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Pues bien, esta notable mujer, que trabajó toda su vida sin contrato, acabó casi en la indigencia cuando al absorber Planeta a Minotauro (la editorial en la que trabajaba) se prescindió de sus servicios. Con una pensión inferior a los 300 euros, pasó los últimos años de su vida en una residencia de ancianos sola y casi en la ruina.
Al haberme enterado de esto, no he podido evitar sentirme muy triste no solo por las circunstancias en las que se ha producido su muerte, sino porque Matilde es la responsable de miles de millones de horas de gozo y alegría entre los amantes hispanohablantes de la lectura y de la fantasía al poder haber hecho accesible unas obras tan maravillosas e increíbles como la mitología épica de Tolkien... y nadie se lo reconoció. Y yo estoy entre esas personas.
Hoy, desde aquí, solo deseo decirle a Matilde que esté donde esté, tras su paso por las Estancias de Mandos, que aunque nunca la conocí le agradezco con todo mi corazón que su trabajo y esfuerzo haya sido la consecuencia de los mágicos momentos que he vivido leyendo las páginas de El Señor de los Anillos o de las Leyendas de Terramar (que estoy terminando de leer actualmente), y de los que tengo momentos muy concretos bien plasmados en la mente. En cierto modo, su trabajo me ha cambiado la vida.
Muchísimas gracias, Matilde. Descansa en paz.