12 de junio de 2007

Oxford


El segundo día de mi visita a UK este pasado fin de semana, cumplí con uno de mis largos propósitos de mucho tiempo atrás: visitar la mítica y conocidísima ciudad-pueblo de Oxford. Sobra decir, evidentemente, que es una de las ciudades-referencia a nivel cultural más grandes del mundo, con una ingente cantidad de colegios mayores y una de las universidades más prestigiosas del mundo.

Era tal y como era de esperar: el medio de transporte principal es la bicicleta, para las que hay descomunales aparcamientos en toda la ciudad. Las calles son amplias, pensadas sobre todo para el paseo a pie. Los monumentos y los edificios son un constante homenaje a los siglos pasados. Existen calles de la ciudad llenas de elementos modernos (tiendas, centros comerciales) y otras que son las clásicas de un pueblo británico, lleno de pubs, bares, pequeñas tiendas… pero sobre todo, lo que más abundan son librerías, referencias al arte de cualquier género, gente joven, prados verdes y cuidados, juventud y CULTURA. El nivel general de la gente, aparte de los turistas, es alto, casi rozando lo pijo. Se nota, en todo caso, que es gente adinerada.

Pero ciñámonos a la ciudad en sí. Pasear por Oxford es una delicia. Hay algo que llama la atención en cada esquina. Todo está limpio, bonito, casi de manera impensable para un país en el que está lloviendo constantemente. La Christ Church o la St. Mary’s Church son preciosas, impresionantes, sublimes. El entramado de calles que las componen quita el hipo. La Radcliffe Square es maravillosa. La Broad y la High street son calles comerciales deliciosas, para pasar una tarde entera… las librerías de la Oxford University Press, o la famosa Borders…


Llama, especialmente, la descomunal atención y mimo que tiene la ciudad entera a la figura del escritor Lewis Carroll y a su obra más famosa: Alicia en el país de las maravillas, de la cual hay incluso una tienda especializada, con todo tipo de artículos acerca de estar maravillosa obra. Antonio no cabía en sí de gozo con esta tienda, había que verle.

En fin, creo que intento abarcar demasiado y no voy a decir nada de interés. Estoy enumerando, simplemente. Me quedo con una sensación: la de haber entrado en una ciudad que destila conocimiento, fuerza, cultura, respeto a lo antiguo y a lo moderno. Una ciudad en la que no me importaría vivir en absoluto, un sitio de referencia y un lugar al cual viajar con tu mente cuando quieras sentirte bien.




Chapeau, Oxford. Todos, en algún momento, tenemos que sentirte.

Un abrazo.

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