¿Por qué eres tan cruel?. ¿Por qué no me dejas en paz?.
¿Por qué no me dejas vivir?. ¿Por qué, dime, por qué?.
Nunca me has abandonado. Siempre, durante toda mi vida, has estado ahí. Y yo nunca te llamé. Apareciste una noche en mis sueños, una noche cualquiera, y me asustaste. Porque yo no sabía quien eras. Y lloré. Y llegó mi madre y le conté que te había visto. Pero ella no quiso escucharme.
Estaba aterrado, confundido. Comenzaste a atenazarme, a asfixiarme, y yo no podía escapar de ti. No tuviste piedad. Sentía como si me estuvieran acuchillando, o casi diría que era algo peor. Y ese día no pude dormir.
Ese día se convirtió en dos, y ese segundo día en tres, y así sucesivamente.
Cada vez que llegas, de improviso, cuando menos lo espero, vuelvo a llorar. Y es que llegó un momento en el que no te conformaste con aparecer en mis sueños, sino que me visitabas con más frecuencia y en cualquier momento. Y me costaba aparentar delante de los demás que tú no estabas con nosotros, y que estabas quitándome la vida.
Oh no, no estoy loco, ni demente, en absoluto. Sé que estás ahí, y por desgracia tengo asumido que ahí vas a estar hasta que todo termine. Tengo que vivir día a día con la conciencia de que no me vas a abandonar nunca. Y te odio por ello. Porque por tu culpa a veces siento que no puedo vivir, ni disfrutar, ni llegar a ser tan feliz como querría. Y nada podrá alterarlo. NADA. Eso hace que te odie aún más.
Hace tantos años que nos conocemos que ya te conozco perfectamente. Puede que nunca hayas recibido ningún tipo de comprensión o aprecio por mi parte, pero es que cuanto más te he conocido, menos me has gustado. Es más, te detesto. Eres sin duda alguna lo que más aborrezco de mi vida.
¿Por qué tuviste que escogerme a mi?. Estoy seguro de que tienes a cientos de miles de personas a las que también visitas y ellas te odian igual. Nunca tendrás amigos. Como mucho, llegarán a aceptar que te tienen que soportar. Pero yo no puedo hacerlo. No me culpes por ello: tú te lo has ganado.
Te odio. Por favor, si esto sirviera de algo, sólo hay algo que deseo decirte:
¡¡MÁRCHATE!!