17 de mayo de 2007

Tortura


En el mundo hay muchas clases de tortura. La física, la emocional, la psicológica... y un largo o larguísimo etcétera. La peor de todas es la que uno se provoca a sí mismo cuando los ardides del destino le juegan una mala pasada, porque como decía mi querido Tolkien en una de sus sabias frases, A veces no hay peor castigo que el sufrir las consecuencias de una mano torpe, la de uno mismo. La herida duele mucho más.


No hay palabrería capaz de coser ciertas heridas. Pero sí la esperanza de la recapacitación, el deseo de aprender de ello, el triunfo del bien sobre el mal, de la verdad sobre la mentira, de la razón frente a la locura, del cariño frente al desdén.


Yo he aprendido la lección. No pienso volver a permitirlo ni permitírmelo.

Y no creo que haya mejor canción que la siguiente para expresar lo que siento.

Un abrazo.



Leo

El nacimiento de Leo se remonta a la antigüedad, aunque es posterior a los de Aries, Tauro y Sagitario. Leo, corresponde al León de Nemea, hijo de Tifón y Equidna, animal invulnerable que asolaba los campos devorando a las personas y al ganado. La primera tarea de Hércules fue matarlo. El León tenía como morada una cueva con dos entradas; Hércules taponó una de ellas y entró por la otra para sorprender a la fiera. Abrazó al león apretándolo hasta ahogarlo, y después con sus propias garras lo desoyó y tomó para sí mismo su piel y su cabeza como casco. Zeus transformó al león en constelación para honrar a su hijo.
En Mesopotamia, simbolizaba el fuego y la culminación del caldeamiento solar en el hemisferio norte. En Egipto, representaba el Sol y la Monarquía. Los israelitas lo asimilaron con Judá, que se recuesta como el león, razón por la que figura en el estandarte del reino homónimo. La tradición judeocristiana lo relaciona con el evangelista San Marcos.


Fuente: Wikipedia