30 de octubre de 2008

Destino

Creo en el destino. Sí, lo afirmo rotundamente, creo en el destino y en que el libre albedrío de las cosas y del control de nuestras propias vidas está supeditado a algo por encima de nosotros.

Pero ojo, que cuando digo que creo en el destino, lo hago con ciertos matices. Asegurar que existe el destino es algo atrevido y casi indecente, pero sí creo sin dudarlo que todo lo que nos pasa en la vida tiene una razón de base. Como decía el Neo de Matrix (siempre digo que las frases más sabias proceden de los sitios más inconcebibles), No creo que exista el destino porque soy dueño de mi propia existencia. También creo en eso (¡qué incoherente!).

Pero no cabe duda de que las cosas que nos ocurren, buenas, malas, muy buenas o terribles siempre desembocan en un fuerte cambio dentro de nosotros, y no seríamos en el momento presente quienes somos si no fuera por esas cosas de esas cosas.

Por tanto, siempre (al menos yo) llego a la siguiente conclusión: cuando la tormenta ha pasado, siempre agradezco haber sobrevivido a ella. Soy mejor y más fuerte.

En mi vida me he visto obligado a asumir esta creencia como método de supervivencia. Siempre bajo la siguiente premisa: el pasado es pasado, y el futuro es incierto. ¿Realmente podíamos haber cambiado las cosas que ocurrieron?. ¿Realmente podemos cambiar el futuro?. Es totalmente imposible, tanto lo uno como lo otro. Y yo soy quien soy hoy en base a todas las cosas que me han venido pasando en mis años de vida, eso es un hecho certero: muchas experiencias terribles han acabado revelándose como positivas a posteriori, y las que no lo han hecho me han dado unas lecciones de vida que ya van conmigo a todas partes.

Por tanto, sí: el destino existe siempre bajo esa perspectiva, premisa y punto de vista. ¿Y qué gano yo creyendo en esto?. Pues que cada vez que tengo que pasar por una situación potencialmente difícil o directamente dura, tengo siempre presente que debo tener paciencia y ver en qué desemboca. Que todo sucede por una razón, y que antes o después seré capaz de verlo.

Quizá sea un método más de autoconvencimiento, pero hasta el momento y en todos mis años de vida adulta, este pensamiento se ha revelado como una de mis armas más poderosas para combatir el devenir de las desgracias, especialmente en una persona como yo que tiende a ver las cosas con el vaso medio vacío.

Hoy me quiero despedir con una canción-homenaje, una canción muy especial para mi por muchas razones. Es Into the west, de Annie Lennox, tema principal de El Señor de los Anillos: El retorno del Rey. Lloro cada vez que la escucho...




Reposa
Tu dulce y cansada cabeza.
La noche cae,
Has llegado al final del viaje.
Ahora duerme,
Y sueña con aquellos que vinieron antes:
Te llaman,
Desde una lejana orilla...

¿Por qué lloras?
¿Qué son esas lágrimas que asoman en tu rostro?
Pronto verás
Que todos tus miedos se habrán ido.
A salvo, en mis brazos,
Tan solo duermes.

¿Qué puedes ver en el horizonte?
¿Por qué te llaman las blancas golondrinas?
A través del mar, emerge una pálida luna.
Los navíos han venido para llevarte a casa.

Y todo se convertirá
En cristal plateado.
Una luz sobre el agua.
Todas las almas deben pasar.

La esperanza se desvanece
Hacia el mundo de la noche.
A través de las sombras que caen,
Fuera de todo cómputo del recuerdo y el tiempo.

No digas
Que hemos llegado al final.
Las costas blancas te llaman.
Tú y yo volveremos a encontrarnos.
Y estarás aquí, en mis brazos.
Simplemente durmiendo.

Los navíos grises cruzan
Hacia el Oeste.


Un abrazo


2 comentarios:

TT de LAC dijo...

Gran post, hace reflexionar sobre muchas cosas.

PD. Ahora que entiendo bien lo que dice, me gusta muchisimo mas INTO THE WEST, tengo que dar mas clases de ingles.
Un abrazo.

Unknown dijo...

TT, me alegro de corazón que te haya gustado :)