22 de diciembre de 2005
Milagros del Photoshop
Sigo pobre
21 de diciembre de 2005
Mis amigos son papás

Paula es la primera hija de mis amigos María y Jose, como ya puse por aquí algo más de hace un par de meses, cuando ella llegó al mundo. Ayer me pasé por su casa para hacerles una visita (y de paso arreglar el ordenador de Jose, ehem ehem).
Fue una velada breve pero agradable. Y la verdad es que un sentimiento extraño despertó en mi ayer. El día que estuve con ellos en el hospital todo era demasiado raro, atípico... su niña acababa de nacer, María estaba recuperándose, los padres de ellos andaban pululando... pero ayer estuve en su casa, en el entorno en que siempre he estado con ellos. Y las cosas habían cambiado. ¡Mis amigos eran papás!. Jose estaba encandilado con su enana, y María no paraba de decirle cosas bonitas... y la bañaron, la dieron de comer...
Ayer comprendí que el tiempo va pasando, que las cosas van hacia delante. No fue un sentimiento triste, ¡qué va...! al contrario. Recordé las cosas vividas con ellos, cómo curiosamente les conocí... ¡en su boda!. Las vacaciones en Marbella, las cenas con ellos, las salidas al cine, las alegrías y penas... y ahí están. Con una niña preciosa entre los brazos. Y yo ya no tengo los 19 añitos que tenía cuando les conocí.
Ayer, María me dijo algo muy bonito. “Dani, no nos vemos mucho últimamente, pero nos queremos un montón, ¿verdad?”. Así es, sin duda. Yo les dije que verles así, como papás por primera vez “de verdad”, me provocaba una sensación mezcla entre el orgullo y la emoción embriagadora, como lágrimas incontenibles de alegría. Y cuando Jose decía a la pequeña "Mira, ha venido el tío Dani" casi se me escapa una lagrimita.
La verdad es que son maravillosos y adoro ser amigo suyo. Son y serán unos padres ideales.
Un abrazo.
20 de diciembre de 2005
¡Que bueno estaba el lomo anoche!
Mis compis
Quique y Jesús son, junto a mi, el trío calavera del departamento de proceso de datos. Quique es mi compi, y Jesús es mi jefe inmediato dentro de una escala de varios jefes. En general, lo que más me gusta de ellos es el respeto que nos tenemos mutuamente. Somos tres personas muy distintas en general (aunque Jesús y Quique son más afines entre ellos, la verdad) pero, aunque a veces tenemos roces y a veces me joroban bastante, somos un grupo muy unido y una piña en general, lo cual contribuye a que casi siempre tengamos un ambiente de trabajo limpio y muy bueno, en general.
La verdad es que no me puedo quejar de compis: salvo alguno que no soporto ni en pintura, que no está presente en estas fotos, me gusta estar rodeado día a día de esta gente. ¡Y que dure!.
Un abrazo.
19 de diciembre de 2005
El amanecer de la indiferencia
Las emociones son un terreno complejo y envidio a todo aquel que es capaz de dominarlas a su antojo. Yo no soy una de esas personas. Si estoy triste, no puedo ocultarlo. Si estoy eufórico, tampoco. Siempre existen límites para mi autocontrol, y si algo me desborda o, como el caso que me ocupa, son varias cosas, me colapso. Supongo que no hablo de nada nuevo: nos pasa a todos alguna vez, ¿verdad?.
El sábado llegué a casa bastante mal anímicamente. Al rato me calmé y me di cuenta de que no tenía por qué estar así, sino más bien pensar en lo que ya tengo, lo que he tenido y lo que voy a seguir teniendo. Mi autoestima se elevó y pude dormir bastante bien... hasta que me puse malo físicamente, lo cual no tenía ya nada que ver.
Pero el domingo me volví a caer. Me puse bastante enfermo (debí coger frío) y no salí de casa en todo el día salvo para quedar con unos amigos a merendar al lado de casa. Pero tampoco eso duró mucho: a los 15 minutos me volví (menos mal que estaba al lado) porque volví a encontrarme mal. Conclusión: me pasé el día entero en casa, solo, y jugando a la videoconsola. Y lo que es peor: dándole muchas vueltas a la cabeza y desesperándome con fantasmas inexistentes, con llamadas que nunca llegaban, con una lamentable y descorazonadora lástima hacia mí mismo. Sentí una profunda rabia. Y una vez más, me elevé sobre esos turbios pensamientos y volví a ser yo mismo. Me fui pronto a la cama, porque no soportaba encontrarme así, tanto física como mentalmente. Y no he dormido nada; de hecho no sabía si hoy me encontraría bien para venir a trabajar. La carencia de sueño se ha debido sobre todo a la congestión y el dolor de pecho, junto con una leve tos, y nada que ver con mis pajas mentales. Pero también he tenido un sueño bastante extraño del cual apenas conservo un claro recuerdo.
Y aquí estoy, un lunes más (o un lunes menos, como alguien me dijo recientemente) en el trabajo. Mi compañero Quique no está, lo cual casi agradezco porque me apetece más que nunca estar solo conmigo mismo. Y con bastante trabajo que hacer, pero a otro ritmo, lo cual también agradezco.
Mis sentimientos se mueven en una montaña rusa que se estabiliza muy despacio. Se acerca la nochebuena y me entristezco más a cada día que pasa, y no creo que esta tristeza sea mala. Como ya dije hace algunos post, la melancolía por aquello que realmente amas no es algo de lo que avergonzarse. La echo de menos. Y el sábado no sé cómo voy a estar. Va a ser muy duro, pero tengo que afrontarlo. Y también el sábado me va a faltar algo más, algo que era muy importante para mi. Ciertas cosas son como la materia: no desaparece, sólo se transforma. Esa transformación me está causando un trauma importante, pero debo ser respetuoso, caminar con la cabeza alta y darme cuenta de que nada es tan dramático como parece. A veces no me doy cuenta de que lo que tengo y nunca se va a marchar es más importante de lo que he perdido.
Pero lo acabo de decir: mi pensamiento puede variar dentro de cinco minutos. Poco a poco aprenderé a dominar a la bestia, a esa sensación de angustia que se hace conmigo cuando le da la real gana.
Sé que debería ser más positivo, pero no puedo. Ese positivismo aflora, pero es una planta de lento crecimiento. Me cuesta. Cuando te han arrebatado de forma traumática las cosas de la vida que más querías, que más valorabas, que más te importaban, no puedes pretender curar las heridas de tu alma en dos días. Quizá ni en dos meses. Es más, ciertas heridas nunca se curan del todo. Creo que por fortuna este no será el caso, salvo el de la pérdida de una persona muy importante en mi vida.
Y la vida sigue. Y aquí sigo. Y me muevo hacia delante, pensando en el amanecer tan bonito que observé esta mañana mientras venía a trabajar y que siempre me recordaba algo hermoso, que hoy no he sido capaz de sentir. Porque todo cambia, pero en realidad nada ha cambiado.
Un abrazo.
16 de diciembre de 2005
Historia de una resaca
El día de ayer fue especialmente intenso, la verdad: para empezar, tuve una durísima mañana de trabajo de esas en las que no te detienes ni un segundo. La razón de esto fue que no trabajábamos por la tarde: tocaba la comida de empresa navideña de turno. Esta comida se celebró en un pomposo restaurante de Pinto, al más puro estilo de una boda. No estuvo nada mal: comida copiosa (ibéricos, gambas, pescado...) y un pedazo de solomillo de ternera de esos que te dejan tirao.
Tras esto, nos fuimos a un Pub bastante chic que había en la planta baja del restaurante y allí permanecimos un buen rato. Me desmelené a bailar con las chicas y pasé de hacer la loca con el Hung up de Madonna, La Tortura de Shakira o el Left outside alone de Anastacia a demostrar que las clases de Salsa no eran en balde: cogí a las compañeras del curso de baile y presumimos un poco delante de todos.
Pero yo tenía más compromisos ese día, sí. Me tuve que marchar a eso de las 21:00 horas al centro de Madrid, un Madrid saturadísimo de tráfico hasta extremos insoportables y con un frío de esos que se te cuelan en los huesos. Acabé bastante mal la noche físicamente por culpa de eso, por razones que explicaré más adelante.
La razón de mi presencia en este Madrid céntrico inhóspito era la presentación en vivo oficial del nuevo disco de mi amiga Belén Arjona. Tras encontrarme con mis queridos Dany y Gemma y la nueva adquisición a nuestro círculo de amistades divertidas, Carlos. Sorprendentemente, quedamos en el McDonalds de la gran vía, y ahí estaban también cenando mi querido Jose y su novio, Miguel. Pero ellos dos no se quedaron al concierto: Jose madrugaba mucho. Me apenó, pero lo estrictamente necesario.
Nos fuimos a la cola y allí estaban los de Frikilandia, es decir, los megafans de Belén. Saludé educadamente a todos y al poco ya estábamos dentro de la sala El sol.
El concierto fue realmente espectacular, tanto en contenido y temas, como en colaboraciones (Fábula y Despistaos). Además, pocas veces he visto un público tan entregado en un concierto, sea de Belén o no.

Hubo un momento en el concierto en que me sentí realmente mal: cuando Bel se puso a cantar Si no estás, pese a que es una canción que he oído cientos de veces y debería ya estar insensibilizado a ella, la cercanía de la muerte de mi abuela, unido al ambiente que se respiraba, la letra de la canción y el saber que Belén compuso ese tema a causa del mismo dolor que ahora siento yo, hicieron que me pusiera a llorar como un niño pequeño. Incluso la propia Bel se dio cuenta de ello mientras cantaba y creo que se sintió algo mal, la pobre.
Como ya iba diciendo, mi estado físico había estado deteriorándose seriamente a lo largo del día. Arrastro un trancazo enorme desde hace dos días, para empezar. Ese día estaba extenuado de trabajar, de comer bestialmente, de bailar hasta sudar la gota gorda por la tarde, y de aguantar un concierto intensísimo donde no paramos de dar botes y sudar mucho. Para más inri, a medio concierto pusieron a toda pastilla el ventilador de la sala que estaba por encima de nosotros y el chorro me estuvo dando toda la parte final del mismo. Resultado: tembleque, dolor de garganta, mareo y una sensación de desfallecerme en cualquier momento. De hecho, cuando acabó el concierto fui a toda pastilla al camerino de Bel y decirle que no podía quedarme más.
Así hice: me fui a casa, tras despedirme de mis amigos, y me metí en la cama casi a las 3 y media tras tomarme un enorme vaso de leche caliente con azúcar y un Algidol. Me he levantado mucho mejor, la verdad.
El día de ayer fue bastante intenso, en general. Y bueno, de los mejores que he tenido últimamente, pese a lo difícil que me ha resultado mantener el ritmo. Pude olvidarme durante unos momentos de las cosas que me están afectando, atormentando estos días. Me gustó verme tan positivo en momentos en los que lo último que me sale es una sonrisa sincera. Me quedo con esa imagen. La del Dani alegre y dicharachero.
Un abrazo.