Llevo varios días sin escribir una sola palabra en el blog. Esto no es fruto de la casualidad, evidentemente, aunque está claro que podría deberse a miles de causas.
Pero la única verdad es que no tengo ganas de escribir acerca de nada. Ni de mi memeces superficiales, ni del último disco chochipop que me gusta, ni del último video gracioso de YouTube que he visto, ni de las series o películas que he visto o quiero ver, de mis figuritas de caballeros del zodiaco, ni de videojuegos, ni de tecnología… y mucho menos aún hablar de mis inquietudes, de las cosas que he vivido o sentido en estos últimos días, de cómo quiero enfocar ciertas cosas de las que he sido testigo en vivo y en directo en esto del Europride… y otras tantas cosas (aunque ahora lo esté haciendo, irónicamente).
Estoy triste, apático. No puedo decir que estoy mal porque no lo estoy, y de hecho estoy bastante sorprendido de estar tomándome de una manera tan zen un acontecimiento inesperado, de esos que sabes que pueden ocurrir pero te agarras a una fe alimentada de, básicamente, ilusión y esperanza, y te dices a ti mismo no seas cenizo y no pienses cosas malas antes de tiempo. Es esa esperanza en que, por una vez, piensas que ciertos aspectos de la vida salgan como deben.
Y sin embargo, ¿quién soy yo para alterar el libre albedrío?. Normalmente las decepciones se las lleva uno consigo mismo, y no de otro modo. Me siento feliz porque hace unos días me ha ocurrido una de esas cosas que se podrían calificar de revés inesperado, pero no siento nada mal al respecto. Desde el primer instante he valorado todos los puntos de vista de manera objetiva (que no frívola, porque yo no valgo para eso), y me he quedado bastante contento con mi actitud. Por una vez, una situación no me ha hecho daño, tan solo me ha dejado un ligero mal regusto.
Ahora me toca tener paciencia a ver cómo termina todo. Cuando quiero algo de verdad, no tengo ninguna prisa en esperar si sé que merece la pena. Por tanto, andemos. Andemos al frente sin miedo, sin drama, sin temor. Yo aún creo. Tengo fe en las cosas buenas, y en dejar los fantasmas del pasado atrás. Hace unos días le vi… tras más de un año sin hacerlo. Él no me vio a mi, y fue muy fugaz, pero lloré como un idiota. No sé cómo interpretar esa reacción, pero creo que me vino bien tenerla, porque al día siguiente pude entender mucho mejor a alguien especial que me contó algo que guarda cierta relación. No hay mal que por bien no venga, dicen.
No sé con qué frecuencia escribiré (o no) los próximos días, me siento algo disperso y afligido. Pero si algo he aprendido en estos últimos años, y que tengo muy claro, es que si algo tiene que suceder (o no), sucederá te guste o no, para bien o para mal. No está en tu mano. Por tanto, si no está en tu mano, es absurdo preocuparse. En la práctica, como todo, no es tan fácil. Esta frase es más una declaración de propósitos que algo que se haga o no se haga. Hay puntos intermedios.
Pero andemos. Andemos el camino. Juntos o por separado. Conozcámonos, vivamos, sintamos, lloremos y riamos. Ayer, en el concierto de Julieta Venegas en Madrid (al cual fui solo, debo ser el único de mi entorno que le gusta), ella interpretó el tema idóneo para todo esto, y os lo dejo aquí para vuestro gozo y regocijo. Y se la dedico a una persona muy especial :).
Pero la única verdad es que no tengo ganas de escribir acerca de nada. Ni de mi memeces superficiales, ni del último disco chochipop que me gusta, ni del último video gracioso de YouTube que he visto, ni de las series o películas que he visto o quiero ver, de mis figuritas de caballeros del zodiaco, ni de videojuegos, ni de tecnología… y mucho menos aún hablar de mis inquietudes, de las cosas que he vivido o sentido en estos últimos días, de cómo quiero enfocar ciertas cosas de las que he sido testigo en vivo y en directo en esto del Europride… y otras tantas cosas (aunque ahora lo esté haciendo, irónicamente).
Estoy triste, apático. No puedo decir que estoy mal porque no lo estoy, y de hecho estoy bastante sorprendido de estar tomándome de una manera tan zen un acontecimiento inesperado, de esos que sabes que pueden ocurrir pero te agarras a una fe alimentada de, básicamente, ilusión y esperanza, y te dices a ti mismo no seas cenizo y no pienses cosas malas antes de tiempo. Es esa esperanza en que, por una vez, piensas que ciertos aspectos de la vida salgan como deben.
Y sin embargo, ¿quién soy yo para alterar el libre albedrío?. Normalmente las decepciones se las lleva uno consigo mismo, y no de otro modo. Me siento feliz porque hace unos días me ha ocurrido una de esas cosas que se podrían calificar de revés inesperado, pero no siento nada mal al respecto. Desde el primer instante he valorado todos los puntos de vista de manera objetiva (que no frívola, porque yo no valgo para eso), y me he quedado bastante contento con mi actitud. Por una vez, una situación no me ha hecho daño, tan solo me ha dejado un ligero mal regusto.
Ahora me toca tener paciencia a ver cómo termina todo. Cuando quiero algo de verdad, no tengo ninguna prisa en esperar si sé que merece la pena. Por tanto, andemos. Andemos al frente sin miedo, sin drama, sin temor. Yo aún creo. Tengo fe en las cosas buenas, y en dejar los fantasmas del pasado atrás. Hace unos días le vi… tras más de un año sin hacerlo. Él no me vio a mi, y fue muy fugaz, pero lloré como un idiota. No sé cómo interpretar esa reacción, pero creo que me vino bien tenerla, porque al día siguiente pude entender mucho mejor a alguien especial que me contó algo que guarda cierta relación. No hay mal que por bien no venga, dicen.
No sé con qué frecuencia escribiré (o no) los próximos días, me siento algo disperso y afligido. Pero si algo he aprendido en estos últimos años, y que tengo muy claro, es que si algo tiene que suceder (o no), sucederá te guste o no, para bien o para mal. No está en tu mano. Por tanto, si no está en tu mano, es absurdo preocuparse. En la práctica, como todo, no es tan fácil. Esta frase es más una declaración de propósitos que algo que se haga o no se haga. Hay puntos intermedios.
Pero andemos. Andemos el camino. Juntos o por separado. Conozcámonos, vivamos, sintamos, lloremos y riamos. Ayer, en el concierto de Julieta Venegas en Madrid (al cual fui solo, debo ser el único de mi entorno que le gusta), ella interpretó el tema idóneo para todo esto, y os lo dejo aquí para vuestro gozo y regocijo. Y se la dedico a una persona muy especial :).
Hay que tener fe en que las cosas pueden salir bien, no salir mal. Sin dramas ni miedos.
Otro mundo es posible.
Un abrazo.
Un abrazo.
1 comentario:
O sea, que estás de bajón ¿y no se te ocurre otra cosa, que irte a un concierto de la Julieta "VENÉREAS" esa?
¿No es más fácil poner la sandwichera con los cataplines dentro y cerrar la tapa, nena?
¡Arriba ese ánimo, nena! ¡Que estamos de verano, coño!
Publicar un comentario