18 de junio de 2010

Final Fantasy XIII

Hace ya tiempo que quiero hablar de la última entrega de mi saga de videojuegos favorita, Final Fantasy, pero he preferido esperar a terminármelo debidamente, además de completar todas las sub-misiones más importantes (que es realmente donde en todos los Final Fantasy se encuentra la gracia) para comentarlo por estos lares.
La larga espera de la transición a las videoconsolas de última generación, puedo decir, ha merecido la pena: Final Fantasy XIII para Playstation 3 luce una calidad gráfica en 1080p realmente ESPECTACULAR, sobre todo en las escenas generadas por el impresionante motor gráfico que se ha creado expresamente para ello, y no hablemos ya de las que están generadas de forma pre-renderizada, superando quizá la calidad de la famosa película Final Fantasy: La fuerza interior. Lamentablemente, en los decorados generales, y sobre todo en el de las batallas, encuentro poca riqueza visual, posiblemente sacrificados para poder ofrecer la ya citada Full HD. Aún así, nos encontramos ante un título de una calidad gráfica apabullante que ya quisieran muchísimos juegos, pero que en riqueza ya es superado por muchos (¿Alguien dijo Assasin’s Creed?).
La historia es posiblemente lo más interesante del juego, una mezcla extraña entre elementos de ciencia ficción en un entorno futurista que contrasta con otro mundo completamente salvaje y místico, y todo ello envuelto de una mitología que me recuerda terriblemente a la de los dioses griegos y sus vasallos, o incluso si me apuráis, a la de los Valar de Tolkien.
Brevemente: En un mundo llamado El Nido, gobernado por el Sanctum, que a su vez son sirvientes de unos seres superiores (o semidioses) llamados Fal’cie, la población vive atemorizada ante una posible invasión del mundo que yace bajo ellos, Paals, cuyas leyendas dicen que se trata del infierno, tal y como pasara miles de años atrás. Este otro mundo, Paals, también está dominado por otros Fal’cie, con lo cual tenemos dos mundos con dos bandos bien diferenciados regentados por los mismos seres. Pero nadie realmente sabe nada de qué es Paals ni quienes son los Fal’cie, guiados únicamente por lo que el Sanctum. Con esta premisa comienza la línea argumental: un Fal’cie de Paals es encontrado en una ciudad costera del Nido, e inmediatamente toda la población es evacuada en lo que se denomina “La purga”, porque los Fal’cie poseen un poder terrible, que es poder escoger a los humanos que tienen cerca como sus sirvientes marcándoles con una maldición, y transformándoles en seres llamados Lu’cie. Cuando un humano es transformado en Lu’cie, este recibe una serie de imágenes en la cabeza, que es nada menos que una misión que el Fal’cie les ha encargado cumplir. Para ello, reciben el don de la magia. Sin embargo, convertirse en Lu’cie es poco menos que una enfermedad terminal, porque en caso de no cumplir la misión del Fal’cie, se convierten en terribles monstruos y, en caso de sí cumplirla, se convierten en cristal para (supuestamente) recibir la vida eterna. En todo caso, el volverse un Fal’cie es algo terrible.
Entre la gente de esta purga, un auténtico asesinato encubierto por el Sanctum, se encuentran Lightning, Snow, Sazh, Hope y Vanille, que junto a la que se unirá posteriormente al grupo, Fang, son los protagonistas de la historia.
Todos nuestros personajes, al poco de comenzar el juego, acaban transformados en Lu’cie y comienzan un viaje intentando entender su misión y el sentido de cumplirla, porque (al menos al principio) también son enemigos de Paals y no quieren traicionar a su mundo, el cual les considera proscritos peligrosos. Las historias entrecruzadas de los seis personajes principales son muy distintas entre sí, y algunas francamente apasionantes, sobre todo las que conciernen a Fang y Vanille (offtopic: ¿no os parece que ambas son pareja?).
Pero para mí, la verdadera revolución de este Final Fantasy se encuentra en su intuitivo, adictivo y dinámico sistema de batalla basado en formaciones. Si bien la inteligencia artificial de los personajes que no controlamos directamente (solamente controlamos manualmente al “lider” del grupo) es a veces un poco errática (¡la de veces que he tenido que cambiar de formación porque mis personajes estaban atacando a un objetivo que no debían!), lo cierto es que la supresión de los famosos 99 niveles de fuerza a “simplemente” cinco, pero en el que hay que desarrollar los 3 roles principales de cada personaje, dejando los otros 3 para las fases más avanzadas del juego, engancha muchísimo. Básicamente, en FFXIII los personajes pueden desempeñar 6 roles: Castigador (Realiza ataques físicos únicamente), Fulminador (Realiza ataques mágicos únicamente), Protector (Recibe los impactos con una importante reducción de daño tanto para sí mismo como para sus compañeros), Sanador (Realiza tareas de curación y estados alterados negativos), Inspirador (Aplica estados alterados positivos al grupo) y Obstructor (Lanza estados alterados negativos al enemigo), y estos roles pueden intercambiarse entre los personajes que tengamos en la batalla, pudiendo hacer un máximo de 6 formaciones diferentes que podemos cambiar en cualquier momento de la batalla según lo requiera. Por ejemplo, si tenemos un equipo con dos castigadores y un fulminador, estamos hablando de una formación 100% ofensiva, pero que nos deja “en pañales” en caso de tener que curarnos o aplicarnos estados beneficiosos. Por eso tenemos que crear las formaciones adecuadas: Lo ideal es crear 6 formaciones que tengan una parte 100% ofensiva, una parte intermedia entre ataque y defensa, y otras que nos permitan sanar nuestras heridas o estados alterados. Aunque en las fases más avanzadas del juego hay que usar formaciones de batalla especializadas (como por ejemplo, 3 protectores para poder sobrevivir a demoledores ataques, o 3 sanadores para recuperarse rápidamente de estos), la mayor parte del juego utilicé estas 6 formaciones:
- Ataque implacable (Castigador + Castigador + Fulminador)
- Ataque delta (Castigador + Protector + Fulminador)
- Tántalus (Castigador + Fulminador + Sanador)
- Lakshmi (Sanador + Protector + Sanador)
- Denuedo (Protector + Inspirador + Sanador)
- Perseveración (Obstructor + Sanador + Inspirador)
Así, entre formaciones, aumentos de poder, el siempre interesante juego de la mejora de armas y accesorios, además de las miles de protecciones mágicas, físicas, elementales, y su reverso para el ataque, volvemos nuevamente a la salsa de los Final Fantasy: el pasarse horas y horas optimizando y mejorando personajes, para poder tenerlos preparados para duras batallas.
¡Ah, y que no se nos olviden los Eidolones o las famosas invocaciones, que pese a haber perdido utilidad no dejan de ser francamente espectaculares!.
Sin embargo, no todo podía ser bueno en el juego, y pese a darle un merecidísimo sobresaliente, tiene  un punto negro que aún no he conseguido comprender por parte de los desarrolladores: la supresión casi total de moverse con libre albedrío. En la mayoría de los Final Fantasy, la libertad de movimientos era casi total (exceptuando quizá Final Fantasy X, aunque este le supera con creces), pero aquí es, literalmente, pasar fases una detrás de otra de forma prácticamente lineal, sin apenas desvíos en el camino. Solamente cerca del final se nos permite estar por un mundo “libre”, pero que tampoco permite mucha libertad de movimientos. Y, aquí estando una de las mayores desgracias, nos encontramos con que no podemos visitar los escenarios anteriores. El único gran aliciente cuando te has terminado el juego (que te permite proseguir tras acabarlo, y de hecho solo cuando te lo has acabado puedes llegar a las fases de desarrollo más avanzadas) es un juego de misiones de derrotar poderosos enemigos, para lo cual hay que llevar tanto la fuerza de los personajes como la destreza a la hora de combatir al límite), pero una vez has terminado, se acabó. Eso sí, conseguir todos los trofeos del juego es un reto verdaderamente apabullante por su gran dificultad, pero no imposible.
La música, pese a estar muy bien, sigue (a mi parecer) lejos de la calidad que tenía la de Nobuo Uematsu.
En definitiva, debo decir que esta primera entrega de Final Fantasy XIII (que tendrá más juegos basados en este apasionante mundo, como el anunciado FF Version XIII) me ha encantado a nivel argumental, pese a que tiene  un final realmente decepcionante por lo ambiguo del mismo, y sobre todo me ha fascinado en su sistema de batalla y en lo espectacular de su diseño de personajes y la mitología del Nido y Paals, pero me ha sabido a poco por esa linealidad incomprensible que le han dado sus creadores.
Realmente creo entender el por qué ha habido un cambio tan brusco en ese sentido: el hacer el juego más comercial, más cercano a usuarios que no les va tanto eso de los RPG. Solo así se entiendo que se haya metido como cantante principal del juego a Leona Lewis, My hands, en un tema bastante bonito pero que nada tiene que ver con su equivalente japonés, y que no pinta absolutamente nada en el momento en que hace acto de presencia.
En todo caso, es de adquisición obligada y un perfecto ejemplo de que un diseño artístico de primerísima categoría puede superar ampliamente a cualquier superproducción de Hollywood aunque sea dentro de un videojuego.
Os dejo con un video en una parte avanzada del juego, concretamente la de un enemigo extremadamente poderoso (creo que de lo más difíciles de derrotar), llamado Long Gui, con el cual podréis haceros una idea de lo que he comentado más arriba de las estrategias de formaciones.
¡Que llegue ya el Versus XIII!.
Un abrazo.