5 de octubre de 2006

Por fin ha llegado a mi... ¡POR FIN!

Han pasado más de cuatro largos años desde la para mi última entrega en PS2. Por fin ha llegado el momento. Ya no recuerdo a qué juego o juegos he estado jugando antes de ahora... porque para mi, ha llegado el momento. Final Fantasy XII ya está en casa y pienso entregarme a él en cuerpo y alma desde este instante.

Amén.

Ventiseis

Hace ahora algo más de ventiseis años, concretamente a eso de las cuatro y media de la madrugada del cinco de octubre de 1980, un pequeño (porque sí, era pequeño) bebé llegaba al mundo en la clínica de la calle O’Donnell de Madrid. Ese bebé era yo.

Vaya… ventiseis años. Quién lo iba a decir. La mayoría de la gente que me rodea en el ámbito laboral o incluso los amigos de los que me rodeo me dicen que soy un pipiolo, que ya tengo treinta menos cuatro y cosas así… pero como siempre digo, el tiempo pasa a la misma velocidad para todos. Hoy empiezo mi año número ventisiete en el mundo y pese a que no soy de hacer valoraciones en el día de mi cumpleaños (eso lo reservo para año nuevo, excentricidades de uno…), lo cierto es que ayer me estuve planteando ciertas cosas.

Ayer me matriculé en la UNED de forma oficial, porque siempre tuve la espinita de sacarme la carrera de Informática de Gestión. Examinando mis cajas para encontrar el título compulsado de FP3 que poseo para poder matricularme, vi muchos retazos, recuerdos de colegio, instituto… y es que he pasado casi toda mi infancia alimentándome de esos recuerdos. Volví hacia atrás, y me descubrí a mi mismo dentro de las paredes de mi colegio de siempre, del instituto donde pasé después la friolera de 8 años…

Recuerdo cómo iba a visitar a mi tía Pepa en los recreos con mi amigo Iván o mi primo Rubén para ver a mi recién nacido primo Victor, los juegos de recreo cuando iba aún a la EGB, a las cosas buenas y las malas que allá me ocurrían, a lo tímido que era y los problemas que eso me causaba, a mis juegos, a mis esfuerzos físicos y mentales, las clases de mecanografía, las tardes merendando con la abuela…


Y así, atravesando todo un mar de páginas, de escenas, de momentos alegres y tristes como en una película tragicómica, en un musical si me permitís escoger, vamos recorriendo mi historia. Porque sí, esta es mi historia, como decía un célebre personaje de videojuego. Y llegamos a las páginas actuales, manchadas de tinta corrida por las lágrimas y salpicada por la entereza que va curtiendo mi piel conforme me voy dando cuenta de que la vida es y no es lo que yo esperaba que sería. Que yo mismo no soy quien creía ser, que a su vez soy mucho más de lo que esperé ser jamás. Irónico, ¿verdad?. ¿Y no es todo en general una gran ironía?.

Cuando era pequeño nunca creí que iba a ser la persona que soy hoy, que nunca tendría entereza de aguantar ciertas cosas que hoy por hoy no me dan miedo, pero tampoco pensé encontrarme de bruces con mis propios defectos, mi lado oscuro, o que haría o diría cosas absolutamente impropias de mi. Con todo, creo decir con toda seguridad que pese a mi juventud (aunque a veces me sienta un viejo por dentro) tengo los valores básicos para seguir avanzando: integridad y capacidad de comprensión. No se necesita nada más. ¿De qué sirve decir que soy honrado, responsable y buen amigo si a veces esas cualidades se van por el desagüe?. De nada, excepto si tienes capacidad de ver tus propias virtudes y defectos.

Pero ya estoy empezando a divagar. No voy a permitirme ese lujo. Contaré una anécdota curiosa, estableceré una pequeña reflexión y sentenciaré. Así debe ser, esto no es más que un blog que refleja con mayor o menor acierto las palabras que alcanzo a escribir. No es yo, no refleja del todo lo que ves cuando me tienes delante… no es más que una idealización de mi, mi alter-ego, mi personaje teatral.

Esta mañana he traído tarta casera a mis compañeros de trabajo. Llevo tres años haciéndolo, una rica tarta de queso, nata y cuajada que me pasó hace tiempo mi amiga María y que he hecho mía a lo largo de este tiempo, tanto que hasta cuando la gente veía la tarta en la cocina ya sabía que era por mi cumpleaños. Las primeras personas que había allá en la cocina eran Concha y la señora de la limpieza, que nunca recuerdo cómo se llama, pero que conoce a mi madre. La conversación ha sido algo así con la Señora de la limpieza, que ¡oh! Resulta que conoce a mi madre:

- Ah, ¿pero también cocinas?
- Bueno, alguna cosilla sé hacer.
- De verdad, chico, es que eres una joyita.
- Bueno, jeje… según se mire.
- Le pregunté a tu madre si has salido a ella o a tu padre, y ella dice que te pareces a ella más que a tu padre.
- Bueno, creo que tengo un poco de los dos, para qué engañarnos.
- Tu madre dice que eres mucho más responsable que tu padre.
- Eso sí es verdad, no lo puedo negar…


No sé por qué mi madre le habrá dicho a una desconocida que me parezco más a ella que a papá cuando creo que tengo cosas de los dos… pero también es posible que ella tenga más conocimiento de causa por la edad y porque hablamos de su entonces marido. Pero entonces volví a recordar una cosa importante: todo lo que tengo y lo que soy se lo debo a ellos, a papá y a mamá. Sin ellos no soy nada. Es increíble esto de las relaciones padres-hijos, ¿verdad?. Ahora tengo tan presente hasta el último de los momentos de mi infancia con papá… que sin ser un modelo de nada en particular, era mi héroe. Y mamá también, por otros derroteros. Si alguien que lea estas líneas tiene hijos, recordad que cada momento que vivís con ellos mientras son niños son oro puro. Nos los desperdicieis.

Y ahora, ¿qué es lo que tengo?. Una cierta cultura (y sobre todo mis ganas de seguir aprendiendo acerca de todo en particular), un trabajo estable dentro del concepto de estabilidad que una sociedad como esta puede proporcionarnos, estoy a puntito de independizarme (en un par de meses será una realidad), y algunos amigos maravillosos de los que no deseo nunca despegarme, así como una familia increíble con la que tengo muchas cosas por vivir. Adoro a mis primos, los mayores y los pequeños. Son uno de los pilares más importantes de mi vida.

Ayer operaron de una hernia a mi primo (primo no, ¡hermano!) Rubén y me di cuenta cuando hablaba con él que estaremos juntos toda nuestra existencia. Si algo le pasara no lo aguantaría, sería mi muerte. Como lo mismo me pasa con Irene, con Victor, con mis tíos y tías… y mis amigos del alma como Jose, que me llamó justo a las 00:00 horas para felicitarme...

Hoy tengo necesidad de estas personas. He pasado los peores cuatro meses de mi vida a nivel anímico y emocional, y aún queda mucho camino por recorrer. Por fortuna las cosas distan de ser grises y, por suerte, ese dicho de que la esperanza es lo último que se pierde es completamente cierta. Tengo mucho por lo que dar las gracias.

Debería concluir este ladrillo diciendo que, sin duda, estos ventiseis años pertenecen a todas estas personas. A mis padres, a mis amigos, a mis modelos, a mis profesores, a mis amores. Porque mi vida son ellos y yo soy su vida. Y porque, como decía Meryl Streep en Las horas, las personas vivimos por los demás, es lo que se espera de nosotros. En el momento en que eso nos falta, la vida carece de sentido.

En base a esa frase, concluyo diciendo: mi vida dista muchísimo de carecer de sentido.

Un abrazo y beso muy fuertes.

Dani