Siempre, hasta hace tres meses, he vivido en Villaverde, un conocido barrio al sur de Madrid, uno de los pocos que nunca había disfrutado de Metro por ser uno de esos barrios marginales, sobre todo en los 80. Y sí, era cierto que lo era, pero bueno... el caso es que siempre que tenía que irme al centro lo tenía que hacer bien por autobus o, ya a mediados de los 90, por el cercanías que no me pillaba tampoco precisamente cerca. Recuerdo cientos de miles de mañanas dirigiéndome a mi instituto, en Orcasitas, viaje que me llevaba al menos 40 minutos y otros tantos de vuelta, cuando la distancia entre mi casa y este no era demasiado grande. No hablemos ya de los desplazamientos a sitios como Callao o Argüelles, que me llevaban casi una hora larga.
Desde el sábado, por fin y tras muchos años de peticiones, el metro ha llegado a Villaverde. Emocionado, y tras comer con mi madre, me lancé a probarlo. Casi no podía creer que existieran paradas como Ciudad de los Ángeles, Orcasur o Villaverde Bajo-Cruce. Y me planté en Callao en algo más de 15 minutos de trayecto. Impensable, increíble, maravilloso.
Y ahora creo que la vida me ha vuelto a jugar una de sus bromas pesadas: el metro llega cuando yo me voy. ¿No resulta realmente irónico?.
Bienvenido, Metro. Por muchos años. Te he esperado toda la vida.
Un abrazo.
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