Querido Papá:
¿Cómo estás?. Hace mucho que no te escribo una carta como Dios manda y lo siento, pero eso no significa que no piense en ti. Es más, creo que no hay una sola hora del día en que, de un modo u otro, no aparezcas en mi mente.
A mi no me va mal del todo, ¿sabes?. Bueno, últimamente he pasado una etapa realmente extraña en mi vida y no sé, me he sentido un poco necesitado de tu consejo. ¿Por qué las personas nos complicamos tanto la vida a veces, y hacemos cosas impropias de nosotros mismos?. Bueno, qué más da… al final, con las experiencias nos vamos dando cuenta de que no existen los errores propiamente dichos, sino simplemente acciones más o menos correctas por parte de las partes implicadas y siempre dentro de contextos muy concretos. Pero no quiero aburrirte con mis tonterías… solo quería que supieras que me has hecho mucha, mucha falta últimamente.
¿Cómo te va por ahí?. Es difícil escribir una carta sin saber exactamente dónde llegará o si lo hará, pero la verdad es que no puedo dejar de hacerlo. Hoy hace nueve años que te marchaste. Sí, sí… ya sé que no podías evitarlo, que tenías que irte, que era tu turno, pero es verdad que desde ese día yo no he vuelto a ser el mismo. Y no te reprocho nada, no lo olvides… jamás lo hice antes y ahora no voy a cambiar de parecer. La gente debe estar ya aburrida de escucharme hablar de ti constantemente y de lo triste que me puse cuando dejaste de estar físicamente a mi lado… los pobrecillos deben estar cansados de oír hablar de un fantasma que nunca han visto, o los que sí te conocen de que no pare de hacer referencia a esto o aquello que viví contigo… pero qué le voy a hacer, es que te echo mucho de menos. Nueve años son muchos, y aún queda bastante (supongo) para que nos volvamos a reunir. Así es la vida… qué lástima, ¿verdad?. Pero bueno, tengo paciencia. La que tú me enseñaste a tener… y que aún así me cuesta aplicar.
Me resulta muy curioso que pasaras a mi lado dieciséis años en circunstancias que son de todo menos normales y que ya sean nueve los que han pasado desde que te fuiste. Y lo más curioso de todo es que hoy, y más que nunca, te tengo dentro… recuerdo perfectamente tu voz, olor, gestos, palabras, consejos, abrazos, besos, riñas… absolutamente todo, hasta el más mínimo de los detalles, buenos y malos, de cuando era niño y no tan niño, de nuestros paseos, noches, días, vacaciones, viajes, en casa, en Escalona, en todo lugar, situación... Yo siempre sostuve que tú y yo éramos la perfecta definición de padre e hijo, y que nuestro vínculo iba mucho más allá de la simple herencia genética o de la sangre. Tú eras (eres) parte de mi, y yo de ti. Supongo que intento decirte una vez más que te quiero y siempre te querré. Eres mi papá querido y bienamado. Y todo esto te lo digo a sabiendas de que eras un ser terrenal, que cometía fallos y errores como cualquier persona, y en absoluto una deidad. Aún así, con todo, no existe para mi nadie como tú. Y nunca existirá, lo sabes.
¿Sabes qué me gustaría, papá?. Me gustaría que la vida fuera un poco más sencilla, menos frívola, hacer las paces con mi peores enemigos, reconciliarme conmigo mismo y con los que me rodean, perdonar y ser perdonado en general, decirles a mis amigos que les quiero una vez más, y recordarles que, por desgracia, cada segundo que pasa es un segundo menos que voy a disfrutarles, tal y como ocurrió contigo, y que la presencia de todos ellos es un regalo constante para mi.
Y es que a cada momento que pasa, incluso ahora mismo en que escribo estas palabras, el dolor de tu despedida se acentúa un poquito más. Y eso no cesa. Esa sensación, conforme avanza el tiempo, se va convirtiendo en algo más singular, profundo… no sé, es muy complicado de explicar. Pero no pasa nada… tú sabes a qué me refiero, ¿a que sí?.
Últimamente tengo la sensación de estar escribiéndote siempre la misma carta. No me importa, simplemente lo que hago es grabar un poco más en el corazón esos sentimientos que tengo hacia lo que tú eres y simbolizas en mi alma.
En fin, espero saber pronto de ti de algún modo u otro. Porque sé que tienes tus formas de hacerlo, pillín. Y por favor, no olvides darle el beso más fuerte que puedas a la abuela. Dile que también la echo de menos.
Te quiero mucho, papá.
Dani
¿Cómo estás?. Hace mucho que no te escribo una carta como Dios manda y lo siento, pero eso no significa que no piense en ti. Es más, creo que no hay una sola hora del día en que, de un modo u otro, no aparezcas en mi mente.
A mi no me va mal del todo, ¿sabes?. Bueno, últimamente he pasado una etapa realmente extraña en mi vida y no sé, me he sentido un poco necesitado de tu consejo. ¿Por qué las personas nos complicamos tanto la vida a veces, y hacemos cosas impropias de nosotros mismos?. Bueno, qué más da… al final, con las experiencias nos vamos dando cuenta de que no existen los errores propiamente dichos, sino simplemente acciones más o menos correctas por parte de las partes implicadas y siempre dentro de contextos muy concretos. Pero no quiero aburrirte con mis tonterías… solo quería que supieras que me has hecho mucha, mucha falta últimamente.
¿Cómo te va por ahí?. Es difícil escribir una carta sin saber exactamente dónde llegará o si lo hará, pero la verdad es que no puedo dejar de hacerlo. Hoy hace nueve años que te marchaste. Sí, sí… ya sé que no podías evitarlo, que tenías que irte, que era tu turno, pero es verdad que desde ese día yo no he vuelto a ser el mismo. Y no te reprocho nada, no lo olvides… jamás lo hice antes y ahora no voy a cambiar de parecer. La gente debe estar ya aburrida de escucharme hablar de ti constantemente y de lo triste que me puse cuando dejaste de estar físicamente a mi lado… los pobrecillos deben estar cansados de oír hablar de un fantasma que nunca han visto, o los que sí te conocen de que no pare de hacer referencia a esto o aquello que viví contigo… pero qué le voy a hacer, es que te echo mucho de menos. Nueve años son muchos, y aún queda bastante (supongo) para que nos volvamos a reunir. Así es la vida… qué lástima, ¿verdad?. Pero bueno, tengo paciencia. La que tú me enseñaste a tener… y que aún así me cuesta aplicar.
Me resulta muy curioso que pasaras a mi lado dieciséis años en circunstancias que son de todo menos normales y que ya sean nueve los que han pasado desde que te fuiste. Y lo más curioso de todo es que hoy, y más que nunca, te tengo dentro… recuerdo perfectamente tu voz, olor, gestos, palabras, consejos, abrazos, besos, riñas… absolutamente todo, hasta el más mínimo de los detalles, buenos y malos, de cuando era niño y no tan niño, de nuestros paseos, noches, días, vacaciones, viajes, en casa, en Escalona, en todo lugar, situación... Yo siempre sostuve que tú y yo éramos la perfecta definición de padre e hijo, y que nuestro vínculo iba mucho más allá de la simple herencia genética o de la sangre. Tú eras (eres) parte de mi, y yo de ti. Supongo que intento decirte una vez más que te quiero y siempre te querré. Eres mi papá querido y bienamado. Y todo esto te lo digo a sabiendas de que eras un ser terrenal, que cometía fallos y errores como cualquier persona, y en absoluto una deidad. Aún así, con todo, no existe para mi nadie como tú. Y nunca existirá, lo sabes.
¿Sabes qué me gustaría, papá?. Me gustaría que la vida fuera un poco más sencilla, menos frívola, hacer las paces con mi peores enemigos, reconciliarme conmigo mismo y con los que me rodean, perdonar y ser perdonado en general, decirles a mis amigos que les quiero una vez más, y recordarles que, por desgracia, cada segundo que pasa es un segundo menos que voy a disfrutarles, tal y como ocurrió contigo, y que la presencia de todos ellos es un regalo constante para mi.
Y es que a cada momento que pasa, incluso ahora mismo en que escribo estas palabras, el dolor de tu despedida se acentúa un poquito más. Y eso no cesa. Esa sensación, conforme avanza el tiempo, se va convirtiendo en algo más singular, profundo… no sé, es muy complicado de explicar. Pero no pasa nada… tú sabes a qué me refiero, ¿a que sí?.
Últimamente tengo la sensación de estar escribiéndote siempre la misma carta. No me importa, simplemente lo que hago es grabar un poco más en el corazón esos sentimientos que tengo hacia lo que tú eres y simbolizas en mi alma.
En fin, espero saber pronto de ti de algún modo u otro. Porque sé que tienes tus formas de hacerlo, pillín. Y por favor, no olvides darle el beso más fuerte que puedas a la abuela. Dile que también la echo de menos.
Te quiero mucho, papá.
Dani
3 comentarios:
Un abrazo fuerte, Dani.
Tú carta me ha hecho reflexionar. Yo, que aún tengo a mi padre con vida, no lo he querido como se lo merece. Él siempre ha estado ahí cuando mis hermanos y yo lo necesitamos, ya sea de poca o gran importancia. Gracias por hacerme ver que debo demostrarle cuanto significa para mi aún cuando esta en vida.
SABES DANI, SE PERFECTAMENTE LO QUE SIENTES, PORQUE LO MISMO ME HA PASADO A MI , HACE 9 ANOS MI MAMA MURIOP, Y PARECE QUE FUE AYER, QUE LINDO MENSAJE ESTAS DANDO, PUES ES UNA REFLEXION PARA QUIEN AUN TIENE A UN SER QUERIDO A SU LADO Y NO LO VALORA Y TU QUE YA NO LO TIENES EN VIDA AUN LO AMAS COMO SI ESTUVIERA AQUI. ERES UN SER LLENO DE LUZ. QUE DIOS TE BENDIGA.
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