25 de mayo de 2010

El final de un mito: LOST



ADVERTENCIA: Contiene SPOILERS a mansalva del final de la serie

Seis años. Seis años han transcurrido ya desde que conocimos a los pasajeros del Oceanic 815 estrellándose en la misteriosa isla que ha sido el epicentro de una de las series que está llamada a convertirse en unos de los mitos de referencia de este aún joven siglo 21. No digo nada nuevo si afirmo, como ya se ha dicho en miles de sitios, que ni es la mejor realizada, ni la que mejor argumento tiene, ni la que más coherencia argumental. Tampoco destaca en la labor de los actores, donde los poquísimos que sí saben actuar se comen a los demás con patatas fritas (claros ejemplos de Terry O’Quinn, Locke, o Michael Emerson, Ben). Pero si hay algo que Lost jamás ha hecho es dar al espectador una respuesta plana ni clara, alimentando así la posibilidad de crear teorías acerca de su desarrollo a cada cual más disparatada o increíble. Y ahí, precisamente, radica la enorme fuerza que despide.


Hace dos días, Lost llegó a su fín de un modo que, personalmente, no me esperaba pero cuya posibilidad sí contemplaba. Y pese a mi (muy breve) desconcierto inicial, comencé a entender el propósito y, por ende, mensaje final que pretendía transmitirnos. LOST no es una serie que va sobre unos Robinsones en una isla. Tampoco es una serie sobre dos dioses jugando a un juego. Tampoco tiene nada que ver con una comunidad científica que estudia las fuerzas del electromagnetismo. Lost es una serie que habla de la redención, de la aceptación de la mortalidad como único destino posible, y de la enorme importancia del amor, de recordar lo vivido con la gente que queremos a lo largo de nuestra existencia. Siempre, desde el principio mismo de la serie, se nos ha presentado con todo lujo de detalles las vidas de unas personas (perdón por lo facilón del adjetivo) perdidas que encuentran en ese lugar, ese momento, y junto a esas personas, un sentido nuevo de vivir y una nueva oportunidad para claudicar y volver a empezar.


A favor, sin duda, tenemos una narrativa que, por su naturaleza desconcertante y poco ortodoxa, nos ha alimentado la adrenalina hasta extremos insospechados. También está el hecho de que (para bien o para mal) por lo estirado de muchos episodios, hemos conseguido conocer a todos y cada uno de los personajes principales de una manera extremadamente íntima, casi hasta el punto de considerarles familia. No hay que buscar mucho para encontrar la empatía en los rasgos emocionales o psicológicos de estos personajes, siendo al final el más importante de ellos el de Jack Shepard, que se erige como el epicentro de las ¿conclusiones? a las que hemos llegado en estos seis años.


En contra, vuelvo a mencionar la narrativa, que por su naturaleza desconcertante y poco ortodoxa, se ha saltado todas las reglas de la lógica, se ha pasado por el forro toda coherencia argumental en buena parte de la serie, y lo más importante, ha sido extremadamente tramposa con el espectador. Tampoco ha ayudado el que la mayoría de los actores de la serie sean malos con avaricia, con especial mención a Harold Perinneau (Michael), Jorge García (Hugo), o Emilie de Ravin (Claire), por poner solo un mínimo ejemplo. Eso hace que otros actores serios como los ya citados O’Quinn o Emerson parezcan dioses a su lado. También está el constante cambio de género que ha experimentado, temporada por temporada, la serie. Un batiburrillo de La isla del tesoro, Depredador, La isla del Dr. Moreau, La momia o Autopista hacia el cielo mezclada con la novela rosa más empalagosa posible de Danielle Steel.


Pero, sin ganas de seguir centrándome en aspectos positivos o negativos, y ya entrando en una reflexión final y definitiva, debo decir que personalmente LOST me ha parecido una serie de esas que hacen época y MARCAN. Una serie con la que me quedo y guardo en el corazón por los buenos momentos que me ha hecho pasar durante todo este tiempo. Porque no me siento insultado (pese a lo bonito que queda decir que los guionistas no me han tomado por tonto dándome respuestas obvias), ni vilipendiado por la conclusión a la que ha llegado la serie. Es más, diría que encaja perfectamente con mi dogma y forma de entender la vida. Sí, señores, hablo de una superficial y banal serie de televisión, soy consciente de ello.


Aceptar el final de Lost, con sus incongruencias, faltas de explicaciones (echo de menos una mayor profundidad en la mitología de la isla, y las reglas entre Jacob y su hermano), implica tener fe. En intentar dilucidar lo que no es evidente ni palpable. En fiarte de la buena fe de los guionistas en lugar de echar pestes por no haber hablado más del humo negro, de la estatua de los cuatro dedos, de la maldición de los números, o de las visitas de Jacob y Richard fuera de la isla.

El final de Lost es un final que invita a la reflexión, a reconfortar el alma, y a que tengamos presente los principios básicos del budismo: que el sufrimiento existe, que este sufrimiento lo produce el apego al deseo, y que liberarse de él solo puede lograrse mediante la adquisición de la sabiduría, la moralidad y el pensamiento. Si lo pensamos con calma, es así (y por cierto, esto último no sale de ninguna de los extremistas comentarios que hierven en Internet desde ayer).

En definitiva, y realizando nuevamente un acercamiento personal, considero que LOST es una de las mejores series que he podido disfrutar en la vida y que, aún siendo consciente de sus enormes fallos, me quedo con sus enormes virtudes. Lo digo con convencimiento y sin ganas de autocomplacerme ni conformarme. Porque yo soy un hombre de fe.


¿Sois hombres de ciencia, u hombres de fe?


Hasta siempre, LOST.


4 de mayo de 2010

Lost-calizaciones

Por fin llego a uno de los puntos fuertes a mi ya de por sí espectacular visita a Hawai: las Lost-calizaciones o las localizaciones de una de mis series favoritas, Perdidos, que por cierto en unos días toca a su fin definitivo, tras lo cual haré una exhaustiva review de la serie al completo. Tenía ganas de escribir esta entrada, pero quería hacerlo con un poco más de calma pues hay mucho que contar. No obstante, intentaré no ser demasiado plomizo ;). Ah, y eso sí, el que avisa no es traidor: hay SPOILERS de las 6 temporadas en las siguientes páginas, eso sí, solo hasta la emisión actual en USA.

Para empezar, desde que volví de allí ya no veo cuando veo Lost ni la isla, ni Los Angeles, ni Korea… solamente veo Hawai allá donde mire. Y es que, además, es bastante evidente: no hay más que ver las palmeras, el verde, el clima en general para darse cuenta de que las zonas urbanas, salvo si están muy retocadas (como es el caso de las veces que se muestra Londres o Berlín), son indudablemente Honolulu o Waikiki.


En esta foto podéis ver una iglesia enfrente del ayuntamiento de Honolulu bastante bonita, pero que además fue utilizada para recrear el falso Oxford en el que se encuentran Desmond y Daniel Faraday. Lo gracioso es que en la serie degradaron incluso el color de la fotografía para hacerlo más frío, además de cubrir bien tapados a todos los actores y extras. En realidad, se estaban muriendo de calor. ¡Solo mirad cómo estoy yo en la foto de arriba…!.

No es el único sitio: prácticamente cualquier zona urbana que aparece en Lost está rodada en Honolulu y Waikiki: desde las calles de Los Angeles, las comisarías, y un largo etcétera. Por poner más ejemplos:


En la foto que veis arriba tenemos el puerto donde Ben va a visitar a Desmond y Penny en la quinta temporada. Es el mismo puerto que se supone ser el de Los Angeles, y en realidad es un puerto que está en la avenida de Ala Moana, que comunica Waikiki con Honolulu. También es el escenario en la sexta temporada donde Desmond tiene un accidente con el coche junto a Charlie.


Aquí tenemos una escena de la sexta temporada… está claro que se ha rodado en la playa de Waikiki, por mucho que intenten planos cercanos de los personales y desenfocar el fondo.

Y podría seguir, pero no quiero seguir spoileando: básicamente, decir que cada rincón de estas dos ciudades es como estar metido en Lost, vayas donde vayas. De hecho, el primer día que llegamos nos encontramos cara a cara con el actor Titus Welliver, que da vida al misterioso hombre de negro. No hablé con él: el hombre estaba haciendo deporte y me dio bastante palo interrumpirle.


Pero donde realmente tenemos los decorados más espectaculares es cuando salimos de la zona urbana. Comenzamos por uno de los parajes más bonitos de Oahu: el rancho Kualoa, situado en el extremo noreste de la isla. Este rancho, que además ha sido escenario de otras películas muy conocidas como la mítica Jurassic Park o Godzilla (esta no tan mítica, jaja) entre otras, es en realidad un enorme complejo natural utilizado para rutas, senderismo, equitación, etcétera. El sitio es realmente precioso, y el Tour de películas es bastante barato. Eso sí, en general es bastante pobre por lo cutre del recorrido. Eso sí, es visita obligada aunque sea solo para disfrutar de las vistas.


En este rancho se graban prácticamente la totalidad de los exteriores en el interior de la isla, así como escenas de acceso a estacines Dharma como bien podéis ver en la foto de abajo.


Si desde ahí nos íbamos al oeste, llegábamos a la playa de Mokuleia, un auténtico paraíso natural y escenario clave de Lost: la playa donde se estrellaba el Oceanic 815. Allí estuvimos un rato deleitándonos con las vistas, con la sensación de estar en la isla y, eso sí, un poco molestos con el viento y la arena que soplaban realmente fuerte.



Desde luego, y como podéis ver en las fotos, el sitio realmente era de esos de ensueño.


Pero nos faltó una última sorpresa: al irnos de allí (la playa está junto a una carretera casi sin coches y donde se puede aparcar perfectamente), nos encontramos de bruces y sin esperarlo con el Campamento Erdman, también conocido como Dharmaville o el poblado de Los Otros.


Resulta que este campamento de Boy Scouts (sí, es lo que es) se ha hecho tremendamente popular entre los fans de Lost, como era de esperar, y todo aquel que desea visitarlo solamente tiene que registrarse. Se pide, eso sí, que si hay niños por la zona se procure dejarlos fuera de la foto, y también aceptan una donación voluntaria. La pagamos gustosamente, unos 10 dólares por pasear a nuestras anchas por la zona.


Estas localizaciones las vimos entre los dos días que estuvimos paseando por Oahu, y fueron toda una experiencia no solo por el efecto Fan, que evidentemente disparó nuestras emociones cuando estabamos in situ, sino porque te das cuenta de lo espectacular que puede llegar a ser Oahu y por qué eligieron rodar en esta maravillosa isla.


Uno de los días, al volver a Waikiki, nos paramos en uno de los restaurantes de la zona más animada de la ciudad, y disfrutamos del visionado semanal del episodio de Lost mientras cenábamos, tomábamos una copita y disfrutábamos en HD y con control de volumen en la propia mesa de las escenas de nuestra serie favorita.



En verdad, ha sido una experiencia inolvidable.

Un abrazo.