Me parece de coña o risa. Ya sé que es una tontería soberana lo que voy a decir, pero es más que anecdótico que mis dos números de teléfono más inmediatos terminen en 69.
Mi primer móvil lo tuve a los 19 años (usease, hace siete) y porque me había comprado un coche. Ya se sabe, si te quedas tirado necesitas comunicarte. Pero bueno, el caso es que cogí un número al azar, en uno de esos packs que se vendían entonces como el que compra barras de pan en las tiendas, de esos de cuesta 5.000 pesetas y te regalamos 20.000 en llamadas. Descubro luego que mi número finaliza en 6969. ¡Casi nada, oiga!. La gente cuando lo doy me pone caras de lo más picassianas, o bien se creen que me quedo con ellos, o bien se creen que quiero ligar con ellos. Pero bueno, al fin y al cabo, te ríes con la tontería.
He cambiado de operador un par de veces en estos 7 años y siempre he mantenido el número. Pereza ante todo, supongo, porque me gusta tener mi número fijo, no cambiarlo nunca.
El sábado me pusieron la línea fija en mi nueva casa. Y sí, una vez más... el número termina en 69. Casi me descojono cuando me dicen el numerito de marras.
El 69 me persigue. Bueno, al menos tenía que tener algún elemento picantote en mi vida, aunque sea meramente numérico.
¡Abrazos!.
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