10 de junio de 2005

Soy gay... y estoy triste

Sí. Me siento bastante mal. Soy gay, o por las malas lenguas marica, y de forma directa o indirecta estoy siendo atacado por muchos frentes que consideran mi condición extraña, antinatural, aberrante.

Todo es cuestión de aceptación, de tolerancia, de respeto. Cuando yo empecé a intuir mis tendencias sexuales mi primera reacción fue el rechazo. Y así continuó durante años, unos años en los que mi odio a mí mismo por ser así fue en aumento y acabé amargado. Porque mi desconocimiento era grande, porque el entorno en el que me movía consideraba que el ser gay era producto de una enfermedad mental. Tenía miedo a ser rechazado, agredido, y lo más importante: que los que quería dejaran de quererme. Tal era mi confusión.

Cuando finalmente decidí plantar cara a mis miedos, y de esto hace ya bastantes años, opté por hacer lo que mi corazón me dictara que debía hacer, y así he hecho desde entonces, y me he mantenido firme y coherente hasta cierto punto (nunca podré hacerlo del todo). Con el paso del tiempo aprendí a comprender que la normalidad o la no-normalidad no la define la persona con la que te vas a la cama, sino otros muchos factores, como la honradez, la honestidad consigo mismo, el ser bueno de corazón, la integridad. No es algo que nadie no sepa, lo sé, pero como se suele decir: "No es lo mismo conocer el camino que recorrerlo".

Pero eso muchas veces no ayuda. Da igual que seas íntegro, o buena persona, o inocente de corazón. Siempre va a haber alguien que te recuerde lo mucho que te odia por acostarte con otro hombre. O que se avergüenza de ti. O que prefiere que seas "discreto". Pero, ¿hablan de discreción o de ir con la cabeza baja o ocultarte?. Porque aunque te digan lo primero, en realidad te están pidiendo lo segundo. Y en la mayoría de los casos esto se aplica a los mismos gays.

Mi madre acepta de buen grado que su hijo sea homosexual, y esto lo sé perfectamente, pero no puede evitar que prefiera "ocultar" que lo soy delante de otros que quizá no lo comprendan. Como si eso a mi me importara. Pero yo hago lo que me pide, por ella. Y muchas veces cuesta.

Ahora llegamos realmente al momento de la cuestión: ¿Por qué estoy triste?. Recientemente se ha aprobado la famosa ley de matrimonios homosexuales, y ha llegado el momento en el que se están comenzando a radicalizar las posturas de aquellos que se oponen a dicha ley: sectores ultraconservadores, en la mayoría defensores de la familia tradicional o sectores católicos y de la iglesia, amén del partido derechista por excelencia: el PP.

El próximo 18 de junio (10 días antes del orgullo gay, curiosamente) hay una manifestación en contra de los matrimonios homosexuales. Hasta ahí todo me parece bien, pero comenzamos con el tema escabroso: los argumentos que se exponen para justificar esta oposición. Son de tal nivel de ignorancia, desconocimiento, homofobia, y todo ello impregnado de un tufo nazi, derechista, de cegamiento religioso, que asusta. A mi me asusta mucho.

En general, este asunto ha traído consigo una radicalización de posturas tan grande que parece que cualquier día podría abrirse una veda de caza de maricas. El término "vive y deja vivir" parece no existir.

Ya escribí sobre mi opinión acerca de los matrimonios gays y no voy a ser redundante. Pero creo que es un grave error llevar a extremos las cosas, sea lo que sea. Esta actitud por parte de los sectores conservadores es, a todas luces, sangrante. Y está abriendo muchas heridas dolorosas. Hasta yo las estoy sintiendo, que soy relativamente "nuevo".

Lo peor que puede ocurrir es que ese día se presenten los radicales Pro-Gays defensores de la causa, monten alguna gorda, y los Anti-Gays se escuden en ello y ataquen aún con más fiereza. Tengo la esperanza de que eso no ocurra.

En todo caso, qué asco da este mundo. Qué asco dan los prejuicios. Qué asco da no poder ser realmente libre. Muchas veces te dices a ti mismo "no pasa nada; tú haces de tu vida lo que quieres que sea". Pero otras veces te dices... "no, no es tan facil".