4 de agosto de 2009

Dos años no son nada...


... y lo son todo.

Dos personas. Dos manos unidas. Dos años de andadura mirando al frente y con ilusión, siempre en el presente, y con la justa esperanza en el futuro. Como debe ser, un año más.

Este año no quiero volver a extenderme inútilmente en intentar plasmar los millones de emociones que vivo junto a tí en palabras. Es una tarea harto sencilla pero a su vez una tarea imposible de realizar. Simplemente porque eres inabarcable, en el buen sentido.

Hoy hace dos años que nuestros corazones laten de manera sincronizada, que acometemos un proyecto ideado, planeado y ejecutado por nosotros y nadie más, al ritmo que queremos y de la forma que nos apetece. Que vamos cumpliendo metas y proponiéndonos otras tantas. Que una simple llamada, e-mail o mañana al despertar supone una nueva forma de renovar la fe en lo idílico, en la alegría más pura y sana que podamos imaginarnos.

Dos años hace hoy que te miré a los ojos por primera vez del mismo modo que te sigo mirando hoy. Quién lo iba a decir. Tú, la mente, y yo, el corazón, unidos por nuestras similitudes y más aún por nuestras diferencias. La verdad, debo de haber hecho algo bueno para que te hayas cruzado en mi vida. Hasta los episodios más grises de mi vida me han llevado hasta a tí, y eso es un pensamiento tan, pero que tan alentador...

Como ya he dicho, no me voy a extender mucho más. Decirte una vez más que cada mañana a tu lado, un beso de buenos días y una sonrisa perezosa tuya es el mayor regalo al que podría aspirar jamás en la vida. Tan sencillo y tan pleno a la vez.

Con el presente como aval, con el incierto futuro ante nosotros, te doy las gracias por ser mi chico. Y te recuerdo que te quiero con toda la honestidad que puedo ofrecerte.

Gracias por darme dos de los años más felices que he vivido jamás.

Te adoro.