6 de febrero de 2006

La pieza que no encaja

Extraño fin de semana este que ha finalizado. Extraño desde sus inicios a las 3 de la tarde del viernes hasta el momento en que escribo estas líneas. Tengo la sensación de haberme encontrado conmigo mismo, pero rodeado de gente que por alguna razón estaba en otro lugar.

La tarde del viernes fue de lo mejor del fin de semana aunque sin duda lo mejor de todo llegara la mañana del sábado. A partir de ahí en adelante, todo fue como la película que vi este fin de semana, Flores rotas, es decir: un auténtico desafío a la imaginación, donde todo está pasando y a la vez nada. Nada explícito, nada tangible, sólo alucinaciones, situaciones fuera de contexto y regresos al pasado (¡y hablo de muchos años, prácticamente doce!) que me hicieron plantearme cómo habían cambiado las cosas, y lo que realmente me importaba de mi día a día. Ojo, no hablo de una situación de trascendentalismo de esas típicas, sino una serena reflexión que me hizo sentir realmente bien. El domingo se llegó al final de un camino muy largo donde se culminó un proyecto.

El viernes, como ya he comentado, fue una tarde especial, porque si bien parece que planté cara a una parte de los miedos y fantasmas que aún están dentro de mi, el flaqueo que me invadió (y me superó) lo conseguí vencer finalmente. Y me sentí luego mucho mejor. He perdido el miedo a algo que me asustaba. ¿No os han dicho alguna vez que la única forma de vencer un miedo interior es afrontarlo y plantarle cara?. Así es como lo definiría.

El sábado por la mañana, y de forma casi inesperada aunque no del todo, pasé una de las mañanas más maravillosas que recuerdo en meses. Todo por cortesía de una de esas personitas que andan por el mundo y que consiguen iluminarlo un poco más con su afectuosa y dulce personalidad y a quien he llegado a querer muchísimo.

El resto del fin de semana fue más o menos como los anteriores, pero con un elemento que lo diferencia de todos los demás. Por alguna razón, que aún no comprendo, me sentí como la pieza de un puzzle distinto al que se estaba construyendo. Yo no conseguí encajar en ninguno de los sitios donde quería ser ubicado. Y lo curioso es que yo no hice nada especial o que forzara esa situación tan incómoda. Incómoda para los demás, por supuesto. Porque yo me sentía estupendamente, salvo por esa impresión de que mi presencia incomodaba a mi entorno. ¿No os habéis sentido nunca así?.

En todo caso, el fin de semana acabó. Y ahora, toca volver a la rutina (bastante pesada) que se presenta esta semana. A ver qué tal resulta la construcción del puzzle semanal, aunque algo me dice que se presenta complicado.

Un abrazo.

Sentimiento de amistad

Hiciste acto de presencia por primera vez a los pocos días de que el centro de mi existencia apareciera en mi vida, un extraño paralelismo que no pude evitar asociar en su momento.

La primera vez que te miré a los ojos, encontré algo fascinante que pocas veces había tenido oportunidad de contemplar. Vi una ternura ilimitada, un dolor lleno de belleza, una inocencia moderada que me hacía pensar que había algo realmente incorrupto, puro dentro de tu alma, pese a los golpes que cualquier persona nos da la vida.

Ya he hablado muchas, muchas veces, de ese hilo invisible que nos unió aquella noche. Nunca me había pasado nada igual, con nadie, en toda mi vida, y me pareció profundamente hermoso, aunque no supiera cómo explicar unos sentimientos tan puros a la par que alejados de cualquier interés personal hacia ti. Te tuve afecto desde el momento en que te vi, simplemente eso. Y es genial sentir eso espontáneamente por alguien.

Ha pasado ya bastante tiempo desde aquella peculiar y maravillosa noche, a la que han seguido otras tantas, y nunca hasta hace poco nos habíamos encontrado de otro modo que no fuera rodeados de gente.

Es maravilloso gozar de una amistad que no entiende de otro sentido salvo el de hablar y escucharse y saber que es así, de entender que hay cariño y amor mutuo diciéndolo solamente cuando es necesario, sin apegos ni sensación de que los sentimientos se extralimitan, no solo porque no tengan cabida, sino simplemente porque así es como ocurre. Y pienso para mis adentros que ojala todas las relaciones humanas de este mundo fueran como la nuestra, aunque seguramente si así fuera no apreciaría tanto lo que tengo contigo.

Me encantó verte. Me encantó escucharte. Me encantó que me escucharas. Pronto volveremos a vernos. Gracias por el desayuno con tostada. Gracias por tus palabras, por tu compañía, por pasar una mañana fabulosa. Gracias por hacer lo que hiciste al salir de la cafetería (de verdad), y gracias, sobre todas las cosas, por ser mi amigo.