20 de abril de 2006

No habrá más perdón


Nuestro amor fue un error
y partió mi cielo en dos.
Maldigo la pasión, maldigo la ilusión
que te hizo ser mi Dios.

Y nuestra historia en un cajón
por tu continua indecisión.
Piérdete, olvídame, y escucha bien...

No, no voy a perder mi vida otra vez
por amarte hasta caer.
Violaste mi fe, jugaste a ser Dios...
Y no habrá más perdón.
Más perdón, más perdón.

Tú Caín y yo Abel
y el infierno a nuestros pies.
Mi corazón se ahogó sin aire de tu amor
y estalló en sangre y dolor.

Compré mentiras a tu voz.
Pagué mi deuda a tu traición.
Déjame, suéltame, y escucha bien...

Porque no, no voy a perder mi vida otra vez
Por quererte sin querer...

Este tema de mi querida amiga Belén Arjona es francamente conmovedor y cada vez me gusta más, cuanto más lo oigo. De ahí que deje aquí su letra. Y ¡ojo! no es porque me identifique con la letra (en absoluto), sino porque me da pena que una canción tan rematadamente buena haya pasado tan desapercibida en los medios.
Un abrazo.

Las promesas están para cumplirlas

...o al menos eso creo yo.

Me viene a la mente en el día de hoy, por una serie de circunstancias específicas y peculiares, la extraordinaria desfachatez de mucha gente a la hora de llevar a cabo cosas que han prometido a otras personas. Y sí, no puedo negar que yo ahora me siento en el bando de los defraudados. Bueno, pero entre defraudado y DEFRAUDADO hay un sinfín de estados intermedios, y sin duda y en este caso yo me encuentro más hacia el mando de la minúscula. Porque con ciertos seres ya uno está vacunado, la verdad.

No sé, debe ser que yo personalmente le doy demasiada importancia a las promesas, al honor, al sentir que estoy firmando una especie de contrato cuando digo que voy a hacer algo. Y aún así, no siempre puedo ser consecuente. Es decir, que la fecha de caducidad llega y yo aún no he hecho nada. En ese sentido puede decirse que soy un poco lentito, sí. Pero jamás podría dejar de hacer algo por alguien si lo he prometido y, especialmente, si se trata de algo importante.

¿Por qué no cumples lo que has prometido?. ¿Tanto te cuesta?. ¿Tan complicado es?. ¿O es simplemente que te importa una mierda pinchada en un palo (ya que nos ponemos, hablemos en plata o incluso chabacanamente) lo que pueda yo pensar si lo incumples?. Pues me importa, aunque no te haga partícipe de mi descontento de forma explícita. Porque no soy persona de reproches absurdos. Las promesas no son sino algo que tienen que salir de quien las hace, y no de quien pide su cumplimiento. Porque entonces ya no es una promesa, sino un mandato.

Estas palabras del párrafo anterior parecen a todas luces un reproche a alguien concreto. Pues no, no lo es. Es para todo el mundo en general y nadie en particular. Es lo que pienso cada vez que me veo en esta tesitura, y me inclino hacia el lado de las mayúsculas. Y aún así no merece la pena. Sólo se consigue amargura si el cerebro es taladrado con tales pensamientos. Pero ahí están. Vaya por Dios.

Si alguien te promete que va a hacer algo que a ti te importa y lo sabe, pero aún así todo cae en saco roto, ¿cómo reaccionas por dentro?. No es fácil saberlo. Depende de la persona en cuestión, del momento en que estés tú mismo y de una serie de parafernalia transitoria que rodea todo.

Ah, pero esto está quedando demasiado ambiguo y complicado. No, mejor no sigo por ahí. Básicamente, diré que me siento un poco acongojado por el incumplimiento de algo que me habían prometido. No dolido, simplemente molesto. Qué le vamos a hacer. Así somos las personas.

Un abrazo.