4 de marzo de 2005

Cuestión de enfoque

Ayer fue un día duro. Tuve un percance laboral que me llegó a agobiar bastante. Sin entrar en muchos detalles, básicamente el problema fue que mi jefe se empeñó en que "había que hacer algo importante" antes de que nos marcháramos a casa. Conociendo las razones y la gravedad de la situación, llegué a la clara conclusión de que ni había razones ni había gravedad. Era pura cabezonería por su parte, porque él es así.

Eran más de las 21 horas de la noche, y llevaba en el trabajo desde las 9 de la mañana, y aquello no tenía pinta de terminar. Y estábamos a la espera. Como ya he dicho en muchas ocasiones, soy incapaz de ocultar mis emociones, y en este caso estaba disgustado. Porque soy un buen profesional, y si efectivamente hay algo importante que arreglar, me quedo con gusto. Pero no era el caso: estaba desperdiciando horas de mi vida privada en la obstinación individual de mi jefe. Y me dolía. Quería ver a mi chico, o simplemente olvidarme de tanta oficina.

Cuando llegó un momento determinado, mi jefe me dijo que me podía marchar. Sobre las 21:15, más o menos. Y ellos se quedaron a terminar la tarea, porque en verdad yo ya no iba a hacer nada más. El resto era de su competencia. Y me fui disgustado, porque mi compañero Quique se quedaba y parecía que yo hacía de menos.

Pero no es así. Quique se quedaba porque le daba la gana. Porque él y mi jefe, me consta, viven una etapa en sus vidas en la que no tienen vida propia, y no les importa lo más mínimo hacer de su vida el trabajo. Pero esa no es mi situación. Mi vida comienza cuando salgo por la puerta de la oficina. El resto es sólo trabajo, aunque muchas veces lo disfrute y, efectivamente, sea importante para mi.

Hay una frase en la película Matrix que tengo abanderada en mi vida: "Tu enfoque determina tu realidad". Qué gran verdad. Para Jesús y Quique, trabajar es todo lo que son capaces de ver o quieren ver, mientras que mi mirada se posa en otros horizontes. Y ellos no podrán entender, obviamente, que me disguste por el hecho de que me estoy quedando más horas de las que debería.

Ayer por la noche me disgusté mucho por lo ocurrido y por haberme ido antes pese a no tener culpa de nada, y vi que muchos de los funestos pensamientos que recorrían mi cabeza no eran sino fruto de mis propios enrevesamientos. Y no me hubiera ido bien a la cama de no haber recordado que en mi vida tengo un bien muy superior a todos los problemas mundanos.

Al llegar hoy, vi que se habían marchado ellos también a los 10 minutos de haberme ido yo. Porque uno de los procesos que a priori parecía rápido, se iba a alargar varias horas, y ya hubiera supuesto quedarse en el trabajo hasta altas horas de la madrugada. Estoy seguro, no obstante, de que mi jefe decidió no seguir adelante tan solo por Quique. A él le veo capaz de quedarse incluso empalmando con el día siguiente.

Me siento un poco tonto por haberme agobiado ayer por nada. En el fondo actué acorde con mis creencias y sentimientos, y creo que eso está por encima de todas las cosas. Además, tengo la certeza de que mi postura era correcta, al menos desde mi punto de vista.

Todo depende del punto de vista. Creo que debo aprender a asimilar bien este tipo de situaciones, pues seguramente en el futuro cercano se presenten muchas. Porque de lo contrario lo voy a pasar realmente mal. Lo que me carcome no es la situación en sí, sino una pregunta:
"¿Por qué debo ser yo el que cambie de actitud y de enfoque ante mi visión de la vida?"