31 de diciembre de 2005
Un encuentro inesperado
30 de diciembre de 2005
Una bonita cita
Día de compras por Madrid
Me desperté a eso de las 9 de la mañana e hice las cosas de casa sin mucha prisa: colocar un par de cosas, hacer la cama, grabar unos discos, ducharme… etc etc. A las 10 salía de casa y me dirigí en autobús al centro, donde para hacer algo de tiempo antes de ver a Javi, Fernando, María, Jose y Paula, con quien había quedado a las 11:30, me tomé un desayuno en la Plaza de Benavente. Me pasé por la tienda de Arte-9 donde descubrí sorprendido que tenían más barata la armadura de Cancer que la que había comprado el día anterior, ¡así que me hice con ella!. Como podéis ver en el post de ayer.
Por la tarde no paramos: que si a Yunke, al Corte inglés, a Blanco, a La casa del libro, Metrópolis… una auténtica ruta Quetzal, la verdad. Pero fue estupendo. Yo me compré un par de discos, un libro…miramos cosillas, cogí un par de ideas…
A eso de las cinco apareció Jose y fue emocionante… hacía mucho que no veía a María y Jose, con quien en una época hace un par de años veíamos mucho… y lo pasamos bien dando un paseo.
Volví a casa a eso de las 8 de la tarde. No me dio mucho tiempo a parar... quedé con un amigo muy, muy especial para cenar y aunque estaba un poco saturado de todo el día me gustó muchísimo verle, porque hacía muchos días que no le veía y creo que pocas veces desde que le conozco hemos estado tanto sin vernos. Hablamos un poco y creo que, para variar, no acerté a decirle todo lo que quería, con lo cual espero que no malinterpretara mis palabras…
En todo caso llegué a casa y me fui casi inmediatamente a la cama. Fue un día largo, bonito, intenso. Ojala todos fueran así.
29 de diciembre de 2005
La mitad de las armaduras de oro
28 de diciembre de 2005
La armadura de Milo
26 de diciembre de 2005
Feliz navidad
24 de diciembre de 2005
Esta noche es nochebuena
Cuando se acercaba la tarde nos cambiábamos en nuestras casas, y en mi caso, me iba a casa de mi abuela Luisa o de mi bisabuela Mamaía, y los niños nos encerrábamos en un cuarto que vaciaban a propósito, y jugábamos y hacíamos el tonto. También nos bajábamos a la calle a correr, jugar al escondito… Al final acabábamos todos durmiendo en el suelo, en los sofás… y al despertarnos hacíamos la comida navideña de rigor. Todo este ritual continuó incluso tras el divorcio de mis padres, y la nochebuena iba para mi papá, y la nochevieja para mamá.
Según fui creciendo algunas cosas cambiaron… evidentemente ya no era tan niño, pero nos poníamos a bailar los primos adolescentes, hacíamos el burro… nos hacíamos los “mayores”. Era muy divertido. Y cuando ya éramos lo bastante mayores, y en esto fui yo el primero, cogíamos el coche y nos íbamos a una discoteca a pasar el resto de la noche.
Este año me enfrento a un cambio a toda esa historia de recuerdos y buenos momentos vividos. Hoy, por primera vez en mis 25 años de vida, no veré a mis tíos, ni a mis primos por parte de padre. Es una situación extraña y dolorosa, pero tampoco me siento mal propiamente dicho. Tengo presentes muchas cosas hermosas pasadas en la cabeza y, lo más importante, tengo presente las que son presentes.
En un rato, me arreglaré. Me marcharé a Orcasitas a ver a mi tía Juani, mi tío Alfonso, y mis primos Gemma y Dani. Tras eso, iré a ver a mi tío Ángel y mi tía Pepa, y a mis adorables angelitos Víctor, Jorge y Ángela. Se me echarán en los brazos, como siempre, y como buenos trastos que son. Y yo me emocionaré al ver a mis pequeños, por ser la fecha que es, y por las cosas que han sucedido. ¡Pero es maravilloso!. Qué primos tan increíbles tengo, tendríais que verles.
Tras todo eso, me iré a casa de mi tía Chelo, donde cenaremos los que somos, ni más ni menos. Ahí tendré la siempre cálida compañía de mi tío Antonio, con quien a buen seguro pasaré casi toda la velada hablando.
No tengo nada de qué entristecerme. De hecho, no me siento triste. Sí, me puedo poner a pensar en lo que se ha perdido, pero creo que tengo que pensar más bien en lo que ahora tengo. Y es mucho, creedme. Muchísimo.
22 de diciembre de 2005
Milagros del Photoshop
Sigo pobre
21 de diciembre de 2005
Mis amigos son papás
Paula es la primera hija de mis amigos María y Jose, como ya puse por aquí algo más de hace un par de meses, cuando ella llegó al mundo. Ayer me pasé por su casa para hacerles una visita (y de paso arreglar el ordenador de Jose, ehem ehem).
Fue una velada breve pero agradable. Y la verdad es que un sentimiento extraño despertó en mi ayer. El día que estuve con ellos en el hospital todo era demasiado raro, atípico... su niña acababa de nacer, María estaba recuperándose, los padres de ellos andaban pululando... pero ayer estuve en su casa, en el entorno en que siempre he estado con ellos. Y las cosas habían cambiado. ¡Mis amigos eran papás!. Jose estaba encandilado con su enana, y María no paraba de decirle cosas bonitas... y la bañaron, la dieron de comer...
Ayer comprendí que el tiempo va pasando, que las cosas van hacia delante. No fue un sentimiento triste, ¡qué va...! al contrario. Recordé las cosas vividas con ellos, cómo curiosamente les conocí... ¡en su boda!. Las vacaciones en Marbella, las cenas con ellos, las salidas al cine, las alegrías y penas... y ahí están. Con una niña preciosa entre los brazos. Y yo ya no tengo los 19 añitos que tenía cuando les conocí.
Ayer, María me dijo algo muy bonito. “Dani, no nos vemos mucho últimamente, pero nos queremos un montón, ¿verdad?”. Así es, sin duda. Yo les dije que verles así, como papás por primera vez “de verdad”, me provocaba una sensación mezcla entre el orgullo y la emoción embriagadora, como lágrimas incontenibles de alegría. Y cuando Jose decía a la pequeña "Mira, ha venido el tío Dani" casi se me escapa una lagrimita.
La verdad es que son maravillosos y adoro ser amigo suyo. Son y serán unos padres ideales.
Un abrazo.
20 de diciembre de 2005
¡Que bueno estaba el lomo anoche!
Mis compis
Quique y Jesús son, junto a mi, el trío calavera del departamento de proceso de datos. Quique es mi compi, y Jesús es mi jefe inmediato dentro de una escala de varios jefes. En general, lo que más me gusta de ellos es el respeto que nos tenemos mutuamente. Somos tres personas muy distintas en general (aunque Jesús y Quique son más afines entre ellos, la verdad) pero, aunque a veces tenemos roces y a veces me joroban bastante, somos un grupo muy unido y una piña en general, lo cual contribuye a que casi siempre tengamos un ambiente de trabajo limpio y muy bueno, en general.
La verdad es que no me puedo quejar de compis: salvo alguno que no soporto ni en pintura, que no está presente en estas fotos, me gusta estar rodeado día a día de esta gente. ¡Y que dure!.
Un abrazo.
19 de diciembre de 2005
El amanecer de la indiferencia
Las emociones son un terreno complejo y envidio a todo aquel que es capaz de dominarlas a su antojo. Yo no soy una de esas personas. Si estoy triste, no puedo ocultarlo. Si estoy eufórico, tampoco. Siempre existen límites para mi autocontrol, y si algo me desborda o, como el caso que me ocupa, son varias cosas, me colapso. Supongo que no hablo de nada nuevo: nos pasa a todos alguna vez, ¿verdad?.
El sábado llegué a casa bastante mal anímicamente. Al rato me calmé y me di cuenta de que no tenía por qué estar así, sino más bien pensar en lo que ya tengo, lo que he tenido y lo que voy a seguir teniendo. Mi autoestima se elevó y pude dormir bastante bien... hasta que me puse malo físicamente, lo cual no tenía ya nada que ver.
Pero el domingo me volví a caer. Me puse bastante enfermo (debí coger frío) y no salí de casa en todo el día salvo para quedar con unos amigos a merendar al lado de casa. Pero tampoco eso duró mucho: a los 15 minutos me volví (menos mal que estaba al lado) porque volví a encontrarme mal. Conclusión: me pasé el día entero en casa, solo, y jugando a la videoconsola. Y lo que es peor: dándole muchas vueltas a la cabeza y desesperándome con fantasmas inexistentes, con llamadas que nunca llegaban, con una lamentable y descorazonadora lástima hacia mí mismo. Sentí una profunda rabia. Y una vez más, me elevé sobre esos turbios pensamientos y volví a ser yo mismo. Me fui pronto a la cama, porque no soportaba encontrarme así, tanto física como mentalmente. Y no he dormido nada; de hecho no sabía si hoy me encontraría bien para venir a trabajar. La carencia de sueño se ha debido sobre todo a la congestión y el dolor de pecho, junto con una leve tos, y nada que ver con mis pajas mentales. Pero también he tenido un sueño bastante extraño del cual apenas conservo un claro recuerdo.
Y aquí estoy, un lunes más (o un lunes menos, como alguien me dijo recientemente) en el trabajo. Mi compañero Quique no está, lo cual casi agradezco porque me apetece más que nunca estar solo conmigo mismo. Y con bastante trabajo que hacer, pero a otro ritmo, lo cual también agradezco.
Mis sentimientos se mueven en una montaña rusa que se estabiliza muy despacio. Se acerca la nochebuena y me entristezco más a cada día que pasa, y no creo que esta tristeza sea mala. Como ya dije hace algunos post, la melancolía por aquello que realmente amas no es algo de lo que avergonzarse. La echo de menos. Y el sábado no sé cómo voy a estar. Va a ser muy duro, pero tengo que afrontarlo. Y también el sábado me va a faltar algo más, algo que era muy importante para mi. Ciertas cosas son como la materia: no desaparece, sólo se transforma. Esa transformación me está causando un trauma importante, pero debo ser respetuoso, caminar con la cabeza alta y darme cuenta de que nada es tan dramático como parece. A veces no me doy cuenta de que lo que tengo y nunca se va a marchar es más importante de lo que he perdido.
Pero lo acabo de decir: mi pensamiento puede variar dentro de cinco minutos. Poco a poco aprenderé a dominar a la bestia, a esa sensación de angustia que se hace conmigo cuando le da la real gana.
Sé que debería ser más positivo, pero no puedo. Ese positivismo aflora, pero es una planta de lento crecimiento. Me cuesta. Cuando te han arrebatado de forma traumática las cosas de la vida que más querías, que más valorabas, que más te importaban, no puedes pretender curar las heridas de tu alma en dos días. Quizá ni en dos meses. Es más, ciertas heridas nunca se curan del todo. Creo que por fortuna este no será el caso, salvo el de la pérdida de una persona muy importante en mi vida.
Y la vida sigue. Y aquí sigo. Y me muevo hacia delante, pensando en el amanecer tan bonito que observé esta mañana mientras venía a trabajar y que siempre me recordaba algo hermoso, que hoy no he sido capaz de sentir. Porque todo cambia, pero en realidad nada ha cambiado.
Un abrazo.
16 de diciembre de 2005
Historia de una resaca
El día de ayer fue especialmente intenso, la verdad: para empezar, tuve una durísima mañana de trabajo de esas en las que no te detienes ni un segundo. La razón de esto fue que no trabajábamos por la tarde: tocaba la comida de empresa navideña de turno. Esta comida se celebró en un pomposo restaurante de Pinto, al más puro estilo de una boda. No estuvo nada mal: comida copiosa (ibéricos, gambas, pescado...) y un pedazo de solomillo de ternera de esos que te dejan tirao.
Tras esto, nos fuimos a un Pub bastante chic que había en la planta baja del restaurante y allí permanecimos un buen rato. Me desmelené a bailar con las chicas y pasé de hacer la loca con el Hung up de Madonna, La Tortura de Shakira o el Left outside alone de Anastacia a demostrar que las clases de Salsa no eran en balde: cogí a las compañeras del curso de baile y presumimos un poco delante de todos.
Pero yo tenía más compromisos ese día, sí. Me tuve que marchar a eso de las 21:00 horas al centro de Madrid, un Madrid saturadísimo de tráfico hasta extremos insoportables y con un frío de esos que se te cuelan en los huesos. Acabé bastante mal la noche físicamente por culpa de eso, por razones que explicaré más adelante.
La razón de mi presencia en este Madrid céntrico inhóspito era la presentación en vivo oficial del nuevo disco de mi amiga Belén Arjona. Tras encontrarme con mis queridos Dany y Gemma y la nueva adquisición a nuestro círculo de amistades divertidas, Carlos. Sorprendentemente, quedamos en el McDonalds de la gran vía, y ahí estaban también cenando mi querido Jose y su novio, Miguel. Pero ellos dos no se quedaron al concierto: Jose madrugaba mucho. Me apenó, pero lo estrictamente necesario.
Nos fuimos a la cola y allí estaban los de Frikilandia, es decir, los megafans de Belén. Saludé educadamente a todos y al poco ya estábamos dentro de la sala El sol.
El concierto fue realmente espectacular, tanto en contenido y temas, como en colaboraciones (Fábula y Despistaos). Además, pocas veces he visto un público tan entregado en un concierto, sea de Belén o no.
Hubo un momento en el concierto en que me sentí realmente mal: cuando Bel se puso a cantar Si no estás, pese a que es una canción que he oído cientos de veces y debería ya estar insensibilizado a ella, la cercanía de la muerte de mi abuela, unido al ambiente que se respiraba, la letra de la canción y el saber que Belén compuso ese tema a causa del mismo dolor que ahora siento yo, hicieron que me pusiera a llorar como un niño pequeño. Incluso la propia Bel se dio cuenta de ello mientras cantaba y creo que se sintió algo mal, la pobre.
Como ya iba diciendo, mi estado físico había estado deteriorándose seriamente a lo largo del día. Arrastro un trancazo enorme desde hace dos días, para empezar. Ese día estaba extenuado de trabajar, de comer bestialmente, de bailar hasta sudar la gota gorda por la tarde, y de aguantar un concierto intensísimo donde no paramos de dar botes y sudar mucho. Para más inri, a medio concierto pusieron a toda pastilla el ventilador de la sala que estaba por encima de nosotros y el chorro me estuvo dando toda la parte final del mismo. Resultado: tembleque, dolor de garganta, mareo y una sensación de desfallecerme en cualquier momento. De hecho, cuando acabó el concierto fui a toda pastilla al camerino de Bel y decirle que no podía quedarme más.
Así hice: me fui a casa, tras despedirme de mis amigos, y me metí en la cama casi a las 3 y media tras tomarme un enorme vaso de leche caliente con azúcar y un Algidol. Me he levantado mucho mejor, la verdad.
El día de ayer fue bastante intenso, en general. Y bueno, de los mejores que he tenido últimamente, pese a lo difícil que me ha resultado mantener el ritmo. Pude olvidarme durante unos momentos de las cosas que me están afectando, atormentando estos días. Me gustó verme tan positivo en momentos en los que lo último que me sale es una sonrisa sincera. Me quedo con esa imagen. La del Dani alegre y dicharachero.
Un abrazo.
15 de diciembre de 2005
¡Viva la melancolía!
¿Y por qué, me diréis?. Porque la melancolía rebosa humanidad por todos sus lados.
Cuando echamos de menos alguien, la melancolía nos demuestra en verdad cuánto queremos o queríamos a esa persona.
Cuando sentimos nostalgia al recordar un tiempo pasado, y por ende nos sentimos melancólicos, es porque comprendemos qué hermosos fueros los momentos vividos en esa época.
La melancolía nos hace personas con un corazón que late fuertemente. Eso debería hacernos sentir bien: el pensamiento de que tenemos sentimientos consolidados, que nuestra sensibilidad es algo evidente, que nuestra alma rebosa de belleza.
Sin embargo, existe un reverso para la moneda: se asocia la melancolía a la tristeza. Y sí, podemos sentirnos tristes si pensamos en las cosas que no volverán, en las personas que, por una razón u otra, ya no están con nosotros.
Pero yo quiero hoy, ante todo, pensar sobre todo en lo primero que he dicho: si siento melancolía por algo, es porque soy humano, sensible, cálido. Me quedo con eso. Con la pureza de mis sentimientos, ante todas las cosas.
Un abrazo.
14 de diciembre de 2005
Los ídolos perdidos
Por eso, cuando digo seguro que cada uno podemos sentirnos identificados con blablabla... hablo, claro está, desde mi propia única y personal. Por tanto, lamento si a alguno le aburren mis divagaciones.
¡Empecemos de nuevo!. Estoy seguro de que todos podemos identificarnos con la figura del ídolo. Una persona, real o no, con la que sentimos afinidad, admiración, pasión, o todo eso a la vez. ¿Quién no ha tenido nunca un ídolo?.
Yo he tenido muchos. Reales e irreales. Para eso siempre he sido el niño fantasioso. Y no he dejado de serlo, si lo miramos desde cierto punto de vista. De niño alucinaba con Son Goku, con Bastian y Atreyu, con los caballeros de oro del zodiaco... y muchos otros nombres y personajes que no acuden con tanta facilidad a mi mente pero están ahí.
Esos son los ídolos imperecederos, los inmutables, que siempre son y serán eso. Mis favoritos, sin duda.
Luego están los otros ídolos: los auténticos. Personas de carne y hueso de tu día a día. A unos los idolatramos, a otros luego dejamos de hacerlo, y a otros incluso llegamos a odiarlos y preguntarnos por qué fuimos tan devotos de esa persona. Yo no he llegado al caso último, pero sí que he tenido algunas experiencias curiosas al respecto.
Os preguntaréis por qué digo estas cosas. Hace poco he pasado por un par de trances algo impactantes: tres personas en mi vida, que conozco hace varios años, cuya concepción de su propio ser ha cambiado radicalmente en mi. Han pasado de ser Dioses, intocables, a simples humanos con sus defectos a la luz.
Ese proceso de desencantamiento no es algo malo: simplemente, cuando te haces mayor te das cuenta de que las cosas no son lo que parecen: puedes darte cuenta de que tus padres, tus tíos... no son esas personas perfectas, protectoras, inalterables que parecían ser. No, todo lo contrario: son tan humanos como tú. No pueden protegerte. No pueden guiarte. Simplemente, pueden intentarlo tan buenamente como pueden.
Qué egoísta parezco, ¿verdad?. Es como si estuviera haciendo de menos a estas personas. No, qué va... creo que cada persona en tu vida tiene un motivo de ser, una misión, un objetivo... y el desarrollo de esa relación de admiración implica el que quizá todo se desmorone y todo se pierda.
Para ser claro: ¿de niños no hemos pensado que nuestros padres eran los seres más perfectos del mundo, que no tenían problemas, que eran como nuestros sumos protectores, nuestros guías en la vida?. En parte es cierto, pero cuando hemos crecido hemos visto que las cosas no eran así. Es a esa sensación a la que me refiero cuando escribo todo esto, aplicándolo a todas las personas que podamos imaginar: amigos íntimos, personas que van y vienen...
El otro día me dio algo de miedo cuando una de estas personas empezó a revelarme ciertas cosas, ciertas debilidades que le oprimían. Yo escuché aténtamente porque quiero a esta persona muchísimo, con toda el alma, desde que era niño. Pero entonces tuve esa sensación: que ya no era la persona a la que yo acudía cuando estaba mal. Ya no era un Dios: era un simple humano.
Fue... triste. Ni por esta persona, ni por mi, ni por la situación. Lo triste, lo melancólico de esa situación fue que las cosas habían cambiado. No sé si consigo explicarme (últimamente no doy con la palabra adecuada), pero sentí... frío. Sí, eso es. Frío.
Los ídolos verdaderos no son eternos. Sólo podemos seguir idolatrándolos si, por alguna casualidad, desaparecen de nuestra vida y podemos mantener vivo el recuerdo de lo que fue. Yo apenas tengo ya ídolos: tengo uno de esos que desaparecieron y ya no he vuelto a ver, aunque sé que sigue por ahí, y no hace mucho desapareció para mi el mito de otro. Guardo muy buen recuerdo de todo lo que significó para mi en su momento, pero ya se acabó.
Es mejor tener ídolos en un mundo de fantasía, aunque no sean prácticos. No cambian nunca.
Un abrazo.
12 de diciembre de 2005
El falso interés del inhumano ser humano
No voy a decir por qué ni cómo sucedió, pero ayer me vi con esa situación. No sé por qué me callé, pero me dieron ganas de decir “Me das asco”. Y es que ayer me pilló en un momento de auténtica vulnerabilidad, como me siento últimamente en cada momento del día. Y me jodió. Así de claro y con todas las letras. ¿Por qué la gente es así?. ¿Por qué no podemos simplemente hacer las cosas con una cierta consecuencia?. Si de mi lo único que quieres es algo, un bien que yo te puedo proporcionar, no vayas haciendo que te preocupas por mi bienestar personal, porque eso es ser doblemente falso. Es repugnante. Casi, como he dicho, obsceno.
Yo no soy así: si alguien no me interesa y a veces pregunto ciertas cosas por mera educación, no soy tan descarado y paso de una frase a otra para pedirte algo. Hace que lo que has dicho en primera instancia no solo pierda todo su valor, sino que además me haga sentir una total y absoluta cólera por lo que acabas de hacer.
Seguramente no debería alterarme tanto por algo que me pasa a menudo, pero anoche cuando llegué a casa me encontraba pensativo, cabizbajo, triste. No me ayudó lo que ocurrió después. Me sentí fatal, asqueado, dolido, más piltrafa aún de lo que me sentía. Y me fui a la cama con congoja. Ni siquiera me ayudó el Relaxine que me tomé: no he dormido casi nada. No por lo que ocurrió anoche, sino por todo en general y nada en particular. Es difícil de explicar, la verdad.
El caso es que aquí estoy: un lunes más en el trabajo, y cargado de trabajo hasta las orejas. Me viene bien escribir estas líneas. Así al menos me desahogo.
Estoy muy desencantado hoy: me siento mal, cabizbajo, aunque al menos eso no afecta a mi rendimiento laboral. Pero la gente me tiene muy decepcionado en general: supongo que, como ya he dicho muchas veces antes, es algo pasajero...
Un abrazo.
10 de diciembre de 2005
El extraño desarrollo de una atípica semana
El viernes pasado comenzaba medianamente ilusionado una semana que se prometía, pese a la tristeza que me inundaba (y aún me inunda) por la muerte de mi querida abuela. Pero como decía Tolkien en una de sus célebres frases, “A veces la promesa de una mañana soleada se pierde conforme el día avanza”. Eso sería lo más apropiado, la verdad, para definir el desarrollo de estos días.
El viernes fui a la misa de mi abuela y todo terminó de forma bastante abrupta, descorazonadora. El sábado fue un día horrible. El domingo, de los más angustiosos que he podido vivir. Además, tuve que ir a otra misa ese día en el asilo de mi bisabuela y volver a rodearme de tristeza por parte de todos.
No voy a resumir día por día lo que ha ocurrido en los días de diario en los cuales apenas he hecho nada de provecho. No podía hacerlo, por otra parte. Me he encontrado de nuevo con una faceta mía que he tenido que reencontrar forzosamente, y me temo que así va a tener que ser por una temporada, puede que de forma indefinida.
El martes fui a cenar con mis amigas de DMR, y hoy tengo otra cena con mis amigas de PC City. Mientras que la primera ha sido estupenda salvo por un par de circunstancias que no tienen lugar aquí, la de hoy se presenta un tanto extraña. No tengo ahora ilusión alguna. De hecho, sólo tengo una cosa en la mente y será mejor que me la quite de encima cuanto antes.
Tengo ganas de que llegue la semana que viene. Es posible que me encuentre con un auténtico mogollón de trabajo, porque el miércoles me pasé por la oficina y así me dijeron que sería, pero la verdad es que lo recibiré bienvenido.
Me siento bien, determinado, seguro de mi mismo, pero tengo una profunda melancolía que me invade en determinados momentos. Supongo que, como todo en la vida, será pasajero.
Pero la verdad es que, según echo un vistazo a lo que he escrito en estas líneas, me doy cuenta de cuánto estoy divagando últimamente…
Un abrazo.
8 de diciembre de 2005
Mariposa
BUTTERFLY (MARIPOSA)
Cuando amas a alguien tan profundamente
Se convierte en tu vida.
Es facil sucumbir a los miedos
Que te sobrecogen por dentro.
Ciegamente, pensé que podría
Mantenerte bajo un vaso.
Ahora comprendo que, para tenerte,
Debo abrir mis manos
Y ver cómo te elevas.
Despliega tus alas y prepárate a volar,
Pues te has convertido en una mariposa.
Vuela libremente hacia el sol.
Si regresaras a mi
Significaría que en verdad nos pertenecemos.
Por tanto, despliega tus alas, y vuela...
...Mariposa.
He aprendido que la belleza
Ha de florecer en la luz.
Los caballos salvajes corren sin ataduras
O su espíritu perece.
Tú me has dado el coraje
Para ser todo lo que quiera.
Y realmente creo que tu corazón
Te guiará hacia mi
Cuando estés preparada para aterrizar.
No puedo fingir que estas lágrimas
Caen desmesuradamente y sin control.
No puedo evitar que este dolor
Casi acabe conmigo.
Pero me mantendré erguido, diré adiós.
Pues tú nunca serás mía
Hasta que aprendas a volar.
Un abrazo.