18 de julio de 2005

Welcome to the show

Durante estos días me ha venido a la mente, por nada en particular, la curiosa pero indudablemente forma que tienen las personas de actuar, de fingir, de interpretar. A mi me pasa, y no conozco a nadie que no tenga que enfrentarse a este reto casi de forma diaria. Según la forma, el contexto o la persona, cuesta más o menos (de hecho si nos ponemos a pensarlo, es casi doloroso pensar que nos sea totalmente indiferente ser más falsos que Judas con alguien en concreto).

Pongo un ejemplo: alguien cercano a ti te dice algo que aparentemente no tiene importancia o relevancia alguna. Sin embargo, sin que te lo esperes, esa notificación (o a veces no-notificación) te cae encima como un jarro de agua fría que te resulta difícil de soportar. Pero TIENES que soportarlo. Por tanto, disimulas tus sentimientos y te dices a ti mismo que cuando lo digieras lo llevarás mejor. Y, efectivamente, a veces es mejor dejar que la mente se enfríe. Básicamente hablo de la típica sensación de cuando algo te sienta mal aunque nadie pretendiera hacerte llegar a ese estado.

Otro ejemplo más fácil de sobrellevar es cuando debes actuar frente a gente que no te importa: cuando tienes que poner buenas caras a tus jefes, a conocidos de amigos... por ejemplo, tengo unos amigos que salen a su vez con otras personas que personalmente no me caen bien... no por nada en concreto, pero reconozco que tampoco siento simpatía por ellos... y sin embargo ahí tengo que estar muchas veces actuando delante de ellos y hacer que me siento cómodo en su compañía.

Personalmente a mi me sienta bastante mal tener que actuar, entre otras cosas porque soy alguien incapaz de ocultar mi estado emocional, bueno o malo, eufórico o depresivo, como creo haber contado en más de una ocasión en estas páginas virtuales. Se me descubre con mucha facilidad. Pero como a cualquier otra persona, no me queda más remedio que seguir con el show. Y a veces duele en carne viva tener que disimular los sentimientos: bien por dolorosos, bien por aciagos, bien por sombríos que sean.

Es curioso que, mientras escribo estas palabras, me cueste encontrar la correcta expresión a la idea o pensamiento que intento explicar. Supongo que son demasiados matices o situaciones distintas las que provocan esa sensación de falsedad, y todas ellas de diferente magnitud.

Concluiré con una pregunta que me hago: ¿Vivimos en un constante Show teatral?.

15 de julio de 2005

Imágenes idílicas desfiguradas

¡Qué bonito es vivir de los recuerdos!. Quiero decir: las personas, por norma general, tendemos a mantener en nuestro corazón aquellos momentos en los que fuimos más felices y nos regocijamos cada vez que esas visiones, memorias, acuden a nuestra mente. Los recuerdos son, con toda certeza, nuestros tesoros no tangibles que con más celo cuidamos, a la par que amamos.

Pero como todo en la vida, no existe un Yin sin su Yan: a los recuerdos les pasa lo mismo. Existen muchas formas de hacer que un recuerdo pierda su validez: caer en el olvido o, el caso más común, que suceda algo posteriormente que altere el concepto del mismo en nuestros corazones. ¿Quién no se pone melancólico al recordar los momentos felices de un amor aciago?. ¿Quién no se siente atravesado por una espada al recordar a una persona que quisiste mucho y ya no está?.

Como acabo de decir, existen muchas naturalezas de desvirtuar un recuerdo hermoso, una inocencia perdida, una experiencia borrada, una vivencia truncada. Las peores son aquellas que nos van quitando la ilusión de unos momentos intensos de forma lenta, muy lenta. Es casi peor que cuando te quitan algo de golpe: porque es como si te estuvieran arrancando el corazón a cucharadas.

Ah, el cambio... el constante cambio de las naturalezas, de los magnetismos, los vientos cambiantes, el libre albedrío de las cosas... es posible que para muchas personas el mundo gire a una velocidad vertiginosa y en cambio para otras apenas se mueva. Y como han estado separadas, ¿dónde están las dos personas que coincidieron en el pasado?. Curiosidades del destino: ya no existen. Y lo gracioso es que ambas no saben en qué momento sucedió.

¿Y por qué me pongo así, preguntareis?. Bueno, ayer pasé una tarde entera con mi amiga Belén Arjona en el rodaje de su próximo videoclip (es cantante). Y pude apreciar todos los matices de la situación que acabo de describir. Y me apené. Pero a su vez, lo cual es lo más terrible, sentí una profunda indiferencia. Y eso sí es un problema.

Conocí a Belén en 2001 en unas circunstancias cuanto menos curiosas. Intimamos muy rápidamente y nos hicimos buenos amigos. Por aquel entonces yo trabajaba en PC City y ella estudiaba Historia en la universidad. Siendo polos opuestos nos cogimos mucho cariño y comenzamos a vernos muy a menudo. Y fue algo muy bonito, en verdad. Comencé a ir a verla a los conciertos que ella daba con su guitarra en bares de Madrid y yo soñaba con verla ascender como cantante. Y eso ocurrió. La ficharon a los pocos meses en Warner Music.

Y ahí comenzó el declive de una amistad: la típica separación en la cual no hay más que eso: distancia. Pero como se suele decir, Ojos que no ven, corazón que no siente.

Me he convertido en el Webmaster de su web y en el presidente de su club de fans basándome en las raices de nuestra amistad, con toda la ilusión del mundo. ¡Mi Belén, que tiene su propio disco!.

Pero aunque el paso de este tiempo ha traído consigo una mayor distancia en el tiempo cada vez que nos veíamos con la consiguiente falta de conocimiento de nuestras vidas, ha sido algo más que eso: me he dado cuenta de que el vínculo que nos unía ya no existe como tal. Ahora ya es otra cosa, la concepción de la naturaleza de nuestra amistad ha cambiado. Y es posible que yo ahora (al igual que ella) no consideremos esto como una amistad en sí, sino un mutuo acuerdo comercial.

En verdad yo no creo en algo tan frío como lo que acabo de decir, ni creo que ella me considere un mero objeto de interés, pero es innegable (a los hechos me remito) de que ella ya no necesita mi amistad. Ni yo la suya. ¿Por qué, entonces, se hace tal pantomima?. Creo que simplemente por el hecho de que eso es lo que hacemos con la mayoría de la gente que pasa en nuestras vidas: fingimos un mayor interés por ellas del que realmente tenemos tan solo por educación. O simplemente asumimos que mucha gente que nos rodea trata con nosotros lo justo y necesario, pero no le importamos.

A veces me siento mal con todo lo referente a Belén porque, en verdad, a veces parezco un objeto más de su campaña de Marketing sin dejar lugar a la persona detrás del cargo. Ayer me dijo nosequien que estaba allí bueno, chico, a ver si sigues siendo tan fan. ¿Fan?. ¿Yo?. ¡Pero si yo no soy fan de Belén!. Un fan ve a la persona que admira como alguien lejano y cercano a la vez, y la gracia reside en que en verdad sólo conoce a esa persona a través de su música. Pero no me pasa a mi eso con Belén. A Belén la conozco más allá de ese idealismo surrealista. Y conozco muchas de sus virtudes y defectos. Por eso me molesta que se me rebaje a ser un fan de ella. No es que un fan sea menos, es simplemente que mi relación con ella es otra cosa.

Ayer me sentí solo en medio de toda esa gente. Poco integrado. Fuera de lugar. Y lo peor es que me sentía más Sr. Celofán que nunca... ellos a su bola y yo el chaval que lanzaba fotos. No es que me ignoraran, tan solo es que no era parte de su grupo, ni parte de su onda. No había, en términos superficiales, el feeling que se precisaba.

Por eso me siento así. Porque la Belén del 2001 ya está en otro sitio. La vida ha distanciado nuestros mundos. Dos personas pueden ser muy distintas y sin embargo permanecer unidas, pero también puede ocurrir el caso de que los derroteros les lleven a parajes opuestos. Eso es lo que ha pasado.

No obstante, seguiré siendo parte de este juego-pantomima, en parte para ver qué ocurre... pues me intriga saber a dónde me va a llevar todo esto.

Ah, qué vida tan curiosa...

11 de julio de 2005

Fantasía, Realidad, Imaginación

Es muy curioso cómo podemos hacer de algo una parte más de nosotros, sea nuestro o no. Nos sucede con todo: con frases que hemos escuchado y no recordamos de quien o dónde, con nuestros movimientos, con nuestra forma de reaccionar... a mi, personalmente, me pasa muchísimo. Cuando menos me lo espero empiezo a analizarme y me digo uy, esta frase es de fulanito o vaya, esto que estoy haciendo es muy típico de menganito. Esto me da que pensar ciertas cosas... por ejemplo, ¿dónde termina lo que heredamos de los demás y dónde empieza nuestro propio ser?.

Yo creo que el ser humano es demasiado complejo: no se puede catalogar a ninguna persona en general, aunque creo que es evidente que la mayor o menor simpleza de una persona reside en esa capacidad personal para recoger todo aquello que hemos recogido de las gentes y lugares que hemos conocido, y poder tomar un poco de esas o de aquellas otras para poder crear nuestro propio elixir único, y así poder transmitirlo a otros.

A veces reconozco que me siento un poco falto de personalidad. Otras veces menos. Y otras veces mucho. Otras me siento anulado completamente, y otras siento que lo que yo soy y represento no puede compararse a nada, ni mejor ni peor.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace a una persona lo que es?. Indudablemente, beber más y más de las historias de las que nos alimentamos en el día a día. Con ese comer y beber vamos enriqueciendo nuestra alma, a veces de forma sana y otras de forma completamente opuesta. Una mala indigestión puede causar daños irreparables. Y una comida frugal y reconfortante puede resultar excelentemente beneficiosa. Esta última es para mi lo que sería ideal.

Está claro que lo que en verdad nos toca es el día a día, y esto es válido para todo el mundo. Pero también existen otros mundos, otras historias, y nos gusta conocerlas por todos los medios que estén a nuestro alcance, de acuerdo con la disposición individual: así pues, conocer la vida a través de los relatos de otra persona, de un libro, de una película... pueden y de hecho alimentan el espíritu y consiguen hacerte aprender grandes lecciones para las que luego puedes aplicar en tu propia vida.

A mi me pasa con el cine, con los libros, con los comics, con las series de TV o con los videojuegos que consumo día a día. Son muchos los recuerdos hermosos que albergo como un tesoro en el corazón provenientes de estas fuentes.

Y entre todas ellas me gustaría destacar el mundo creado por Tolkien, maravilloso, inspirador, desgarrador, hermoso, bello, oscuro, sobrecogedor como nada que haya conocido y nunca conoceré. Es evidente que si me gusta tanto esta historia tiene que ver con mi propia predisposición a sentirme atraída por ella. Quiero decir: las cosas que nos gustan o nos condicionan siempre tienen que ver con nosotros mismos, con nuestra propia esencia.

Un día de estos os contaré una historia que muchos ya conoceréis: la de los dos árboles de Valinor.

Me gustaría terminar haciendo una pequeña conclusión sobre todo lo que he escrito, a modo de resumen: las personas somos como esponjas que, queriéndolo o no, nos vamos enriqueciendo o envileciendo con todo lo que nos rodea, y es la virtud más grande que poseemos si sabemos usarla juiciosamente. Y, sobre todas las cosas, es casi un deber para nosotros enriquecer nuestro espíritu por todos los medios de los que dispongamos. ¡Qué grande es el poder del conocimiento!.

La fantasía, la realidad, la imaginación... son nuestros aliados más poderosos.

6 de julio de 2005

Atrapado

El próximo día 25 de julio, lunes, es festivo, y por tanto no tengo que venir a trabajar. Como entonces tendré un fin de semana largo y mi madre estará sola con mi prima Irene en la casa de mis tíos en Torrevieja, había pensado que no sería mala idea pasarse por allí a disfrutar del descanso, la playa, la piscina...

Pero mi idea, hoy, ha ido más allá. Se me ha pasado por la cabeza que existe la posibilidad de que mi chico tampoco tenga que trabajar el viernes previo, es decir, el día 22. Y por tanto, he pensado vaya, si yo pidiese ese viernes de vacaciones, pues además tengo días de sobra y no hay mucho trabajo ahora, nos podríamos incluso ir el jueves por la tarde, que salimos los dos a la tres, con lo que tendríamos 4 días completos de vacaciones y nos ahorraríamos los atascos de rigor.

Ni está confirmado que mi chico no trabaje el viernes, ni siquiera que se vaya a venir, ni tampoco es seguro que yo vaya a irme a Torrevieja, pero el caso es que la posibilidad está ahí. Entonces he ido a mi jefe, Jesús, a plantearle la posibilidad de tomarme ese día de vacaciones, sin estar aún la cosa segura. Su respuesta me ha dejado atónito: No se, no se... es un viernes complicado.

¿¿Complicado??. ¿Pero qué tiene de complicado ese viernes?. Trabajo como informático en una autopista de peaje de Madrid, y es cierto que cuando hay un puente o una salida fuerte, el tráfico se incrementa considerablemente en la autopista, pero... últimamente mi jefe tiene por costumbre hacer que nos quedemos más horas de las que nos corresponde en la oficina por si acaso pasa algo. Pasar... ¿el qué?. Mi responsabilidad termina cuando los datos están correctamente organizados y distribuidos, esa es mi labor. Pero eso no parece ser de la opinión de otros: cuando me quedo en la oficina en este tipo de situaciones, supone estar ABURRIDO COMO UNA OSTRA esperando a que quizá me llamen para preguntarme cuánto tráfico está pasando por la autopista. Pese a que tenemos un centro de control con personal 24 horas con una herramienta que diseñé para que pudieran obtener esta información y, por tanto, les llamaran a ellos a cualquier hora para pedirla, da la impresión de que nunca se diseñó esa herramienta. Mejor tener al programador en la oficina por si se nos ocurre pedir cualquier información chorra que se nos pase por la cabeza.

Es una pesadilla: me siento completamente atrapado. No podré disfrutar de ningún puente o vacación normal mientras esté trabajando aquí. Y lo peor no es eso: es soportar los caprichos de una persona incapaz de ver más allá de sus propios intereses o desintereses.

No sé si tendré ese viernes al final, pero lo consiga o no, ya se me ha agriado el día.

5 de julio de 2005

Las paredes se derrumban

Supongo que todos tenemos en mente lo que consideramos un ideal de vida plena, completa y satisfecha. Este proyecto de forma de vivir que raramente conseguimos completamente es algo que está asentado en nuestras mentes de una forma más o menos concisa, siempre y cuando nosotros tengamos presente quienes somos y lo que queremos. Algo que, por desgracia, no es fácil de conseguir.

Ayer, acontecimientos personales me hicieron pensar y reflexionar bastante en ello. ¿Es mi vida plena?. ¿Tengo todo aquello que considero que me completa a todos los niveles?. La respuesta, como casi todo en esta vida, es ambigua.

Una vez, hace algunos años, un buen amigo mío me transmitió un consejo personal, de esos que de forma inexplicable se quedan grabados en tu cabeza y acaban haciéndose parte de tu propio vocabulario. Este consejo era el siguiente: Si por las mañanas cuando te despiertas, sientes que las paredes se te echan encima, es que tienes que cambiar algo en tu vida. Así de simple. Y efectivamente, ahora veo que tenía razón.

En su momento, este consejo llegó a mi cuando mi trabajo se me hacía insoportable, un suplicio que cada día me costaba más y más superar. Ahora que todo eso quedó atrás veo que mi amigo estaba en lo cierto. Y este consejo lo he aplicado en todos los demás ámbitos de mi vida, al margen del profesional.

El típico modo de operación de las personas es aguantar. Las situaciones nunca son estables, sino que se mueven como una cuerda en un trapecio y esta puede mantenerse más o menos tensa según pasa el tiempo. A veces se puede hacer realmente difícil caminar sobre dicho trapecio. Yo lo tengo claro: no pienso andar en la cuerda floja. Nunca más, mientras tenga la capacidad de evitarlo. Siempre hay un camino por el que seguir hacia delante, mejor o peor, pero existe.

Pero me temo que, una vez más, estoy comenzando a divagar y desviándome del tema. ¿Qué define una vida plena, decía?. Creo que, en primer lugar, la vida es plena cuando tú lo eres. Es decir, que todo lo que necesitas para estar pleno es ser consciente de tu propio yo. De aquello que eres, que fuiste y quieres llegar a ser. Ese paso es el más complejo y está tan lleno de matices que es indudable que a veces, y muy a menudo de hecho, te asaltan las dudas. Pero el corazón no miente sobre eso. Yo puedo decir, con mucho orgullo, que he superado ese paso.

El resto de las cosas que comprenden un día a día en una vida son los elementos que, podríamos llamarlo así, son volátiles. Gente, trabajo, ubicación... ninguna de esas cosas suele ser, en general, algo que comienza y acaba con uno mismo. Aparecen y permanecen, aparecen y se esfuman... estuvieron ahí siempre, y de repente se van... no se puede basar la plenitud en nada de esto, aunque es innegable que en el transcurso de una vida siempre se tendrá claro cuándo se tuvo más y cuándo se tuvo menos.

En este momento de mi vida, pese a que siempre hay peros, creo que mi vida es realmente plena. Tengo un trabajo que muchísimas veces me asfixia pero me gusta. Tengo un pleno conocimiento de lo que soy y lo que quiero. Y también tengo un compañero al que quiero con locura y me corresponde de igual modo, con el que quiero pasar todo lo que me queda de vida.

No sé qué me espera a la vuelta de la esquina en ningún sentido, pero sí tengo claro que el día a día ni los problemas que conllevan van a conseguir que se desenfoque mi forma de ver cómo es el esquema de mi vida en su sintaxis más básica.

4 de julio de 2005

Splash!

Ya ha llegado el soporífero verano. Dentro de todo el amplio abanico de incomodidades que conlleva (anoche no pude apenas pegar ojo por culpa del maldito calor, por ejemplo) existe alguna ventaja en su día a día: por ejemplo, desde hoy disfruto de mi ansiada jornada de verano, en la cual trabajaré todos los días de 8 a 15 horas más o menos.

Hoy me voy a ir a nadar en cuanto salga de aquí. Acudiré raudo a la piscina municipal a chapotear un ratito, de modo que pasaré buena parte del mediodía de lo más fresquito. ¡Es un panorama excelente!. Y así, de paso, hago algo de ejercicio que buena falta me hace.

Aún así, no todo son alegrías. El pasado viernes, que siempre es de jornada continua, tuve que quedarme en el trabajo hasta las 18 horas por una de esas estúpidas, incoherentes y ridículas exigencias de mi jefe. Lo más gracioso es que él se marchó por ahí, me llamaba para pedirme datos, y él a su vez se encargaba de llamar al director general para ponerse él la medalla de trabajador entregado.

Hoy, mi maravilloso jefe ya ha anunciado que él se quedará por las tardes para vigilar el cotarro. No me gustaría ser demasiado ácido si digo lo que realmente pienso que va a hacer por aquí... así que bastará con que diga que creo certeramente que no va a ponerse a trabajar, precisamente.

Pero os aseguro que más de una tarde me tendré que quedar aquí a hacer el gilipollas, tan solo porque ciertas personas que no tienen vida propia son incapaces de pensar que otros sí la tienen... o aunque no la tengan, no les apetece pasar su tiempo libre por derecho en una oficina encerrado.

Tengo muchos planes para estos días. Me apetece darme paseos largos con mi novio por Madrid, hacer compras, excursiones, mucho cine, leer...

Ojala pueda cumplir todos estos propósitos!

1 de julio de 2005

Odio

El ser humano odia por naturaleza. Odia por muchas razones. La mayor parte de las veces no sabe realmente por qué lo hace, y confunde sus sentimientos. Pues muchas veces el odio no es sino irracionalidad intensificada provocada por el miedo a todo aquello que desconocemos o nos asusta. En definitiva, el MIEDO es el auténtico causante de todos nuestros males.

Evidentemente, como personas humanas, racionales que somos, podemos controlar ese odio de una forma más o menos exitosa, dependiendo de nuestro tino, de la templanza de nuestra mente, o de nuestras propias circunstancias personales así como de la capacidad de comprensión que poseamos. Y aún así, no obstante, nunca acabamos de librarnos de ese sentimiento de odio o rechazo. No del todo, qué va.

Ayer iba paseando por la Gran Vía con mi novio y un Señor, al cruzarse con nosotros, soltó un Vaya par de maricones y se quedó tan pancho. ¿Por qué hizo eso?. ¿Qué le estábamos haciendo nosotros para que nos dedicara semejante epíteto, cargado de asco, rechazo, como si fuéramos escoria andante para él?.

No voy de abanderado de la causa, pero estos niveles de homofobia me paralizan el cuerpo. Me entristecen. Me dan miedo. Me llenan, a su vez, de rabia. Y también, claramente, me hacen odiar a todos aquellos ignorantes incapaces de ver más allá de sus narices. Todos tenemos un mundo limitado, y nuestra capacidad de comprensión, por tanto, también, pero las paredes de estas personas son demasiado estrechas. Y no hacen ningún bien al mundo con ellas.

Me da miedo el extremismo al que están llegando las cosas con todo esto de la aprobación de la ley del matrimonio gay. En verdad creo que ahora están aflorando muchos sentimientos ocultos en la gente, se está sacando toda la mierda enterrada. Esperemos que sea para que se limpie todo correctamente.

No sólo podría aplicarse esto a la homofobia causada por grupos de intolerantes en este país o por la caduca institución de la iglesia, empeñada en causar más daño que bien a la sociedad, sino a muchos otros factores en la vida y en la sociedad.

En todo caso, odio comprobar que vivo en un mundo CRUEL Y DESPIADADO. Yo no estoy hecho para él. No puedo soportarlo, simplemente.

Menos mal que no estoy solo y hay gente afín a mi alrededor mío...