17 de diciembre de 2010

Noche agridulce con la Germanotta


El pasado domingo día 12 se prometía francamente apoteósico. Llevábamos planeando desde hacía prácticamente medio año el momento que se dio lugar anteayer: íbamos a ver a nuestra adorada Lady Gaga al palacio de deportes de Madrid. Y no solo yo y mi chico: también varios buenos amigos, y hasta la familia (incluyendo mi madre y mis primos). Yo, personalmente, estaba que no cabía en mí: Lady Gaga me parece una de las más impresionantes artistas surgidas en los últimos años en muchísimos aspectos, y no solo por sus vistosos videos o pegadizas canciones: esa mujer tiene algo que, cuanto más buscas sobre ella, más te atrae y te hipnotiza. Además, con sus constantes muestras de afecto al colectivo gay y lesbico (ella misma se reconoce bisexual, dejando de lado absurdeces como su supuesto hermafroditismo) y sus ataques contra la homofobia a través de Youtube, ha demostrado que ya quisieran muchísimos políticos poder expresarse como ella y, además, demuestra mucha inteligencia. Ganarse al lobby gay no es moco de pavo para convertirse en una diva de éxito, como ya hemos visto en casos de cantantes con mucho menos talento que ella.