16 de mayo de 2007

Doble filo

Cada vez tengo más claro que no es bueno ser sensible, romántico, idealista, cariñoso, empático, piadoso y un largo etcétera hoy en día. No sale rentable. Los sentimientos nunca deberían ser amplificados o desmedidos, porque se vuelven contra ti.

No hablo ya de ese estado de embriaguez que conocemos como el enamoramiento (conyugal), sino de todo tipo de sentimientos que consideramos positivos o hermosos en general. La gente es egoísta, a la hora de la verdad solo mira por sí misma y jamás da su brazo a torcer. La gente decepciona, engaña, oculta y tergiversa, te compromete, te ningunea, ignora o difama.

¿En qué o en quién tener fe? Porque yo, sinceramente, empiezo a estar harto. Aunque aún no tengo decidido si estoy harto del mundo o de mí mismo y mi actitud de chico Walt Disney.

Necesitaba decirlo.

En Argentina no hay pelusas

Hace poco tuve una reunión de vecinos. Hablamos de las típicas cosas en un encuentro de vecinos con casa nueva, de las peculiaridades de las viviendas… y todas esas pequeñas cosas, casi intrascendentes, baldías. Lo simpático vino cuando, en medio de la cháchara, un vecino del cuarto dijo ¿Y qué es eso de las pelusas?. Nunca había visto esas cosas, están por todas partes. ¿Alguien me explica de donde vienen? En Argentina no hay esas cosas.

Estupefacto que me quedé. El hombre, evidentemente argentino, me hizo una revelación importante: en Argentina no hay pelusas. ¡Qué afortunados los argentinos!. Porque a poco que me descuido, debajo de mi cama se forma un ecosistema propio.

En fin, una razón de más para pensarse ir a vivir allí.

14 de mayo de 2007

And I am telling you I'm not going

Sobran los comentarios acerca del poderío vocal de Jennifer Hudson en este temazo de Dreamgirls, ¿verdad? ¡Impresionante!

Caricias del alma

Ni lo esperaba, ni era el momento, pero llegó justo lo que necesitaba cuando menos lo esperaba.
Andando a la deriva por la calle, rodeado de gente que escuchaba como ecos lejanos, andaba hacia un destino conocido donde sólamente encontraría más soledad entre decenas de personas. Y, efectivamente, eso encontré. Las melodías que sonaban eran huecas, vacías, carentes de sentido o emoción. Pasaron las horas.
Acabó. Me fui. Volví a la deriva y entré en un lugar conocido en busca de lo desconocido. Y allí, apareció la brisa.
Solo bastó eso. Solo bastó que me miraras a los ojos y me preguntaras, con sinceridad, el cómo estaba. Yo no necesitaba otra cosa, y no lo esperaba... y me lo diste. Gracias. Muchas gracias. Quizá reaccioné fríamente, quizá no te di a entender lo MUCHO que aprecié ese gesto, pero lo hice. Y no sabes cuánto.
Segundos después, volvió el silencio. Pero ya no era tan denso.

12 de mayo de 2007

Cuarenta y cuatro

Hoy no voy a escribir una parrafada. Este escrito, en definitiva, es prácticamente igual al del año pasado. Hoy, si vivieras, cumplirías cuarenta y cuatro años. No te imaginas lo feliz que me haría poder celebrar tu cumpleaños contigo, y poder abrazarte.
Pero no estás vivo. Cada año, en esta fecha, y en otras tantas, seguiré pensándolo y seguiré echándote de menos. Qué le voy a hacer, papá. Te quiero (en presente) con locura.

11 de mayo de 2007

El extranjero, la poseída y la gorrina


Anoche acudí por primera vez al recinto Madrid Arena para asistir al concierto LKXA, un triple espectáculo con Coti, Dover y La oreja de Van Gogh, por este orden. Lo bueno es que tuve pase VIP por aquello de ser el webmaster de los organizadores, y tuve un fabuloso sitio en la grada justo frente al escenario. Alguna ventaja tenía que tener, vaya. Como ya he comentado, nunca había ido a este recinto, que me pareció fabuloso: por fin un sitio decente para espectáculos en Madrid, con mucha mejor acústica que el nuevo Palacio de Deportes. Curiosamente, tengo otros dos conciertos en menos de un mes en el mismo sitio: el 26 voy a ver a Beyoncé, y el 7 de junio a Malú. Me voy a empachar.

Pero entremos en materia: tres grupos de lo más dispares, de los cuales he sido seguidor acérrimo de dos, y actualmente ninguno dentro de mis preferencias principales. Pero chico, la entrada era gratis y la noche prometía ser animada. ¿Se necesita algo más?.

Antes de comentar el concierto, dos anécdotas: estar en la zona VIP suponía también estar en pijolandia, y estaba rodeado literalmente de Rodrigos y Jimenas (como dice mi tía Pepa), todos ellos con su jersey al cuello (parece una especie de pijoseñal para que se identifiquen entre ellos) y polo de Lacoste, junto con sus churumbeles, los Borjamaris y las Barbaras, niños bien vestidos como para carnaval con melenita a lo parchis. La gracia del tema es que entre concierto y concierto ponían videoclips de 40TV, y por alguna razón técnica siempre ponían el mismo bucle de 3 videos, entre los que se encontraba… ¡Rock DJ de Robbie Williams!. Por si nadie conoce este videoclip, en él nuestro drogata británico favorito (después de Pete Doherty) se marca un Striptease en el cual se arranca hasta la piel y los músculos en un momento de lo más gore. Literalmente, las niñas empezaron a gritar y las madres a taparlas los ojos. Yo no me pude contener y empecé a descojonarme vivo. ¡¡Fue lo más!!.

En fin, vayamos a los conciertos. Tras la presentación de rigor de Tony Aguilar, ese plasta omnipresente con ego desmesurado y buen rollito aderezado de modernismo de mercadillo y aún así majete (que pesado se ponía con eso de ¡Ese ruido, Madrid!), dieron paso a los conciertos, de una escrupulosa hora cada uno.

El primero: el argentino Coti. Yo pensaba que me aburriría como una ostra con este, pues no me cae en demasiada gracia, pero al final fue de lo más entretenido. Son pocos los temas que se conocen de él, pero los que sí se conocen, se los sabe la gente de pe a pa. Así, todos los que cantamos Antes que ver el sol o Nada fue un error (unas 6.000 personas al unísono), hizo que se formara un ambientillo de buen rollo de lo más agradable. Por su parte, el argentino fue de lo más agradable y simpático con la gente, y eso siempre se agradece. Algunos temas que desconocía de él me gustaron bastante, con mención a la Canción del inmigrante (un precioso alegato contra los prejuicios a los extranjeros) o el nuevo single que ha sacado ahora, tocado solo con guitarra y voz, con el que finalizó el concierto. La noche prometía.

Seguimos con Dover. Esto fue un shock para mi, que les sigo desde que sacaran el Devil came to me hace ya casi 10 años. Me encontré con una banda Dance de lo más sofisticada y con un show de luces y sonido que estaba a años luz de lo que hicieran en el pasado (yo ya les había visto en vivo hace unos años). La producción dance le sienta bien a Cristina Llanos, que tiene tendencia a quedarse sin voz a medio concierto y como ahora todo está en semi-playback por exigencias del estilo, la cosa no le quedó nada mal. Los temas de Follow the city lights (un disco fabuloso se mire por donde se mire) sonaron apoteósicos, con especial mención a Do ya y al ya clásico Let me out con el que cerraron el concierto, que fue de lejos el momento más álgido de la noche, y donde se formó la fiesta absoluta entre el público. Y lo más impactante: ver cómo han remodelado sus temas clásicos al Dance. Se marcaron unas versiones de Loli Jackson, DJ, Cherry Lee, Devil came to me, King George o Serenade que no dejaron indiferente a nadie, muy diferentes de las originales. No me atrevo a decir mejor o peor: simplemente, muy distinto. Y lo mejor, la vitalidad de Cristina Llanos: se movía más que los precios, como una poseida. ¡Normal que se haya quedado tan delgada, menuda vitalidad, señores!.

Me alegré por ellos: las Llanos estuvieron majísimas con la gente y no pararon de hacer alabanzas al público y a su Madrid natal. La gente les despidió con un enorme vitoreo que duró varios minutos, y que hizo a Cristina decir No me hagáis esto, que voy a llorar. Y creo que al final lo hizo, y se fue abrazada a su hermana. Dover fue la estrella de la noche, sin duda. Y el cambio les ha sentado de maravilla. ¡Quien les ha visto y quien les ve!.

Y llegó el momento que más esperaba de la noche: La oreja de Van Gogh, a quienes he seguido desde el primer disco y que pese a su exceso de ñoñería, siempre me han encantado. Este es el sexto concierto que veo de ellos, pues no he faltado a ni uno solo de todas sus giras. Pero para mi desgracia, resultó ser una total y absoluta decepción: el sonido era malo y la voz de Amaia Montero, peor. Entre balbuceo y balbuceo (nada de canto), desgranaron los temas de todos sus discos de manera sosa y descafeinada. Ni siquiera pequeñas joyas de su último disco como Perdida sonaron como debían, y nos dejó a mi y a mi primo Rubén, fan del grupo también, con cara de alelaos. Evidentemente, los únicos buenos momentos de este concierto los trajeron temas conocidos y tatareados por todos, como Puedes contar conmigo, Rosas, París o Cuídate, pero ni siquiera con esas. La gente se aburría, y la srta. Montero no era precisamente el colmo de la simpatía. Además, había unas pausas entre tema y tema realmente escandalosas. Y ocurrió lo que nunca he visto en un concierto de LODVG: la gente empezó a irse. Se aburría. ¡Normal, menuda ful de concierto estaban haciendo los donostiarras!. Y yo me sentí doblemente decepcionado, porque he estado en conciertos de ellos que les daban mil vueltas a este. Temas tan preciosos como Deseos de cosas imposibles, bailables como Pop o incluso La playa estaban mal cantados.

Hice lo que nunca he hecho en ningún concierto: me fui cuando empezaba la última canción. Me aburría y hasta estaba cabreado. Este grupo, ya montado en el dólar, está descuidándolo todo en sus directos: la música sonaba mal, y la Montero parecía una cerdita Peggy con voz de muñeca chochona. Qué pena, joder.

Bueno, creo que ya me he explayado bastante. Veremos a ver qué tal los próximos conciertos…

Un abrazo.

10 de mayo de 2007

La copa quebrada

Tras el velo de la quietud, de la apacible gentilidad de las apariencias, una fina copa de cristal se hace añicos al caer al suelo. Sus fragmentos se dispersan en el espacio y a través del aire para, caóticamente, acabar en el más insospechados de los lugares de la habitación. Y me temo que, aunque todos ellos acabaran reencontrándose, algo poco probable, ya no sería lo mismo; más bien un remedo, un mal apaño. La belleza inicial se ha perdido para siempre.

Pero ese aroma de indiferencia sigue presente. Nadie, salvo uno, ha visto lo que ha ocurrido. ¿Qué sentido tiene que ocurran cosas que nadie es capaz de percibir, oler, tocar, o lo que es peor… lleguen a importarle siquiera?. Porque muchas veces se trata de eso simplemente: ni queremos, ni hacemos ademán para que nos importe.

En un mundo donde todo es discutible, todo es relativo, y no existe una verdad absoluta respecto a casi nada, todos somos víctimas y verdugos. Pero no lo entendemos. O somos una cosa u otra, pero nunca ambas. Es fácil tildar a alguien de loco o de cuerdo, pero nunca definirle en un punto intermedio. Es fácil ver las desgracias ajenas y observarlas como el que hace lo propio con la ficción en una pantalla de cine, pero el cine es cine; Y cataliza todo el elemento tragicómico de la vida para paliar nuestra necesidad de todos esos grandes sentimientos. Y, consecuentemente, cuando salimos de la sala evitamos todo contacto con ello. Miramos de lado, apartamos la cara, ignoramos lo que tenemos delante.

Somos tan necios que buscamos el autoconvencimiento, la excusa, nuestra propia verdad, el absolutismo inalcanzable. ¡Que el drama no me alcance! Y a su vez, es lo único que nos permite sobrevivir a esa gran espada de doble filo que poseemos: la conciencia. Y lo que hacemos, simplemente, es drogarla, anularla, adormecerla, obviarla. Y así, finalmente, todo recuerdo caerá bajo ese velo de apariencia y olvido. Porque solo así los humanos podemos sobrevivir.

Dicen que existen varios mundos o universos paralelos, y que el peor de todos ellos es el de los humanos. Porque somos presas del peor de los castigos: los sentimientos. Siempre amplificando, siempre decayendo, siempre dentro un constante sube-y-baja y una quimera de imposibilidades, subimos a lo más alto para caer a lo más bajo y volver a empezar una vez más.

La copa se hace añicos y se recompone perdiendo su belleza inicial, pero nadie lo ve. Porque no se quiere ver. Alrededor nuestro, normalmente, solo hay sombras; Nos movemos realmente en un limbo donde sólo apreciamos el viento de lo que se mueve a nuestro alrededor y no somos capaces de sentir lo que tenemos delante de nuestras propias narices. El resto del tiempo es, brevemente, cuando podemos realmente ser nosotros mismos. Un lapsusdemasiado breve, me temo.

¡Me he hecho añicos! ¡Ayudadme a buscar mis fragmentos partidos, por favor! – Decía la copa. Pero las únicas respuestas que recibía eran: o bien el silencio, o bien la mofa, o bien la crueldad, o bien la indiferencia. Al final, acabó buscándolos ella misma como buenamente pudo, invirtiendo todo su tiempo y fuerzas. Porque entendía que era su propia responsabilidad y de nadie más, pero en su corazón hubiera deseado recibir alguna respuesta distinta. De algún modo, eso lo hubiera cambiado todo.

Un abrazo.