18 de mayo de 2009

Eurorabia

Cada año se repite la misma historia, y sin embargo cada año volvemos a picar. Así es como me siento tras ver el más que decepcionante festival de Eurovisión de este año, en el que representando a España estaba nuestra queridísima Soraya Arnelas.

No me pienso sentir avergonzado al decir que tengo los cuatro discos que esta extremeña ha sacado al mercado, y pienso atreverme a decir me encantan, especialmente su último trabajo, Sin miedo. Y tengo la casi convicción de que lo de este año (ha quedado penúltima, y gracias a la generosidad de Portugal y especialmente Andorra no ha sido un fiasco absoluto) es una Vendetta en toda regla por el bochornoso show que ha dado TVE al pasarse por las narices las normas de retransmisión del festival. Si no, no me lo explico; personalmente no veía a Soraya como ganadora, pero ni de broma como la penúltima.

Si pienso en Soraya, creo que ese look que lució a lo dominatrix norteña no le favorecía demasiado (la chica es bastante más mona), y que la coreografía fue simplemente correcta, pero bien resuelta.

Haber, había de todo: la canción francesa era demasiado elegante y anticlimática para un festival tan chochi como ese (a mí me encantaba, pero no pegaba), así como la de Malta. Curiosamente, me encantan las que han quedado segunda y terceras, pero mis predilectas eran las de Suecia y Turquía. Muy noble el gesto de Noa por Israel, pero la canción en sí era bastante aburrida.

Pero analicemos brevemente el fenómeno eurovisivo: en la práctica, Eurovisión es un acontecimiento especialmente orientado al público gay (es la realidad, aunque no sea algo generalizado) que hace desfilar lo más pintoresco de cada país en materia musical objetivamente hablando, pero que posee un irresistible poder de atracción debido, en buena parte, a ese espíritu festivo que destila cada vez que llega la hora de celebrarlo. El año pasado, Buenafuente quiso reirse del concurso en sí y de las normas que TVE había puesto para ese año llevando al freak de Chikilicuatre a golpe de publicidad y talonario. Pues un año después tengo que darle la razón: Eurovisión no se puede tomar al 100% en serio. Favoritismos, politiqueo, etc... son moneda de cambio habitual de un concurso que necesita una renovación de fondo, empezando por un sistema de votación que, por mucho que me hablen de jurados, yo no me acabo de creer. Luego, los favoritismos económicos que hacen que España siempre vaya directo a la final. Personalmente, creo que eso la condena al fracaso.

La prensa en general está cebándose con una Soraya que, vuelvo a repetir, no se merece tales vapuleos, por muy poco brillante que a juicio de esta gente sea su canción y su figura artística. Solo hay que ver los artículos de El Mundo o de mi querido Albéniz de El Descodificador, artículos con los que estoy bastante de acuerdo, pero no plenamente.

Mención aparte está la victoria de Noruega, absolutamente desproporcionada para una canción tan simple. Que el chico tenía carisma, no lo dudo en absoluto.

Y mención aún más aparte tiene el hecho de que Rusia se haya gastado tal cantidad de dinero en un escenario espectacular como pocos se han visto antes en Eurovisión, tomándose este festival como un asunto de estado (4 veces más dinero que el anterior festival), y que sin embargo siga prohibiendo manifestaciones del colectivo homosexual como el que se produjo el mismo día de eurovisión con 80 detenciones. Una incoherencia tan grande que refleja un sistema político a nivel social en estado muy deteriorado, aunque desde luego este comentario no tiene nada que ver con Eurovisión. Me sale del alma al pensar en dicha manifestación, la cual además no recibió la solidaridad de ningún presente en el eurofestival.

Concluyo este aburrido texto con la convicción de que algo huele mal en nuestro país: a este respecto: Televisión Española, la cadena del amiguismo, del oscurantismo, del desfilfarro y el exceso, de la autopromoción intravenosa, de los programas sorbeseso y del cutrerío y casposismo más grande que se puede encontrar en este planeta.

Solo espero que la pobre Soraya no pague el pato. No se lo merecería, por mucho que algunas personas se alegren de su batacazo.


ACTUALIZACIÓN: Tal y como pensé, mi texto original ha causado furor. Veréis, no pensaba ni siquiera hablar de Eurovisión porque, aunque aquí más o menos está reflejada mi opinión real, se me ocurrió que quizá podría escribir un comentario a muy mala leche de manera deliberada.

Hace unos días estuve pensando en cómo algo socialmente popular como es Eurovisión siempre desataba una especie de tormenta de opiniones contradictorias entre sí dentro de la red. Al menos, así siempre me ha pasado que he intentado ser irónico o hilarante con las cosas que escribía. Así que hoy he hecho el experimento con mi propio blog y el resultado ha sido realmente brutal: pensaba dejar el texto tal cual unos días, pero en tan solo unas horas he recibido una cantidad de comentarios hirientes tanto para Soraya, como para un servidor, que me he apresurado a cambiarlo antes de que me empalen con una lanza.

Por favor, señores, que Eurovisión no es más que un concurso de canciones. Yo soy de los que creen que Soraya merecía mucho más y puede que con mis amistades me muestre hilarante, pero la verdad es que un acontecimiento así tiene la importancia que tiene: relativa. Lo que sí me sorprende es que algo así, tras tantos años, siga levantando tantas pasiones contradictorias.

Un abrazo.