Hace algo más de tres años escribí en este mismo blog una entrada acerca de mi reencuentro, tras mucho tiempo, de un servidor con un querido amigo de la infancia al que llevaba mucho tiempo sin ver. Este texto puede seguir leyéndose en este enlace, y ahora me toca, desgraciadamente, continuarlo del modo que menos hubiera deseado jamás.
El título de este post, que alude directamente a una frase crucial de una de mis películas favoritas, Cadena perpetua, resume perfectamente la situación que describe este último capítulo.
Sin textos previos, diré que Alex fue en mi infancia un íntimo amigo mío con el que pasé meses y años diariamente en su casa merendando, jugando a los videojuegos, e incluso alguna vez me fui todo el verano de vacaciones con él y su familia a Calpe. Actualmente no tenía mucha relación con él (amigos del barrio, cuando nos cruzábamos en nuestras vidas adultas) pero no hace tanto que le enseñé a él y su novia mi nueva casa.
Hoy he recibido la noticia de su suicidio anoche, tras tirarse por la ventana de su casa. Y estoy aturdido, confuso, triste y dolorido. ¿Tan mal estaba?. Sabía que tenía bajones, pero creo que el que le dejara su novia puede haberlo empeorado. Nunca lo sabremos ya.
Empeñarse en vivir o empeñarse en morir. La vía rápida o la difícil. Sé y soy consciente de que cada día en este mundo es una lucha constante, a veces más amarga y otras más afable, pero una lucha al fin y al cabo que muchas veces parece empeñarse en ponernos piedras bien gordas para que nos hagamos mucho más daño. Algunas personas no pueden aguantarlo y ni les culpo ni juzgo por ello, pero desde luego... me cuesta creer que un muchacho de 26 años tan guapete, agradable e inteligente haya decidido poner fin a su existencia.
Esto, además de entristecerme profundamente, me está haciendo pensar en lo frágiles que somos emocionalmente hablando. Literalmente, el cómo un grano de arena puede comerse todo nuestro universo desde la raíz y convertir todo en el más absoluto de los vacíos si nos dejamos arrastrar y no obtenemos suficiente ayuda. A mi me pasó, y no hace demasiado tiempo.
Hoy estoy triste, decaído y no dejo de pensar en mi amigo, en cómo hubiera deseado poder hablar con él e intentar convencerle de que aún tenía mucho sol en su vida por delante. Decirle que mientras haya vida hay esperanza, que hay que empeñarse en vivir porque en cada esquina encontrarmos un nuevo motivo que le da color a esta existencia agridulce que vivimos.
Hoy, simplemente, no puedo escribir una palabra más. Lo siento. Qué triste es esto, qué triste...
Un abrazo.
El título de este post, que alude directamente a una frase crucial de una de mis películas favoritas, Cadena perpetua, resume perfectamente la situación que describe este último capítulo.
Sin textos previos, diré que Alex fue en mi infancia un íntimo amigo mío con el que pasé meses y años diariamente en su casa merendando, jugando a los videojuegos, e incluso alguna vez me fui todo el verano de vacaciones con él y su familia a Calpe. Actualmente no tenía mucha relación con él (amigos del barrio, cuando nos cruzábamos en nuestras vidas adultas) pero no hace tanto que le enseñé a él y su novia mi nueva casa.
Hoy he recibido la noticia de su suicidio anoche, tras tirarse por la ventana de su casa. Y estoy aturdido, confuso, triste y dolorido. ¿Tan mal estaba?. Sabía que tenía bajones, pero creo que el que le dejara su novia puede haberlo empeorado. Nunca lo sabremos ya.
Empeñarse en vivir o empeñarse en morir. La vía rápida o la difícil. Sé y soy consciente de que cada día en este mundo es una lucha constante, a veces más amarga y otras más afable, pero una lucha al fin y al cabo que muchas veces parece empeñarse en ponernos piedras bien gordas para que nos hagamos mucho más daño. Algunas personas no pueden aguantarlo y ni les culpo ni juzgo por ello, pero desde luego... me cuesta creer que un muchacho de 26 años tan guapete, agradable e inteligente haya decidido poner fin a su existencia.
Esto, además de entristecerme profundamente, me está haciendo pensar en lo frágiles que somos emocionalmente hablando. Literalmente, el cómo un grano de arena puede comerse todo nuestro universo desde la raíz y convertir todo en el más absoluto de los vacíos si nos dejamos arrastrar y no obtenemos suficiente ayuda. A mi me pasó, y no hace demasiado tiempo.
Hoy estoy triste, decaído y no dejo de pensar en mi amigo, en cómo hubiera deseado poder hablar con él e intentar convencerle de que aún tenía mucho sol en su vida por delante. Decirle que mientras haya vida hay esperanza, que hay que empeñarse en vivir porque en cada esquina encontrarmos un nuevo motivo que le da color a esta existencia agridulce que vivimos.
Hoy, simplemente, no puedo escribir una palabra más. Lo siento. Qué triste es esto, qué triste...
Un abrazo.