En vísperas de nochebuena, parece mentira que no se me ocurra otra cosa que ponerme a hablar de la tan laureada Ley Sinde que anteayer se pegó una buena hostia en el congreso. A mí, personalmente, me parece excelente que la ley se haya ido a paseo (al menos de momento, porque intentarán colárnosla de 1.000 maneras distintas hasta que lo consigan, está claro), pero por algo tan sencillo como que esa ley es un auténtico despropósito digno de una dictadura o del comunismo más rancio. Si a eso le unimos que la representante de la cultura de este país es Ángeles González-Sinde, de la cual ya hablé en su momento y dejé muy clara mi postura hacia la figura de esta señora, es el acabose.
Pero, como ya he estado comentando entre mis amistades estos días, creo que el problema de base (un problema muy serio y muy real para la cultura como es la piratería) es que hay demasiados intereses en juego y, sobre todo, demasiada poca mano izquierda e hipocresía por parte de los implicados en la batalla (lamentable lo de las filtraciones de WikiLeaks a este respecto y las presiones norteamericanas a nuestro gobierno). Concretamente, encontramos cuatro perfiles, dos por bando: los radicales y los honestos. Estos últimos, que son los que deberían partir el bacalao, son al final los más débiles. No sirve absolutamente de nada intentar buscar un consenso y una redefinición de la propiedad intelectual a un nuevo modelo realista con los tiempos que corren, porque al final siempre tienen mucha más fuerza tanto los que buscan el afán recaudatorio a mansalva como es el caso de la SGAE, como los gañanes que se escudan en la libertad de la red para descargar como posesos todo lo que se les ponga por delante sin ser mínimamente conscientes del enorme daño que están haciendo a la industria de la cultura.
Ahora mismo estamos en una posición total y absolutamente extrema: por el lado de los creadores, tenemos a los cuatro de siempre absolutamente forrados por los derechos de autor y el famoso, injustísimo y ridículo canon digital del que, nunca me cansaré de repetir, me ofende profundamente al llamarme LADRÓN cada vez que me compro un CD, DVD, Pendrive, etc… y por el otro lado, tenemos no solo al usuario que desde su casa se baja todo tipo de contenido multimedia en cuestión de segundos sin pagar un puto duro por él, sino a una repugnante sub-industria que se lucra gracias a las facilidades que hoy en día tienen para descargarse contenido ilegal.
Ni una cosa, ni otra, señores. Por favor, ¿es que estamos locos?. En primer lugar, se tiene que concienciar a un país entero de que lo que se ha convertido en el pan de cada día (Emule, BitTorrents, Ares, etcétera) es algo que está objetivamente MAL HECHO, pero no imponiendo injustos cánones ni cerrando webs alegremente, sino tomando medidas no basadas en arcaicos modelos de gestión propios de los años 70. La reacción de artistas como Alejandro Sanz, justamente vapuleado en Twitter, un tío que se atreve a defender leyes españolas cuando él fue precisamente el primero que se largó a USA para no tener que tributar en España consigue restar toda credibilidad a este Lobby de artistas enchufados. No todos son Alejandro Sanz, para bien o para mal.
¿Me preguntáis si yo descargo cosas ilegalmente? Mi respuesta: SÍ. Lo hago. Me descargo series que tardan siglos en salir en España, discos que tengo ganas de escuchar antes de comprar, o películas que ya están en su país de origen en calidad DVD o Blu-Ray y en España ni las hemos olido aún. Y aquí entra en juego algo de lo que nunca se habla en los medios: el cómo existe la posibilidad de que descargar de este modo expanda la cultura, tal y como han reconocido artistas como Duffy, quien dijo claramente que jamás hubiera tenido tanta expansión mundial de no ser gracias al P2P. No estoy diciendo ahora que descargar sea ahora una solución, tan solo que esa posibilidad existe. En mi caso, es así: he escuchado discos y visto películas que hubiera obviado de no poder obtenerlos así y que, posteriormente, me han hecho comprar producto original al aficionarme a ello. Nacional e internacional.
Pero no solo hago eso: también soy el primero que se compra la temporada que he visto de esa serie en DVD o Blu-Ray en cuanto está disponible, me compro el DVD o lo descargo por iTunes si me ha gustado (si no, evidentemente no), y luego voy al cine a ver esa película que me he descargado antes. Sí, señores, lo hago aunque ya haya visto u oído ese contenido. Eso no lo hace la mayoría, lamentablemente.
Por mi parte lo tengo claro: que los autores se bajen de la burra y digan la verdad, que los precios sean más asequibles (referencio aquí otro interesante artículo que escribí sobre los precios de CD’s y DVD’s en España), y sobre todo, que se luche por concienciar al usuario sobre los peligros de la piratería a base de sentido común y no de imposiciones a la cartera. Jamás debimos llegar a esto, y creo que es muy difícil que esto tenga un final feliz. ¿Que el mundo de la cultura está indignado?. Pues que se pongan las pilas. Por cierto, que no pienso ni de coña ir a ver Balada triste de trompeta (algo que pensaba hacer) gracias a las perlitas que ha soltado Alex de la Iglesia a este respecto. Y que no se preocupe, que tampoco pienso descargármela. Ni ganas.
Un consejo para nuestro querido gobierno: líbrense de la fantoche que tenemos por Ministra de Cultura. No nos hace ningún favor tenerla a ella como cabeza de una entidad que le queda muy, pero que muy grande. Nunca, jamás, esto ha sido una batalla de piratas contra autores. La ley Sinde hubiera matado derechos básicos de nuestra democracia. Pero, desgraciadamente, sé que antes o después ganarán ellos y, lo que es peor, impondrán de manera destructiva, no constructiva. No conseguirán arreglar nada, al contrario, a menos que mucha gente entre en razón. ¿Es eso posible a estas alturas?. Lo dudo.
Finalizo este post enlazando a un artículo realmente fantástico sobre este asunto que suscribo yo mismo palabra por palabra, y agrego este certerísimo y brutal post sobre la poca legitimidad de las pataletas de los autores y el sentido de la Ley Sinde en general.
Un abrazo.
2 comentarios:
Konnichi wa, Daniel san. Javier desu. Ante todo felicitarte por tu entrada del blog. Por otra parte, decir que las descargas no se pueden definir como ilegales completamente, pero eso es otra historia. Estoy de acuerdo con tus comentarios. Yo, por suerte, sólo descargo música japonesa, y encima de los años 80, por lo que no creo que tuviese muchos problemas...jeje. Por otra parte, si descargo una película, no quiere decir que si no pudiese hacerlo me la compraría, por lo que muchos artistas deberían callarse un poco. Un saludo, y feliz año (por decir lo de siempre, porque sabemos que va a ser peor...).
Muchas gracias por el comentario, Javi-san. ¡Y no seas tan negativo, que siempre hay que pensar que se va a mejor aunque no sea el caso!
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