30 de mayo de 2006

.Net


Efecto curioso es el que se produce cuando a un loco le entregas más locura con la que obrar, con la que trabajar, con la que ser si cabe un poco más demente. Así me siento yo ahora mismo y desde el sábado pasado respecto a un tema concreto: mi trabajo y mi pasión. Tengo muchísima suerte de poder decir que una parte de mi vida laboral, reiterándome una vez más en lo que ya he dicho una infinidad de veces en este blog (siendo esta de lejos la última vez que hago referencia al mismo tema), equivale a una de mis grandes pasiones: la composición y creación de estructuras lógicas de información.

El sábado pasado paseaba tranquilamente por la feria del libro de Madrid, con helado de frutas del bosque en mano, y encontré una golosina irresistible en uno de los innumerables puestos del evento: una enciclopedia de Visual Basic .Net escrito por Francisco Javier Ceballos, uno de mis autores favoritos en lo referente al mundo de la programación. Desde hace ya muchos años en el que mi adorado Angelote, mi profesor, mentor e inspiración en estos terrenos intrínsecos del arte de la construcción lógica y estructural, y quien me ha convertido en un auténtico apasionado de ella, siempre ha estado presente el nombre de este caballero. Hace ya muchos años que me dijo Este hombre escribe de un modo que me gusta, explica las cosas de una manera muy organizada y coherente. Y una vez más tenía razón, porque yo mismo reconozco que pese a lo aparentemente complicado de su forma de explicar, es la mejor manera de aprender. Sólo hay que tener la mente abierta.

Pero vamos a seguir progresando un poco más en el relato: me hice con el libro en cuestión y ¡oh por Eru! No pude resistirme a empezar a leerlo sentado tranquilamente en un banco del retiro. Y pasé más de dos horas obnubilado en sus páginas. Este no es un libro para leer propiamente dicho, sino para estudiarlo. Y sin previo aviso me vi inmerso en las páginas del conocimiento, de la adquisición de nuevas habilidades, de la expansión de mis propios límites. Y me invadió entonces un ansia casi obscena por poner en práctica dichos conocimientos, como si fuera un crío con su nuevo Lego.

Ayer, dentro de la medida de lo posible, empecé el desarrollo de la versión 3 de mi programa para mi empresa. Es uno de mis dos bebés, llevo más de dos años construyendo un castillo de naipes que ha seguido creciendo en complejidad de forma incremental y espectacular, y aún lo sigue haciendo. Para cuando me he querido dar cuenta, las más de 500.000 líneas de código que contiene ya el programita en cuestión me desbordaban. Pero... ¡es apabullante el darte cuenta de que, de repente, eres el ingeniero de semejante barbarie que pretende tener una lógica absoluta!. Eres el dueño de un universo, eres Dios, eres el creador de una realidad y tú pones las reglas, los límites, las expansiones, las realidades y las dimensiones. Ese poder es algo que alimenta mi ego de una manera que casi me da vergüenza expresarla en este texto, pero a su vez me enorgullece más que nada.

En el trabajo soy apreciado por semejante labor titánica, además de otras muchas cosas. Y eso es una satisfacción que no tiene precio. Pero claro, como todo Yin, tenemos el Yan. En este caso, el Yan a lo que acabo de decir es el incremento desmesurado de responsabilidad al respecto tanto para mi empresa como para mí mismo. Ya lo he dicho: no hablo solo de un producto corporativo, sino de mi bebé.

Desde hace algo más de un día he empezado a aplicar los nuevos conocimientos que estoy actualmente adquiriendo de .Net y estoy francamente emocionado. La programación orientada a objetos es maravillosa aunque ya había trabajado previamente con ella antes, cuando hacía cosillas en Java para mi antigua empresa. El concepto de objeto es algo que le sonará a chino a cualquiera que no se maneje dentro de estos mundos, pero lo resumiré brevemente:

Un objeto es un módulo que tiene una serie de propiedades únicas y que contiene una serie de valores, de funciones públicas y de funciones privadas, estructuras y variables. En definitiva: un mini-mundo con una función específica y concreta dentro de un universo y que tiene una serie de poderes que el programador le otorga. Ese objeto puede realizar una serie de tareas en la ejecución del programa, interactuando con otros objetos y funciones. Y así, estamos creando un pequeño gran mundo de posibilidades con el objetivo de mostrar en pantalla una serie de resultados, o de realizar procesos internos que pese a no verse, ahí están. Eso es lo que hago... soy un creador de mundos, un Dios de Dioses.

Ahora estoy francamente emocionado, porque pese a que se avecina una época de intenso trabajo en el cual pasaré más de un momento complicado y duro, además de absorber todo mi tiempo y seso, tengo la satisfacción de saber que, para mí mismo, estoy siendo el artefacto principal de la creación de algo que aportará un bien superior a mucha gente. Y yo soy el creador, una vez más, insisto.

Si a un loco le das herramientas para ser más loco aún, tenemos como resultado la mayor de las locuras. Y yo digo... ¡viva la locura!. Dale a un loco de la lógica más posibilidades de crear estructuras lógicas, y posible e irónicamente todo sea más ilógico que nunca. Así es como funciona. Así es como es. Así es como soy.

Un abrazo.

No hay comentarios: