Ojalá.
Ojalá tuviera la suficiente capacidad de retención, de inteligencia, de perspicacia y de originalidad.
Ojalá pudiera encontrar la palabra oculta. Esa palabra que nunca llega, que está enterrada en lo más profundo de mi mente, pero que no consigue casi nunca emerger. Y es que no soy una persona inteligente. Es más, disto mucho de serlo. Me gustaría tener la capacidad de expresar por escrito, metafórica o explícitamente, todo aquello que siento de la manera más fidedigna posible. A veces creo que consigo describir un esbozo más o menos correcto de lo que quiero decir, pero casi nunca por completo. Y es que me falta ese algo: no se si es fuerza, determinación, cultura, seso o conocimiento. Posiblemente sea una mezcla de todo eso y mucho más.
Me gustaría poder escribir de manera cristalina, clara, sin neblina. Lo intento, lo intento con todas mis fuerzas porque creo que no hay nada más bonito en este mundo que la capacidad de emocionar, de expresar los regodeos del corazón mediante el noble arte de la palabra. Pero no soy apto. Mis esfuerzos se me antojan baldíos, mis frases repetitivas, mis ideas redundantes.
He aprendido a vivir con ello, aunque a veces me frustro. ¿Debo sentirme mal porque intento aspirar a algo mucho más alto de a lo que nunca podré llegar?. Quiero aprender a expresar la pureza de los sentimientos, más o menos intensos, vivir dentro de una burbuja en la cual pueda hablar de lo mundano y lo divino, lo eterno y lo efímero, alzarme por encima de lo cotidiano. Pero no puedo.
Todo esto viene a cuento porque los últimos días han sido extrañamente felices para mí. Se ha ido una congoja muy fuerte que llevaba arrastrando el último año, y no sé si es pasajero o definitivo, pero me siento tan increíblemente bien que tengo ganas de gritárselo al mundo entero. Y aunque mi propósito tiene algo de egolatría oculta en estas líneas, no puedo evitarlo: las mariposas se están revolviendo dentro de mi… de manera alarmante.
Y honestamente, hacía tiempo que no me pasaba.
Ojalá dure.
Ojalá.
Ojalá tuviera la suficiente capacidad de retención, de inteligencia, de perspicacia y de originalidad.
Ojalá pudiera encontrar la palabra oculta. Esa palabra que nunca llega, que está enterrada en lo más profundo de mi mente, pero que no consigue casi nunca emerger. Y es que no soy una persona inteligente. Es más, disto mucho de serlo. Me gustaría tener la capacidad de expresar por escrito, metafórica o explícitamente, todo aquello que siento de la manera más fidedigna posible. A veces creo que consigo describir un esbozo más o menos correcto de lo que quiero decir, pero casi nunca por completo. Y es que me falta ese algo: no se si es fuerza, determinación, cultura, seso o conocimiento. Posiblemente sea una mezcla de todo eso y mucho más.
Me gustaría poder escribir de manera cristalina, clara, sin neblina. Lo intento, lo intento con todas mis fuerzas porque creo que no hay nada más bonito en este mundo que la capacidad de emocionar, de expresar los regodeos del corazón mediante el noble arte de la palabra. Pero no soy apto. Mis esfuerzos se me antojan baldíos, mis frases repetitivas, mis ideas redundantes.
He aprendido a vivir con ello, aunque a veces me frustro. ¿Debo sentirme mal porque intento aspirar a algo mucho más alto de a lo que nunca podré llegar?. Quiero aprender a expresar la pureza de los sentimientos, más o menos intensos, vivir dentro de una burbuja en la cual pueda hablar de lo mundano y lo divino, lo eterno y lo efímero, alzarme por encima de lo cotidiano. Pero no puedo.
Todo esto viene a cuento porque los últimos días han sido extrañamente felices para mí. Se ha ido una congoja muy fuerte que llevaba arrastrando el último año, y no sé si es pasajero o definitivo, pero me siento tan increíblemente bien que tengo ganas de gritárselo al mundo entero. Y aunque mi propósito tiene algo de egolatría oculta en estas líneas, no puedo evitarlo: las mariposas se están revolviendo dentro de mi… de manera alarmante.
Y honestamente, hacía tiempo que no me pasaba.
Ojalá dure.
Ojalá.
