24 de febrero de 2009

Paternidad

Hace unos días viví una experiencia que me turbó profundamente por dentro, y que me hizo replantearme muchas cosas, o por lo menos hacer una profunda reflexión en silencio sobre ello. Tengo un compañero de trabajo, Quique, que está a punto de ser padre. Otro conocido mío cercano a mí me ha dicho también que va a ser padre de gemelos, y que están embarazados de tres meses ya. El caso es que este “baby boom” que están viviendo muchos de los que me rodean me llena de una profunda alegría por ellos, pero también de una equivalente tristeza dentro de mi.

Veréis, no es por el hecho de ser gay. Tampoco lo es por el hecho de que tengo bastante agudizado el sentimiento paternal. Tampoco lo es porque tenga la sensación de estar quedándome atrás (Tengo 28 años!). Pero a su vez, todo esto está presente. Es inevitable.

Conozco a muchas personas que dan por asumido que si son gays, no pueden ser padres. Otros que, directamente, no quieren serlo. Otros que me dicen es lo que hay. Y otros que me dicen que si quiero, puedo. Y yo, pese a no estar pensándolo para la semana que viene, siempre he pensado en esa posibilidad como algo factible, algo que realmente desearía para el futuro.

Hasta aquí, todo bien.

Ahora viene la parte escabrosa: la enorme lucha que supondrá en caso de que me decida y se convierta en una necesidad. Ya he hablado de esto en muchas ocasiones en este blog, pero una vez más me vuelve a invadir una angustiosa intranquilidad ante la exposición emocional que me supone hablar de ello. Y es que, en caso de que quiera adoptar, por el hecho de ser quien soy y mi tendencia sexual (y aunque no fuera el caso), me van a hacer infinidad de pruebas para comprobar si soy apto para adoptar un niño. Económicas, psicológicas, morales. Voy a tener que desnudarme ante muchas personas para demostrar que no soy un enfermo irresponsable, que tengo mucha solvencia económica, y que puedo dar “estabilidad” a un niño, bajo un concepto de estabilidad absolutamente hermético y basado en prejuicios y estereotipos. Seré juzgado moralmente. Y me duele mucho, pero que MUCHO, pensar que tengo que sufrir esa vejación tan solo por la imposibilidad de procrear de un modo normal, cuando hay miles de miles de personas a las que deberían prohibir ser padres y no les cuestionan lo más mínimo. Muchas de estas personas las he visto con mis propios ojos.

Con esto no pretendo decir que soy mejor que nadie, ni que me siento ofendido, ni dolido, pero… ¿no es así?. Es decir, ¿no es injusto que haya tanto irresponsable suelto a quien no se cuestiona nada al respecto, y gente que desea tener hijos con ansia desmesurada y tiene que sufrir batallas de toda índole para conseguirlo, si es que lo consiguen?.

Me considero un buen hombre, decente y capaz de dar un buen hogar a un hijo mío o adoptado. El mundo, por desgracia, no lo ve así. Otro gallo es el de las absurdas trabas legales de este país; leí hace poco que una pareja gay se fue a Los Angeles a tener un niño con una madre de alquiler, lo cual es perfectamente legal en ese país. Tuvieron gemelos y, tras firmar la paternidad de ambos padres formalmente y legalmente, les denegaron el visado de los bebés por no reconocer la paternidad desde la embajada española. Los bebés podrían ir como americanos con un visado de tres meses a España. Absurdo. No sé cómo ha terminado esta historia; creo que de hecho aún siguen batallando legalmente.

Yo no podría ni plantearme eso: supone un dinero y un tiempo que no tengo, porque soy un currito. Hablo, insisto, desde la hipótesis de plantearme hacer algo, a medio o a largo plazo. Simplemente, se trata de una reflexión, de un simple esbozo de una perspectiva que podría darse.

Personalmente, y aunque parezca cruel, cosas como esta ofenden: no solo a los homosexuales, sino a padres o madres solteros con la necesidad de tener hijos y no pueden por cualquier causa. Tienes dos opciones: o recurres a tener hijos en negro, o te enfrentas a una batalla legal que puede durar años para conseguirlo, gastando todo tu dinero e integridad moral ante otros para hacerlo.

Pero claro, es lo que hay. Habrá que aguantarse.

Un abrazo.