Según la definición de la
RAE,
Claudicar significa, dentro del contexto en el cual quiero englobar esta palabra,
Acabar por ceder a una presión o una tentación.
Hace un par de días estuve viendo un episodio de
Lost (en versión original, por supuesto) en el cual se traducía la expresión
Let go con
Claudicar, algo bastante obvio y correcto, por supuesto. Pero al margen de series de televisión o significados y traducciones varias, fue el
contenido de ese capítulo y, concretamente lo que le ocurre a uno de sus personajes, mi querido
Dr. Jack, con lo que me sentí profundamente
identificado, un reflejo de mi propia personalidad que no siempre me gusta, pero que a su vez soy incapaz de evitar, pues es parte de mi: el
compromiso.
Me considero una persona
extremadamente comprometida... y cuando utilizo la palabra
extremadamente me refiero al lado
negativo de este rasgo peculiar. A veces no puedo
liberarme de mis propios compromisos, soy incapaz. Y no es que nadie me obligue a cumplirlos, en absoluto... es algo que sale de lo más
profundo de mis entrañas. Y muchas, muchísimas veces, me juega
malas pasadas.
Cuando no puedes dormir porque crees que no has dado todo de ti, cuando piensas que lo podrías haber hecho mejor, cuando el amargo pensamiento de la posible decepción que le has causado a alguien por algo que has hecho mal aparece en tu mente... son sensaciones muy comunes,
inherentes a cualquier persona que conozca medianamente aquello que llamamos
responsabilidad. El problema viene cuando tienes estas sensaciones a menudo, con cosas de mayor o menor magnitud sin importar el alcance de la misma. La constante sensación de que tienes que
darlo todo porque solo así alcanzas la paz contigo mismo. ¿No es eso un exceso de compromiso?. Pero, ¿no es el compromiso una
virtud?. Pues sí, yo al menos así lo creo.
Siempre he sido una persona de
principios, de valores
arraigados como fuertes raíces a la tierra, durante toda mi vida. Cuando afirmo que voy a hacer algo, o que siento de determinada manera, el compromiso o
contrato queda establecido. Y lo cumplo hasta las
últimas consecuencias, buenas o malas. Así me gusta ser, aunque a veces
duela (por ejemplo, si no puedes llegar a finalizar tu compromiso por causas ajenas a tu voluntad). Y esto lo aplico a cualquier ámbito de la vida.
Ahora bien, mi pregunta es
¿debo luchar contra eso?. Porque si bien es cierto que a veces esta forma de ser se vuelve contra mi, no puedo sino pensar que mi incapacidad de claudicar es también parte de mi. Mi espíritu se nutre también de ese compromiso. Me hace
más yo, por decirlo así. Es difícil darse cuenta cuándo estás llevando tú mismo tu forma de ser al límite. Por fortuna siempre hay alguien, sea amigo, familiar o pareja, que nos recuerda que tenemos que poner el
freno. Siempre y cuando tengamos la suficiente capacidad de reconocer nuestras propias
carencias, claro está.
Tras este rollo que acabo de soltar, lo resumiré todo en una frase: A veces, quisiera poder
liberarme de mi propio ente, de mis propios
compromisos, y
claudicar sin por ello sentirme mal. O como sería la traducción literal del inglés,
dejarlos marchar. Aunque en el fondo me
guste mucho ser una persona comprometida, que también tiene mucho de
bueno.
Un abrazo.