Llevo varios días sin escribir, sobre todo por falta de tiempo. La agenda es apretada y no hay mucho tiempo para ponerse a internetear, y más cuando ya te encuentras en Kyoto, un auténtico legado de maravillas históricas y culturales, sobre todo de jardines clásicos japoneses sintoístas, budistas y zen. Por tanto, no me enrollaré: esto es simplemente alucinante, pero muy distinto a Tokio. Más tranquilo, más "de pueblo". Pero lo que hoy me ha dejado realmente ANONADADO no ha sido ni el castillo de Nijo ni el pabellón dorado de Kyoto, sino el pueblo de Nara, una de las más antiguas capitales de Japón.
¿A que es una auténtica Monada?. Los ciervos en Nara pululan libremente por todos lados: aceras, calles, parques... sumamente pacíficos y mansos, además de bonitos, te persiguen para que les des comida si te ven con ella en la mano. ¡Es una maravilla!.
Y luego están los templos y jardines, que son tan sumamente hermosos que parecen sacados de un cuento. La verdad es que ha habido un momento en que me sentía tan profundamente feliz (se ha puesto a llover fieramente, lo cual ha acentuado hasta la extenuación la hermosura del entorno), que me he emocionado.
Ya en el hotel y a punto de irme al distrito de Gion a cenar, digo que aún quedan 5 noches aquí antes de volver a Tokio y que aún queda mucho por ver: más Kyoto, Osaka, Hiroshima, Himeji y Miyajima. Escribiré cuando pueda, y dejaré los comentarios grandilocuentes para el regreso.
Un abrazo.