10 de septiembre de 2009

Okinawa - 沖縄

Uno de esos puntos pendientes que tengo desde hace unos meses es hablar un poco más en detalle del maravilloso viaje a Japón que hice junto a bigbro en Marzo, y hoy voy a empezar con el lugar (hasta la fecha) más lejano al que he viajado nunca respecto a mi hogar: Okinawa.

Okinawa, y concretamente Naha (那覇), su capital, fue el segundo tramo del viaje tras la estancia en Kioto, donde comenzamos nuestro periplo. Siempre me había llamado mucho la atención por múltiples reportajes y fotografías que había visto de las islas, pero siempre lo había visto muy lejano en muchísimos sentidos. Nada más lejos de la realidad: desde Kioto, solamente una hora y media de avión.

Okinawa es la isla más grande de las islas Ryukyu, al sur de la isla principal de Japón. Se trata de una zona excepcional con un entorno natural único y con cientos de pequeñas islas (muchas de ellas visitables) que realmente merece la pena ver si se tiene tiempo (que no fue nuestro caso). También es famosa por ser el lugar del planeta en el que la gente tiene mayor esperanza de vida, y por haber sido una base militar norteamericana durante muchos años, algo que se nota aún hoy en día.

Esta simpática imagen representa de manera cómica uno de los iconos de la isla: las Shisas. Son estatuas de monstruos bastante cabreados y que dan bastante miedo. No hay casa donde no haya una delante; y es que según su tradición, se encargan de asustar a los malos espíritus. En la práctica, las Shisas son el souvenir por excelencia y hay miles de modelos y versiones. Esta es la shisa asustada, pero la hay comilona, la familia de shisas...

Durante nuestra visita, bigbro y yo pasamos un día en una de estas islas, la más cercana respecto a Naha. La isla se llama Tokashiki (por favor, chistes aparte con el nombre) y aunque al principio nos sentimos algo engañados (el prospecto turístico te lo ponía todo como si fuera un paraiso, y resultó ser una isla casi desierta), lo cierto es que le dimos la vuelta a la tortilla completamente al asunto y pasamos un día realmente memorable.

Para empezar, visitamos unas playas con un agua tan, pero tan azul que a mí no dejaba de caérseme la baba. Fuimos de un sitio a otro de la isla antes de volver a coger nuestro barco de vuelta a Naha y pude chapurrear como pude mi japonés con los nativos del lugar. Y en la playa disfrutamos de unos momentos realmente divertidos.

Todo este trayecto, por supuesto, lo hicimos en bicicleta, aunque a priori fue un poco pesado por las enormes cuestas que había en la isla. Pero eso de pasear por un entorno así prácticamente solos no tuvo precio: realmente fue fantástico. Ahí me tenéis en pleno trayecto junto a unos arrozales.

En cuanto a Naha, me dejó fráncamente perplejo. Cuando fui a Okinawa, me imaginaba un sitio muy rural lleno de pueblecitos costeros y poco más, pero... nada más lejos de la realidad. Aunque es cierto que la isla es enorme y que seguro que están por ahí desperdigados, como nosotros no disponíamos de licencia de conducir internacional y la gente de la información turística no fue demasiado colaboradora con nosotros, amén de disponer de poco tiempo, pasamos la mayor parte del tiempo en Naha, todo un ejemplo de modernidad, pero sin perder la esencia de ciudad pequeñita. Toda la acción se condensaba en la Kokusai-Dori, la calle principal de la ciudad, mayormente formada por restaurantes, mercadillos y tiendas de souvenirs. También está el puerto, los parques de rigor, y muchos centros comerciales en los alrededores de la ciudad.

Lo más sorprendente de Naha es su Monorail, que conecta en cuestión de minutos casi toda la ciudad. Bonito, rápido, de precio decente (hay bonos diarios con viajes ilimitados)... y de acceso directo al más que digno aeropuerto de la ciudad, desde el cual volamos posteriormente a Tokio.

Y fue en este punto del viaje donde tuvimos nuestro único día de mala suerte: el tercer y último día en Okinawa decidimos irnos a ver la periferia de la isla, pero... ¡el tiempo que hizo fue espantoso! y decicimos abortar la misión a media mañana. Nos pasamos el día en el hotel viendo películas y por la noche nos despedimos con una opípara cena en un Steak House de la Kokusai-Dori.

En todo caso, Okinawa es un lugar para visitar sobre todo en sus alrededores, sus complejos turísticos y las islas más lejanas (queríamos ir a las islas Kume, o ver las ballenas, pero no hubo manera por culpa del tiempo), además del famoso acuario churaumi (美ら海), el segundo más grande del mundo, cerca de Motobu. Quién sabe, quizá la próxima vez... porque tengo intención de volver algún día.

Un abrazo.