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Últimamente soy incapaz de resistirme a estas pequeñas
golosinas de nata y fresa. Están condenadamente
deliciosas y cuando paso delante de alguna tienda que las tengan es imposible para mi no comprarme unas cuantas. Incluso tengo en el trabajo una bolsa llena de ellas para los
momentos difíciles. Están blanditas y se derriten en la boca. El sabor es indescriptiblemente rico. Joer, qué
buenas están.
El único pero es que me estoy poniendo más gelatinoso que las propias golosinas... ¡ay, lo que hay que sufrir!.
Un abrazo.
2 comentarios:
Con la pinta que tienen, no me extraña que caigas en la tentación...
hay que rico.. se me antojo una.
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