5 de octubre de 2008

Ventiocho

"La vida solo se comprende mirando hacia atrás, pero se debe vivir hacia delante"

En el momento en que estas líneas son publicadas, yo seguramente esté durmiendo o, en su defecto, estaré tomándome unas copas para ¿celebrar? ¡sí, celebrar! que en este instante hace ventiocho años llegué al mundo en la maternidad de la calle O’Donnell de Madrid, el 5 de octubre de 1980.

Este año no quiero extenderme con una superparrafada como he hecho en anteriores ocasiones (y que podéis leer en los flashback que tengo publicados en este mismo post al final), sino hacer un pequeño inciso en lo que suelo hacer cuando llega esta fecha: reflexionar sobre mi propia evolución, en vez de valorar los hechos y situaciones vividas en este tiempo, tarea por otra parte nada fácil de realizar, ya que el progreso interior de una persona está estrechamente ligada a esas vivencias que tiene conforme avanza su vida. Pero lo intentaré, no obstante, con mayor o menor éxito. Y si es posible, sin dramas añadidos (como los azúcares de los zumos).

He estado releyendo mis post de los últimos tres años, a los cuales ha seguido mi propia memoria regocijándose en ellos y en todo lo que ha podido alcanzar yendo mucho más atrás. Y he llegado a la conclusión de que es una estupidez intentar mirar con nostalgia al pasado. La nostalgia es un sentimiento hermoso pero que atrapa y hiere como un cuchillo a menos que sepamos mantenerla a raya.

Veréis, es que yo soy una persona normal, corriente, sencilla, de barrio, y con una serie de virtudes y defectos que forman parte de mi desde que nací, aspectos de mi que no han variado un ápice en naturaleza, aunque sí en la forma en las que los vivo. Supuestamente, e insisto, supuestamente, las personas vamos limando nuestros puntos débiles y fuertes, y acabamos por ser mejores en esas cosas que no dominamos poco a poco. Bien, pues estoy de acuerdo pero con una serie de puntualizaciones.

15 años atrás, veo a un Dani que, sinceramente, no sé quien es. 10 años atrás, empezó a tener consciencia de sí mismo. 5 años atrás, ya era la persona que deseaba ser. En este punto, su evolución se había completado.

Cuando comencé a vivir mi vida adulta descubrí que no había llegado a una meta, sino que era entonces cuando empezaba la vida. Y a día de hoy aún lo pienso: yo nací cuando cumplí los 19 años. Es triste pensarlo de ese modo aunque de todo lo anterior tengo muchas cosas de las que enorgullecerme.

Y entonces, el recién nacido, es decir, yo, empecé a moverme por el mundo. Y como cualquier persona, me he dado golpes, he reído, sufrido, amado, llorado, amargado y he estado en el cielo. Lo que cualquier persona, vaya. He aprendido mucho de mí mismo, de la gente que he tenido alrededor y la que aún tengo cerca de mi, los que han estado siempre y los que han llegado hace poco. Y no reniego de nadie, para bien o para mal. Como bien queda escrito, reflejado y patente en la película Olvídate de mi, las vivencias de cada uno de nosotros son imborrables por una causa: nos convierten en quienes somos. No se debe renegar de tu propia vida, de lo que eres.

Toda esta parrafada para llegar a la siguiente conclusión…

Hoy cumplo 28 años en este mundo y comienza mi año número 29. Aunque quede excesivamente ególatra, debo decir que me enorgullezco de mi evolución, en general, pese a ciertos errores tremebundos que he cometido en el camino. Sin ganas de autojustificación, el único secreto para poder seguir adelante, seas quien esas, es quererte a ti mismo por encima de todo lo demás. Ojalá pudiéramos hacerlo todos los días. Y yo, hoy por hoy, me quiero. No siempre ha sido así. No siempre lo es.

Y sí, ha sido un año estupendo, mucho mejor que los dos anteriores. Con diferencia.

Un abrazo.