, a mis superficialidades, a mis amores y mis alegrías y tristezas. Esas son las cosas que me recuerdan que la sangre corre caliente por mis venas.

Querido padrino mío, mi tío, mi adorado tío, solo tengo palabras de agradecimiento por haberte conocido y por tener tu sangre. Nunca te olvidaré, te lo juro. Dejas un gran legado, y voy a querer a la tía y a los primos tanto como hasta ahora o más.

Hasta siempre, tito Félix. Hoy en Madrid llueve, pero aún más dentro de mi.