Ni lo esperaba, ni era el momento, pero llegó justo lo que necesitaba cuando menos lo esperaba.
Andando a la deriva por la calle, rodeado de gente que escuchaba como ecos lejanos, andaba hacia un destino conocido donde sólamente encontraría más soledad entre decenas de personas. Y, efectivamente, eso encontré. Las melodías que sonaban eran huecas, vacías, carentes de sentido o emoción. Pasaron las horas.
Acabó. Me fui. Volví a la deriva y entré en un lugar conocido en busca de lo desconocido. Y allí, apareció la brisa.
Solo bastó eso. Solo bastó que me miraras a los ojos y me preguntaras, con sinceridad, el cómo estaba. Yo no necesitaba otra cosa, y no lo esperaba... y me lo diste. Gracias. Muchas gracias. Quizá reaccioné fríamente, quizá no te di a entender lo MUCHO que aprecié ese gesto, pero lo hice. Y no sabes cuánto.
Segundos después, volvió el silencio. Pero ya no era tan denso.
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